Al momento de decidir comprar un vehículo, de manera especial si se trata de uno usado, las personas tienden a realizar todo tipo de indagatoria relacionadas con el mismo: la marca, si las piezas se pueden conseguir fácilmente en el mercado local o no, el kilometraje y el lugar de fabricación, entre otras tantas cosas, con la finalidad de no equivocarse en la selección del mismo.
Cuando el uso del automóvil ha sido local, por lo general, tiene mucha importancia el tipo de dueño al cual durante “x” tiempo este perteneció. Aparentemente, se toma una serie de elementos para no caer en un error una vez el auto entra a formar parte de sus pertenencias.
Este ejemplo me permite abordar un tema que durante mucho tiempo ha sido de grandes cuestionamientos en mi posición de especialista de la conducta humana: se trata de la forma en que por lo general son seleccionadas las personas que se encargarán de velar de lo más importante que tienes: tu familia.
Es en la familia desde donde se tienen que producir los cambios necesarios para con ellos poder lograr lo que de manera unánime se está pidiendo y esperando, “un cambio en todos los ámbitos de nuestra sociedad”.
En estos momentos se puede percibir cómo la sociedad dominicana, algo que no he visto en años, tiene grandes esperanzas puestas en la persona seleccionada a dirigir, después de Dios, el destino de nuestra nación para lograr dicho cambio. Es tiempo de que cada cual, desde su lugar, empiece e intente cooperar para que, independientemente de como está el mundo, la República Dominicana pueda tener la transformación que, de manera especial, las autoridades eclesiásticas de diferentes denominaciones día a día hacer un llamado al aporte colectivo a través del cual se logre un cambio en todos los ámbitos sociales.
Servicio doméstico
Retomando el ejemplo de la selección de un vehículo, quiero plantear la poca importancia que se le da a la selección de la salud mental y procedencia de las personas que involucramos en forma directa, tanto dentro del entorno familiar como de trabajo.
Como si fuera sencillo, llevas a tu casa a alguien en cuyas manos dejarás el cuidado de lo más preciado e importante que tienes: tus hijos.
Esta persona entra a formar parte directa de tu hogar, tanto así, que, por lo general, duerme bajo tu mismo techo, conoce todos los rincones de tu casa, prepara los alimentos que se va ingerir toda la familia.
La llevas a tu casa recomienda por alguien y, desde el primer día, porque tienes que irte a trabajar, entregas a esa persona la responsabilidad de tu hogar.
Las recomendaciones usualmente se obtienen a través de la doméstica de una vecina o un familiar, en algunos casos, vienen de agencias que se dedican a reclutar personal para realizar este tipo de trabajo.
En algunos casos, no tan comunes, suelen hacerse análisis de laboratorio para revisar el estado físico de las mismas.
Sin embargo, no se toma en cuenta hacer una evaluación de la parte más importante, que es la condición emocional o salud mental en que esta se encuentra.
Es por esto, que hemos visto situaciones catastróficas producidas precisamente por problemas no resueltos en términos emocionales que pueden tener estas personas.
Personal de seguridad
Pero ese no es el único caso. Hace alrededor de un año viví la experiencia de una amiga que, al perdérsele algunas cosas de su vehículo dentro del parqueo de su condominio, decide investigar, a través de la policía, y descubre que aquel quien tenía la responsabilidad de cuidar el condominio, había cometido actos delictivos, incluyendo violación sexual.
Con relación a las personas encargadas de la seguridad de condominios y viviendas, los propietarios tienden, en vista de que este es llevado por una empresa responsable o una recomendación parecida a la anterior, a no interesarse ni siquiera por saber el nombre que como individuo le corresponde. A este lo bautizan simplemente como “el guardián, el muchacho o el señor que cuida”.
Aparentemente, nadie se detiene a pensar la importancia que tiene esa persona que, al igual que el servicio doméstico, tiene la responsabilidad de mantener la integridad física de todos los individuos que allí habitan.
Choferes… otro caso
Mi padre, a quien nunca le gustó manejar, su último chofer permaneció 30 años a su lado, acompañándole hasta el final de sus días. Este se convirtió en su amigo, hermano; y, recuerdo una frase muy repetida por él, medio en broma: “Yo sin este chofer no soy gente”, y se reía.
La decisión de escoger un chofer tiene mayores implicaciones e importancia que la que suele dársele, ahora más que nunca.
Al momento de expedirse una licencia de conducir, se hace examen de la vista, teórico y práctico; pero, no se toma en cuenta, ni hay un departamento a través del cual se determine el estado psicológico en que se encuentra esa persona, para poder recibir ese documento que lo acredita como un ente emocionalmente sano, por medio del cual se le autorice a conducir un vehículo de motor.
Si miramos en nuestras calles la forma suicida en que manejan los choferes los vehículos de carga, como: patanas, camiones y autobuses, entre otros; es obvio que el estado mental de éstos no ha sido evaluado psicológicamente. Una gran causa de muerte en nuestro país es ocasionada por accidentes de tránsito producidos por conductores imprudentes y desequilibrados.
Definitivamente hay que empezar desde las más altas instancias a tomar medidas importantes, concernientes a lo que significa la salud mental de una sociedad, y más aún el cuidado y profilaxis de la misma.