Kauffman Stadium, Kansas City, Missouri.- Como todo héroe con un pasado, Melky Cabrera tiene su historia. La misma descubre al joven que tocó la cima tras salir de los Yankees de Nueva York al cometer el craso error de no mantener su físico como debía, mientras una inmadurez rampante se apoderaba de su ser y los obstáculos no hacían más que amontonarse.
Todo un personaje tras apoderarse de la fiesta de las Grandes Ligas, como también se le llama al Juego de Estrellas, Cabrera habla con elCaribe sobre cómo fue importante para él reconocer que andaba por el camino equivocado para entonces recuperar el terreno perdido.
“Yo me descuidé demasiado”, es la primera reacción de Cabrera en su entrevista. “Era inmaduro. No me da vergüenza decirlo porque uno en la vida aprende de esos errores. Estaba en la pelota, pero no me dedicaba lo suficiente o como tenía que hacerlo”, dice. Lo primero era que el hoy jardinero de los Gigantes estaba fuera de la República Dominicana, pero no podía sacarse al dominicano por dentro. Su régimen alimentario era el mejor ejemplo de lo que no se debe hacer para mantenerse en pelota.
“Comía demasiado y desordenado. Engordé mucho y eso me afectó. Descuidé mi físico y de esto es que uno vive”, admite el nativo de Haina.
“Eso era comiendo a todas horas, lo que fuera”, añade.
Una combinación de sobrepeso más horas de diversión no puede dar otro resultado que no sea pobre rendimiento, como le sucedió con los Bravos de Atlanta luego de ser canjeado de los Yankees, equipo con el que fue campeón en 2009.
Reglas para mejorar
Así como nadie aprende en cabeza ajena, dice el refrán, Melky se dio cuenta de que los seres humanos reciben dos oídos y una boca, por lo tanto es mejor escuchar más que lo que se habla.
O se dedicaba de lleno o lo que le esperaba era terminar de desplomarse en el precipicio que le aguardaba. Para reubicarse, el camino era lo más parecido al entrenamiento de los cadetes en esas bases militares donde ser excelente es la única opción.
“Entendí que estando en República Dominicana no lograría las metas que me he puesto en mi carrera ni aprovecharía el talento que Dios me dio”, dice un Cabrera que ha mejorado bastante porque antes hablaba poco con la prensa debido a su timidez.
“Así que en los últimos años me voy a Miami a trabajar sin descanso con mi entrenador. Poco descanso y mucho, pero mucho trabajo fuerte, pero estoy viendo los resultados, gracias a Dios”, comenta.
“La gente me pregunta que si es que no me gusta mi país y no es eso. Es que tengo que seguir con mi programa. Yo estoy del trabajo a la casa, como quien dice, y me dan mi dieta como debe de ser para no engordar ni entrar en libras”, dice el nuevo integrante del club de los vegetales, carne sin grasa y el pescado al por mayor y detalle.
¿Entonces el arroz en cantidades industriales desapareció? “A veces me dejan comer un poquito, pero ya no como antes. Era inmaduro y eso me costó, pero aprendí qué es lo importante y no puedo caer en eso”, dice.
200 hits en la mira
Cabrera está al tanto de que no muchos dominicanos han tenido dos temporadas consecutivas con 200 o más imparables.
De hecho, el grupo se reduce a dos integrantes: Mateo Alou y Robinson Canó. Dicho esto, Melky no esconde sus deseos de unirse al exclusivo círculo.
“Para mí sería un honor dar 200 hits de nuevo. Es una forma de como dominicano seguir logrando cosas buenas en este juego y eso también quiere decir que estoy ayudando a mi equipo a ganar”, señala.
Cabrera tiene 119 inatrapables para los Gigantes, equipo con el que ha hecho todo un nombre que es sinónimo de hit.
Si se mencionaran jugadores valiosos para San Francisco, el nombre del hainero debe estar en la primera fila.
“Uno trabaja fuerte para ganar. Mi meta es estar en base, tratar de anotar carreras y jugar buena defensa. Me siento en salud hasta el momento y espero con Dios por delante seguir así para volver a dar 200 hits y también estar en los playoffs con mi equipo”, dice.
Apoyo de su madre
Melky viene de una campaña con 200 o más hits con el mismo Kansas City que le vio convertirse en el sexto dominicano que se lleva el premio de Jugador Más Valioso en un Juego de Estrellas.
Se ha ganado el corazón de muchos fanáticos y también se gana el respeto de sus compañeros por su ascenso en el negocio. Dentro de todos esos comentarios, está la inseparable mano amiga de su madre, Teresa.
“Esa es mi mejor amiga, mi todo”, dice el patrullero, que en las Grandes Ligas se conoce como “The Melk Man”.
“Me lo ha dado todo y está conmigo siempre. En las buenas, en las malas. Le doy gracias a Dios por tener una madre que se preocupa por mí las 24 horas del día”, agrega.
Teresa y Dolores, la abuela de Cabrera, no pudieron esconder las lágrimas cuando Melky fue seleccionado MVP del Clásico de las Estrellas número 83 en la historia y con razón, ya que son un reflejo directo de lo que en ese momento vive el corazón.
Melky es otro ejemplo perfecto de que el problema no es caer, sino levantarse.