Aunque resulte cuesta arriba, con él también se puede hablar muy en serio, lo que pasa es que a los temas, por serios que sean, él siempre le busca la parte graciosa. Asegura que desde muy chiquito aprendió a reírse de las dificultades. Los primeros años de su vida estuvieron matizados por una gran pobreza, pero esto nunca logró borrar su sonrisa.
Al igual que su amigo y casi hermano, Raymond Pozo, le concede a Dios todo el mérito de lo que hasta ahora ha logrado en la vida. Miguel recuerda, que a muy temprana edad comenzó a trabajar en el Mercado Nuevo por un salario de 12 pesos, los que invertía para pagar el Colegio San Pablo Apóstol de Cristo Rey, donde estudiaba; también recuerda las tantas personas que se les han acercado tanto a él como a Reymond para tratar de dividirlos, sin entender que a ellos los une un lazo más fuerte que una simple sociedad laboral. Así, entre uno y otro recuerdo, poco a poco nos fue plasmando su historia de vida. Un trayecto lleno de ejemplos de superación, de perseverancia y, sobre todo, de respeto por una carrera muy seria, aunque su razón de ser sea hacer reír a los demás.
1. Recuerdos de mi infancia
Nací en Carrera de Yegua, pero aquí lo apocopamos todo y decimos carreyegua. Eso está como a 12 kilómetros después de Las Matas de Farfán. Soy el tercero de los tres hijos de Juana Santana y Simeón Céspedes. Realicé mis primeros estudios en mi pueblo, pero no éramos buenos estudiantes, sino buenos comelones, porque en ese tiempo en las escuelas daban comida, daban trigo, avena, en fin. Muchos que carecíamos de comida en la casa íbamos a comer sin importar lo que fuera. Los martes voceaban: “van a comer avena con m… de ratón’’. Porque eso es ahora que las heces de los ratones matan gente, antes uno hasta se las comía. Había que hacer una contribución para las cocineras y el que no aportaba debía ir a buscar la leña. A mí me tocaba ir a buscar la leña.
2. Llegué a la capital
Vine a la edad de 10 años, me inscribieron en diferentes escuelas. En Cristo Rey estudié en el Colegio San Pablo Apóstol. Cuando yo vivía en Villas Agrícolas, allá había un señor llamado Luis Manuel Caraballo que hacía actividades artísticas, llevaba grupos de artistas y comediantes, eso me gustó y dije que quería ser comediante. Comencé como bailarín folclórico y bailaba mangulina. Mi primer personaje en un acto fue de un chinero y a la gente le encantó. Seguí asistiendo a clubes culturales y participaba en las obras que hacían.
3. Antes de la fama
Yo trabajé en todo lo que tú te puedas imaginar. Yo vendía tiras de colores para amarrar moños. Es más, yo hasta fui ayudante de un señor que hacía guitarras por encargo, y una guitarra costaba un dineral. Era cada ocho meses que se vendía una. Realicé todos los oficios habidos y por haber. Yo “burrié” en el mercado, eso quiere decir, cargar la compra a la gente con un saco al hombro, mientras los clientes hacían la compra. Vendía carbón y también fui ayudante de fritura, porque mi mamá duró 20 años con una fritura en la calle María Montez.
4. El grupo Explosión
Luego de haber estado en varios grupos, formamos el Grupo Explosión y los americanos se volvieron locos y nos dieron visa, fuimos allá a trabajar y aquí muchos apostaban a que no regresaríamos, pero no, volvimos a nuestro país. Con ese grupo entramos a Caribe Show. Llegar a la televisión no fue difícil, fue dificilísimo, porque tú sabes que la televisión es imagen y vestuario y nosotros no tenemos ni lo uno ni lo otro.
5. Nos cortaron en el aire
La primera vez que aparecimos en la televisión, nos cortaron porque salimos todos traposos. Fuimos aprendiendo y buscábamos ropa prestada. Recuerdo que la Asociación de Vendedores del Mercado Nuevo, nos regaló un uniforme. En el camino uno encuentra muchas personas que te ayudan y que uno siempre les agradece, quizás piensan que a uno se le ha olvidado, pero no es así. A veces una persona piensa que uno se ha olvidado de ella, pero para alguien que ha pasado por tantas cosas como nosotros, es muy difícil que olvide a quienes le dieron la mano.
6. Profesoras de mi infancia
En la Escuela España, recuerdo a Marina, esa profesora era muy regañona, pero tenía una forma muy peculiar de enseñarte. También estaba Marcia, que los muchachitos en vez de aprender con ella, vivíamos enamorados, porque siempre estaba bonita.
