El merengue tiene su perico ripiao, hubo un tiempo en la que la bachata fue música de amargue y de “guardia cobrao”, y en estos tiempos de avanzada tecnológica gravita un dembow con líricas impronunciables y exponentes (en muchos casos) intratables. ¿La salsa? Aún conserva su swing, aunque ese no tiene nada que ver con Los Hermanos –Bomba– Rosario. Pero además de musical la bomba también explotó en términos lingüísticos y gramaticales, generando un efecto irreversible en la adopción de nombres usualmente impronunciables.
Y ya los artistas, con una inventiva que pocos pudieran superar fuera de nuestras fronteras, dejaron a un lado los motes de una fauna que dio como origen a El Torito, El Caballo, Los Toros Band, Los Potros y El León (Charlie Rodríguez). Nombres estos propios de la sencillez de esas figuras que a principio de sus carreras, cuando salían del anonimato, poco importaba en ese momento, pero que luego adquieren fama como El Camarón Elvis Martínez, que ahora ha preferido apodarse El Jefe.
Porque eso de El Cata es un diminuto aceptable de Catalino, como le decían a Edward Bello Pou, nombre de pila del exponente urbano que saltó a la fama mundial gracias a la “Rabiosa” de Shakira. Hoy, Julián Oro Duro no llega a plata (metal precioso muy en boga aunque sus precios aún no superan los del oro), y El Sujeto ya no tiene un público que sea su predicado en esas fiestas que antes amenizaba ante cientos, a veces miles, de seguidores que dejaron a un lado la lengua española para seguir a un Mambo Violento más pegajoso gracias a Omega.
Quizás, el universo musical acogió ejemplares que como estrellas fugaces no dejaron estela rítmica que hoy pudiéramos recordar aún cuando se hacían llamar de una manera tan peculiar como El Asicalao, El Natural (Richie Ricardo), Las Chicas del País, Las Caribeñas, Tito Swing, El Prabú (hoy Yóskar Sarante), Sandy de La Vega, El Mesclador (un albañil que dejó el oficio para probar suerte con la bachata). Pero la suerte no le probó a quien se conoció poco a pesar de su éxito “La loca”.
¿En el nombre de la rosa?
De la bachata urbana, estilo musical que surgió en la diáspora en las urbes del Este de Estados Unidos, principalmente, surgieron intérpretes y agrupaciones con un ingenio y un marketing más efectivo y perdurable. Hoy, Prince Royce viene transitando por la vía que dejó despejada Aventura, mientras que Romeo Santos interpreta esos éxitos que le han permitido seguir como el rey del género. No ha sido así por estos predios, aún cuando tenemos a un Príncipe de la Bachata (Frank Reyes), mientras que Anthony Santos se hizo llamar El Bachatú, y ya citamos a El Camarón que ahora se denomina El Jefe.
Luis Vargas una vez fue El Rey Supremo, antes de que El Chaval de la Bachata entrara en escena. México tiene desde hace unos buenos años al Sol Luis Miguel, pero los dominicanos se agenciaron a su Luis Miguel del Amargue.
Raulín Rodríguez dejó de ser El Cacique, Joe Veras todavía se considera El Hombre de tu Vida. Un asunto de bachata tradicional, bachata urbana o música de amargue. De esa primera etapa del género, se recuerdan a los pioneros: Luis Segura El Añoñaíto, Mélida Rodríguez era lo mismo que La Sufrida, en tanto, Aridia Ventura fue La Tremendísima.
Apodos que adquirieron forma de nombres propios, por encima de la lógica que impone el sentido común al momento de “declarar” a un bebé ante las oficialías correspondientes. Tuvimos a El Zafiro Carlos Manuel, a un Aníbal Bravo que le nombraron El Comandante, Jerry Vargas se erigió en El Nazareno, Cuco Valoy apeló a sus convicciones para autonombrarse El Brujo y Juanchy Vásquez asumió El Galeno, con el pretexto de que en la universidad estudiaba medicina.
La modernidad, en tiempos del iPad, los eBooks, la BlackBerry y otras menudencias tecnológicas, con una base enraízada en la cultura del barrio, ha traido consigo una diversidad de nombres inimaginables hace poco más de una década. La mayoría de ellos surgidos bajo la sombrilla de la música urbana, esa que se cultiva líricamente en el lenguaje propio de la juventud que hace vida en los sectores populares. Unos tan divertidos como Los Pepes, Los Teke Teke, Vakeró, La Materialista, Milka La Más Dura, Mr. Manyao y El Lápiz Conciente.
Pero el ingenio se manifestó con creces en la inventiva de sobrenombres como Toxi Crow, Black Point, Pablo Piddy, Villanosam, Secreto El Famoso Biberón, El Negrólogo, El Musicólogo, Mini Black, El Jeta, Mozart La Para, El Fother, Erickson Flow, Sofoque y Mandrino, El Poeta Callejero, Nitro Guzmán El Supermán, Pedro El Arquitecto, Mítiko…. en fin.
Unos más en serio, otros un poco en broma, pero todos estos nombres forman parte de un universo en el que gravitan los rasgos de identidad de un pueblo que no ha dejado de acoger a esas figuras que salieron de las entrañas de una sociedad que limpia el piso con un suape, término que quizás hoy dio origen a quien saltó a la escena como “El Chuape”, autor de ese mega hit “Pónme to’ eso pa’lante”.
El Camarón
Bachatero que se duerme, no se lo llevará la corriente, porque para ello está Elvis Martínez, ahora El Jefe, antes El Camarón.
Pakolé
No tratemos de buscarle un significativo al variopinto estilo lingüístico de nuestros artistas. Aquí está el Pakolé.
Kalimete
El merengue urbano cuenta con este exponente que da sus sorbos musicales a nivel de “Kalimete”.