En los países que cuentan con sistemas democráticos avanzados, los dirigentes políticos de vez en cuando se revisan, adoptan posiciones de bajo perfil, corrigen comportamientos, salen del aire por algún tiempo, renuncian a cargos directivos y hasta se retiran de la actividad política. Aquí nada de eso ocurre.
En estos momentos, por ejemplo, hay una serie de políticos y partidos que están obligados a someterse a un proceso de auto revisión, tomando como referencia los últimos procesos electorales.
Miguel Vargas, para comenzar, tiene que revisarse. En algún momento llegó a controlar todos los organismos de su partido, y tuvo el apoyo de la gran mayoría de legisladores, alcaldes y regidores. Hoy ha visto su apoyo extinguirse. Para muestra, tres botones: Andrés Bautista, Orlando Jorge Mera y Geanilda Vásquez, que llegaron a sus respectivos cargos de la mano del “MVP”, hoy están del lado contrario. Por algo será. No puede ser que todo sea “traición”. Hipólito Mejía no tiene menos motivos para revisarse. Comenzó una campaña electoral con una ventaja holgada, de casi 20 puntos. Nadie pensaba que iba a llegar así al final, pero el hecho de que perdiera lo obliga a evaluarse. Los errores están ahí, a la vista. Está en que él quiera verlos, asumirlos y enmendarlos para procesos futuros. El PRD, en su conjunto, tiene que someterse a una profunda revisión.
Se trata de un partido que cada vez obtiene más votos, pero sigue alejado del poder. En las legislativas le va bien pero no saca senadores y en las presidenciales es el más votado pero no llega a la Presidencia.
Aunque con menos presión, el PLD también necesitará revisarse, no solo por su 37%, que en parte es ficticio, por el porcentaje donado a los aliados, sobre todo a los reformistas. Lo que debería preocuparle es el avance de su principal opositor, que si fuera un poco menos torpe le hubiese ganado las pasadas elecciones.
Y el PRSC, obviamente tiene que evaluarse. En cada una de las tres últimas elecciones ha sufrido una división importante. A los directivos actuales, apesar de que en algún momento hicieron lo mismo, no se les ocurre una fórmula más genial que cerrar las puertas a los últimos que se fueron. La revisión se impone, pero es posible que en ningún caso se produzca.