7. Jablador como yo solo
Yo era un niño más jablador que el diablo. Delante de mí no se podía hacer, ni decir nada. Mis hermanas un día, para asustarme, me tiraron por una barranca y cuando yo iba rodando, me vocearon: “mira, eso es por jablador”. Yo solo llegué a escuchar el dor, porque era altísimo y yo caí hasta abajo.
8. Tengo amores
Me enamoré de la que hoy es mi esposa, y recuerdo que cogí una pasola Veluga prestada para ir a hacerle lujo, que me la dieron para que la probara, yo no la iba a comprar porque no tenía con qué, pero tú sabes, los vendedores que caen en gancho. Fui y le dije: “acabo de comprar este vehículo para moverme”.
Ella me hizo creer que me creyó, pero ¡qué va!, ella sabía que no era verdad.
Hasta hoy me dice: “yo sabía que esa pasola no era tuya, es que tú no dabas para dueño ni de una pasola”. Ella está conmigo desde que yo estaba en malaria y al contrario de como hacen muchos artistas que después que son famosos cambian las esposas, yo la valoro, porque hemos estado juntos en las buenas y en las malas. Me enorgullece como esposa y como madre.
9. Conocí a Reymond
Ya nosotros habíamos salido mucho en los periódicos, ya el grupo Explosión era famoso e ingresamos a Caribe Show y allá encontramos al compadre haciendo trabalenguas y a mí me llamaba mucho la atención. Yo pensaba que era que él llegaba muy temprano, pero era que él amanecía ahí, porque no tenía el dinero del pasaje para volver de San Cristóbal. Luego yo me fui al canal Seis y él se quedó en el canal Cuatro, pero los dos nos dimos cuenta de que en el seis me ponían a cerrar a mí y en el cuatro lo ponían a cerrar a él. Nos acercamos, formamos un dúo y hasta el sol de hoy.
10. El camión de basura
Una vez en Guarícano, con el grupo Explosión, hicimos una presentación, invertimos los 15 pesos que nos dieron de unos muebles que empeñamos para eso. La presentación se dio, pero sólo hicimos 14 pesos con 75 centavos. Entonces teníamos que dejar el dinero para sacar los muebles y nosotros tuvimos que trasladarnos en un camión de basura. Ya tú te imaginas el olorcito, uno venir encaramado allí, después de ese camión haber tirado la basura y, total, los muebles se perdieron. Los chelitos no alcanzaron para sacarlos. l
A través de su fundación ayudan a niños de escasos recursos
Tanto para Miguel Céspedes como para Reymond Pozo, la infancia fue una etapa feliz, a pesar de las carencias y la falta de recursos económicos. El sentido del humor de ambos les permitía permanecer en pie ante las situaciones adversas. Luego de haber pasado por toda clase de vicisitudes, de haber tocado muchas puertas sin ninguna respuesta, por fin logró su sueño de convertirse en un famoso humorista. Hoy, junto a su compadre, Reymond Pozo, quien además de compartir con él la fama y el éxito, cuentan una historia de vida muy similar, por eso, a su amistad y sociedad laboral, unen sus esfuerzos por retribuir un poco de lo que Dios les ha dado y a través de la Fundación Reymond y Miguel, ayudan a niños sobresalientes, pero que carecen de recursos económicos para poder continuar sus estudios. “Lo que hemos hecho es seleccionar a 50 niños del barrio del compadre Reymond y 50 niños de mi campo para apoyarlos. Son niños sobresalientes, que sus padres no cuentan con los recursos económicos para pagarles sus estudios”.
“Es algo que siempre hemos hecho, ayudar a los niños que lo necesitan, pero ahora lo hacemos de forma organizada, por medio a la fundación”, agregó Reymond.
Actuación
“Mi primer personaje en un acto fue de un chinero y a la gente le encantó. Seguí asistiendo a clubes culturales y participaba en las obras que hacían”.
Agradecido
En el camino uno encuentra muchas personas que te ayudan y que uno siempre les agradece. Quizás piensan que a uno se le ha olvidado, pero no es así”.
El comienzo
“Llegar a la televisión no fue difícil, fue dificilísimo, tú sabes que la televisión es imagen y vestuario, y nosotros no teníamos ni uno ni lo otro”.
Trabajador
“Fui ayudante de un señor que hacía guitarras por encargo y una guitarra costaba un dineral. Era cada ocho meses que se vendía una”.