Puerto Plata.- A Máxima Cabrera, madre del sacerdote Víctor Antonio Martínez Cabrera muerto junto a dos parientes en un accidente, las únicas palabras que salieron de su boca fueron: “ha partido al cielo un ángel, un ungido de Dios que cumplió con su misión”.
Máxima, con voz entrecortada, lloraba por quien aún llama “mi niño”, por ser el más pequeño de sus ocho hijos, mientras su hermana Digna Martínez lo definían como un ángel.
El cuerpo del cura católico de la orden salesiana fue primeramente velado en la iglesia La Altagracia, del barrio Conani, comunidad que lo vio crecer y donde tenía previsto celebrar la primera eucaristía, un día después de ser ordenado sacerdote.
Sus 13 hermanos, sus sobrinos, sus mismos y compañeros de hábito definen a Kiko, como era llamado por sus amigos, como un ángel “que se ganaba el corazón de la gente por su trato afable”.
En la manzana 18 de dicha barriada, donde reside la familia del cura católico, los vecinos prácticamente se lanzaban al ataúd encima y lloraban al fallecido como si fuera un familiar cercano.
Martínez Cabrera, de 29 años de edad, regresó recientemente de México donde pasó tres años. Murió en la llamada Curva de la Virgen, cuando junto sus parientes Manuel Jerez y Petra Jiménez, se dirigían a Puerto Plata. En el accidente resultaron heridos Anny Patricia Jerez y la mexicana Verónica Núñez, ambas recluidas en un centro de salud.