La preparación de un joven para el sacerdocio se extiede durante nueve años y la Iglesia católica invierte RD$22 millones anuales por un grupo de 230 aspirantes en el Seminario Mayor Santo Tomás de Aquino.
Para recibir el sacramento del sacerdocio, también conocido como “orden sagrado”, los aspirantes deben pasar por un proceso de descubrimiento de su vocación y conocimiento de la iglesia que los lleve a dedicar su vida en plenitud a los servicios eclesiales.
El programa de estudios consta de un año de prefilosofado, cuatro de filosofía y cuatro de teología, obteniendo los títulos de licenciatura en Filosofía y en Ciencias Religiosas, reconocidas por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. Muchos de los que deciden no continuar en el seminario pueden vivir de las carreras que dominan.
“Se forma a la gente bien. Si no llegan a sacerdotes que sean buenos padres de familia o buenos profesores. Ahí está la alegría del seminario, o sea, que el tiempo no está perdido, porque si no se aprovecha la Iglesia, se aprovecha la sociedad o la familia. Muchos vienen de familias muy pobres y después consiguen trabajo. Son personas de bien”, asegura el padre Francisco Antonio Jiménez Rosario (padre Cualo).
Para ingresar, la Iglesia pide a los aspirantes una actitud de intención, sinceridad de identidad con la vida sacerdotal y de servicio a la fe católica y, como dice el padre Cualo, no se debe ir al seminario a hacer una licenciatura y luego irse porque el seminario lo paga la gente pobre y sencilla.
Como en una ocasión dijera el obispo emérito, monseñor Francisco José Arnaiz, “la vocación al sacerdocio exige una colaboración mancomunada seminario-familia-sociedad. El seminario por si solo no puede dar la educación que necesitan nuestros jóvenes aspirantes al sacerdocio. Todo el pueblo de Dios está llamado a orar intensamente y a trabajar por las vocaciones sacerdotales”. En el seminario mayor también se ofrecen cursos y diplomados para que los laicos puedan acceder a las instalaciones, mediante seminarios sobre biblia, espiritualidad, derecho canónico, liturgia y otros.
Es un espacio abierto donde también tienen acogidas civiles notables que se dedican a otras ramas distintas a la religión, como es el caso de la política, las artes, las ciencias, la investigación y la docencia.
Deserciones
Cuenta el padre Jiménez Rosario que el 65 o 70% de los aspirante es depurado en el proceso de formación por varias razones. “No todo el que quiere puede ser sacerdote, puede ser que haya un buen interés, pero a lo mejor no tiene la capacidad suficiente y Dios no lo puede elegir”, subraya.
Cuenta que el camino del sacerdocio necesita mucha preparación porque hay que ser un líder y aunque no se discrimine a un aspirante por cuestiones generacionales o de salud se trata de poner a los aspirantes una carga que puedan llevar.
“Otra razón para desistir es que también hay personas que no pueden abstenerse al ejercicio de su sexualidad. Nosotros por ser célibes (solteros) no renunciamos a la sexualidad, somos personas igual, normal como cualquier ser humano, pero si no puede controlar eso se le recomienda que busque otro camino para servir a Dios que no sea el camino del sacerdocio”.
Por eso se ha establecido en los seminarios el período propedéutico o prefilosofado, que es un año de motivación y descubrimiento para que el seminarista interiorice y pueda discernir espiritualmente, al tiempo que estimula el crecimiento en la fe y confirmar si realmente está llamado a la vida sacerdotal.
¿Cuánto se invierte en la formación de los curas?
Para el seminario mayor preparar, educar y alimentar a la cantidad de jóvenes aspirantes tiene que buscar todos los años 22 millones de pesos. El Estado aporta menos de un millón de pesos.
Los seminarios se manejan con muchas limitaciones, pero siempre aparece el dinero. “Esta es una obra del pueblo de Dios, es una bendición” dice el padre Jiménez Rosario, rector del Seminario Mayor, y agrega que padrinos de aspirantes hacen aportes económicos.
También se desarrollan actividades como la “Cena Pan y Vino” que recauda dinero para el seminario. Aclara que si un joven decide salir del seminario la Iglesia no le pide ni un centavo para devolver, porque los seminarios son obras de Dios, la Iglesia los da y que ellos los devuelvan en bien.
Socios y Celadores de las vocaciones religiosas
Desde 1944, durante el papado de Pío XII, se instauró en la Iglesia católica lo que se llaman los “Socios y Celadores”, que son cristianos comprometidos dedicados a motivar y crear conciencia sobre la necesidad de rezar y aportar recursos por el surgimiento y mantenimiento de vocaciones sacerdotales y religiosas.
Están organizados en asociaciones que trabajan principalmente en las diócesis y arquidiócesis.
Participan de una estructura llamada coro que además del aporte económico de cada año, rezan todos los días un Padre nuestro y un Avemaría para que Dios envíe sacerdotes santos a su iglesia.
20 y 25%
Antes. Era la cantidad de jóvenes dominicanos que ingresaba a los seminarios.
75%
Ahora. Son los criollos que integran el Seminario Mayor; los demás son extranjeros.