Hace cinco años, un grupo de mujeres de Palmar Grande, una empobrecida comunidad del municipio Altamira, en Puerto Plata, decidió echar a un lado su rol de amas de casa, limitado solo a labores domésticas, para dedicarse a producir dinero y así mejorar las condiciones de vida de sus familias. Aquel “ya basta” a la resignación de cocinar, lavar y atender a sus maridos, sin contribuir desde el punto de vista económico al sustento de sus hijos, se produjo en el 2007.
Hasta ese año, estas valientes campesinas desconocían otra “entrada” a los ingresos familiares que no fuera la que sus esposos llevaban a casa al final de la jornada. “Ahora somos empresarias”, expresan, cual si se tratara de un ensayo de poesía coreada. Y no exageran al decirlo.
Estas mujeres son las responsables de una pujante fábrica de chocolate, enclavada en una localidad donde la gente vive de “echar días” en fincas de cacao, del motoconcho y, los más desafortunados, sobreviven de la “gracia de Dios”.
Todo empezó cuando al suizo Erich Roesli se le ocurrió pasearse por Palmar Grande y compartir su experiencia como fabricante de chocolate.
El extranjero prendió la chispa del entusiasmo a las damas que ya tienen su propia empresa: Chocolate de la Cuenta de Altamira (Chocal), que el año pasado generó beneficios netos de 70 mil pesos. Nada mal para un proyecto que aún no cuenta con un mercado formal.
Las ventas se hacen directamente a particulares, colmados y en ferias donde se exponen diversos productos. Estas mujeres tuvieron la visión para comprender que la idea del señor Roesli era espléndida, aunque sabían que estaba cruda y había que darle forma. No fue nada fácil.
No faltó quien les dijera que fabricar y comercializar chocolate era un negocio para gente de dinero. “Por ratos, creíamos que no lo lograríamos”, recuerda Luz Melencia Parra, coordinadora de Chocal.
Nada las detendría. Ni siquiera esas voces fatídicas que intentaron ensombrecer sus metas de desarrollo. Buscaron asesoría de la Fundación de Desarrollo Loma y Salud (Fundelosa), una ventana que les abrió los contactos con un mundo exterior que trascendió el cercado de alambre de los sembradíos de cacao de Palmar Grande.
Antes de entrar en confianza con las máquinas de acero inoxidable que usan para procesar chocolate, recibieron tres años de capacitación con varias instituciones, incluyendo el Instituto de Formación Técnico Profesional (Infotep).
Tenían el entrenamiento técnico. El grupo aumentaba y eran 22 las mujeres que deseaban crecer. Pero necesitaban recursos. Entonces Fundelosa se acercó a la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), para presentarle el proyecto y el anhelo de superación de estas mujeres.
Después de tantos tropiezos, las cosas comenzaba a marchar bien. La USAID evaluó el proyecto y decidió apoyar la iniciativa, a través de su Proyecto de Diversificación Económica Rural (RED).
La inversión para el fortalecimiento y diversificación de la procesadora de la Chocal, fue de 6 millones 677 mil pesos, de los que la USAID aportó 2.5 millones de pesos. “Podemos decir que ayudamos a nuestras familias”, dice Noemí Crisóstomo, miembro y directiva de la Chocal. Lo lograron.
Desequilibrio
Según la organización Oxfam, en el país las mujeres están más expuestas a la pobreza que en los hombres. Los hogares encabezados por madres solteras alcanzan un 51% por debajo de la línea de pobreza, frente al 32% de los hombres; el desempleo femenino es entre el 45% y el 50%. Las mujeres son propietarias del 50% de las microempresas, solo del 4% de las pequeñas y medianas.
Ingresos se dividen en partes iguales
Antes de tener las modernas maquinarias para producir chocolate, las mujeres trabajaban de forma artesanal. Hacían pedazos y bolas de chocolate. Actualmente, fabrican bizcocho, cocoa, gofio, café, cereal, bombones e incluso vino de chocolate mezclado con frutas como la jagua, mandarina, mango, chinola y cereza. Su materia prima es el cacao orgánico, lo que les permite competir. El presidente de Fundelosa y asesor de Chocal, Félix Sención, explica que de los ingresos, el 50% se distribuye como beneficio entre las 22 mujeres; el 20% para la reposición de equipos y el capital; un 15% en gastos operativos y el restante 15% a financiar un plan de desarrollo ambiental. Además del 50%, cada mujer devenga un sueldo mensual que oscila entre 4 mil 400 y 5 mil pesos. Aspiran a que al finalizar este año los 70 mil pesos que generó Chocal, les toque a una sola mujer.
Testimonios
Luz Melencia Parra
COORDINADORA DE LA CHOCAL
“Esta ha sido una grandiosa oportunidad que me ha dado la vida. Ahora, no solamente puedo cuidar a mis hijos, sino hacer una labor que me beneficia a mí y a toda la comunidad. También atendemos a nuestros maridos e hijos, porque trabajamos en dos turnos y eso nos da tiempo para estar con nuestras familias”.
Zelania Medina
MIEMBRO-FUNDADORA DE CHOCAL
“En un principio me pareció algo difícil, porque yo solamente conocía el cacao en la mata. Pero me interesó el proyecto y he aprendido bastante en Chocal. Ha sido un cambio significativo en mi vida. Algunos dirán que estamos perdiendo el tiempo, pero hemos sacado provecho”.
Noemí Crisóstomo
MIEMBRO-FUNDADORA DE CHOCAL
“Una de las cosas más importantes que hemos obtenido de este proyecto, es que nos hemos relacionado con gente que nunca pensábamos que íbamos a conocer. Hemos aprendido bastante. Con este trabajo, ahora mi vida y la de mi familia han cambiado mucho. Yo terminé el bachillerato y pude ir a la universidad”.