El arte de besar

Hace unos días invité a mi mejor amiga a disfrutar de un rico café a un lugar muy “chic” de la ciudad, porque ella…

Hace unos días invité a mi mejor amiga a disfrutar de un rico café a un lugar muy “chic” de la ciudad, porque ella es un tanto delicada….bueno, “plástica”.

Yo llegué primero y mientras esperaba comencé a observar a todos los que estaban a mi alrededor: les miraba los zapatos a las chicas, su ropa, maquillaje, y, por supuesto, miraba a cualquier “buen mozo” que llegaba. También echaba una miradita a las parejitas que se brindaban amor, como si las caricias, amapuches, apretones de manos, y por supuesto, los besos, estuvieran en oferta.

A la media hora de estar esperando, llegó mi amiga, tomó asiento, pide un café e inmediatamente comenzamos a platicar: Mira a esos dos, se están dando besos desde que llegué, tienen más de 30 minutos en eso, ¡qué fuerte!… míralos que feo se besan, parece como si quisieran realizarse un examen profundo en la garganta, le comento.

Ella, que podría ser instructora en la materia, según dice, empezó a explicarme que para besarse hay que tener cierto arte: que no se deben apurar las cosas, que hay que  llevar cierto ritmo y que no se pueden apretar los labios, porque resulta sumamente frío. Al ir escuchando el desarrollo de su conversación -que más bien parecía una charla sicológica para frustrados- me imaginaba en la situación y me veía encerrada  en una novelita rosa, de esas en donde la protagonista solamente cierra los ojos y se deja besar lentamente por su galán y luego le dice que es la primera vez que alguien la besa así. En el peor de los casos me veía en el papel de la chica mala de la película, de esas que andan con un atuendo negro, tan ceñido al cuerpo que no pueden ni respirar, con unos labios pintados del rojo más rojo y unas largas uñas que más bien parecen garras.

En ese momento, entendí que para besar no hay reglas escritas ni siquiera en el Kamasutra, que el beso es una manifestación de amor, de erotismo y de afecto. Que es una forma de decir muchas cosas y de aproximarnos a la intimidad.
Luego mi amiga, la gran instructora sobre los besos, y yo, nos mar chamos, y cuando llegué a casa, besé a mi pareja con toda la intensidad del mundo sin poner en práctica ninguna lección, solamente dejé fluir mis sentimientos.

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