“Si todos fuéramos como José Carlos, el mundo sería mil veces mejor; seríamos más felices y auténticos. Respetaba y exigía respeto”.Con el corazón hecho trizas, María del Carmen Hernández se atrevió a conversar con elCaribe sobre su hijo José Carlos, su primer y único varón. No habló de su fatídica muerte, ocurrida la madrugada del pasado domingo. Prefirió hablar de su vida. Y lo hizo orgullosa y segura de que alumbró a un ser especial; inolvidable.
“Su nacimiento trajo mucha alegría; fue un hijo anhelado; esperado. Desde pequeño mostró inquietudes hacia la música y una forma distinta de reaccionar ante las circunstancias. De ahí que al morir su papá, cuando apenas tenia seis años, quisiera asumir el rol del hombre de la casa”, comenta.
José Carlos era hijo de Jochy Hernández, aquel merenguero que robó el corazón a miles de dominicanos, con su indiscutible talento y una humildad que brotaba de un rostro alegre y divertido, bastante parecido al chico que recibió 27 puñaladas por razones que se investigan.
María del Carmen comenta que José Carlos se abrió a todos como él era: con una personalidad definida, una filosofía de vida que discutía con cualquiera y la imponía dondequiera.
“Respetaba y exigía respeto. Rechazaba que estigmatizaran a las personas por su apariencia; criticaba a la sociedad hipócrita y falsa que solo quería aparentar lo que no era, por eso fue así, “tan el”. Hizo lo que quiso sin afectar a nadie; solo los que por sus ideologías no compartían su proceder, lo miraban y rechazaban, y a esos les brindaba una sonrisa”, señala.
María, la madre con las entrañas demolidas; María, la madre con fuertes ánimos aparentes; esa María apenas puede asimilar lo que ocurre. Pero puja con fuerzas cada palabra para defender el honor del hijo que algunos pretenden mancillar.
En cada expresión, en cada frase, parece desafiar a esas voces implacables que apuñalan también la memoria de su cría malograda. “Siempre se preocupó por leer; la lectura era su refugio; sabía la historia de todas las tendencias que seguía y sus protagonistas. Llevó a cabo un auto-proceso de enseñanza-aprendizaje, partiendo de su juicio crítico de los conocimientos adquiridos. Por eso, los jóvenes lo admiraban y los adultos veían en él un muchacho diferente, culto, respetuoso y de buen trato”, expresa María.
José Carlos tenía facha de melenudo rebelde. Hacía galas de una cabellera que cualquier mujer quisiera lucir. Honraba con su apariencia el perfil fastuoso de sus padres. Amaba la música con la misma intensidad con que defendía sus ideas.
El chico era diferente. Con un estilo peculiar pretendido incluso por quienes lo critican y no se atreven, por temor al patíbulo maldito de una sociedad prejuiciada. De eso también conversó María, de su amor por el rock.
“Su música fuera del estereotipo que ostentan los convencionalismos; sus tatuajes, que todos tenían un sentido de ser; su pelo largo que todos envidiábamos, nos enseñó (a su familia) a respetar sus creencias”, expresa una melancólica María del Carmen.
Estudios y lucha por su superación personal
José Carlos nació el 30 de marzo de 1988. Estudió en los colegios Domínico Español y Luis Muñoz Rivera y terminó el bachillerato en Apec. Estudió música en diferentes institutos, entre ellos la Escuela de Enseñanza Musical de Angelito Villalona. Luchando por abrirse paso en mares distantes, se fue a Chicago hace unos años, “pero era tan joven que allí no pudo abrirse camino”, apunta María del Carmen. Luego volvió a su país y fue entonces cuando recibió la invitación para viajar a Argentina con su grupo de rock ya establecido en República Dominicana. Con los miembros de esta agrupación rockera, vivió en la ciudad de Buenos Aires, grabaron su producción discográfica y realizaron giras por varios países teniendo mayor acogida en Chile y Perú.