Ojo de Agua se asfixia bajo humo

Cuando los hornos para producir cal (óxido de calcio) se encienden, el hollín y la humareda negra que despiden los neumáticos que los alimentan se esparcen por los alrededores.

Cuando los hornos para producir cal (óxido de calcio) se encienden, el hollín y la humareda negra que despiden los neumáticos que los alimentan se esparcen por los alrededores.A cualquier hora del día o la noche se siente el fuerte olor a goma de caucho quemada que impregna toda la comarca y afecta a los habitantes de la zona dominada por grandes fincas de cacao.

En Ojo de Agua, un pequeño campo de la provincia Hermanas Mirabal, la fabricación de cal para la construcción y la agricultura (mediante la carbonización a altas temperatura de la piedra caliza) sirve de modo de subsistencia a cientos de personas y provoca un problema ecológico al que las autoridades no hacen frente.

El director del Departamento de Protección Ambiental, Francisco Flores Chang, asegura que el Ministerio de Medio Ambiente tiene inventariado en el país unos 348 hornos de fabricación de cal que hacen uso irregular de neumáticos usados para generar calor.

La mayor parte se localiza en el Sur, en San Cristóbal, en donde en el pasado provocaron movilizaciones sociales de repudio. Los de Hermanas Mirabal, calculados por los “caleros” en unos 40, se ubican en comunidades como Ojo de Agua, La Jagüita, El Gorro, La Yagüiza y Jayabo.

Algunos operan incluso en el lecho del río Cenoví, afluente del que extraen las piedras calizas.

“El Ministerio de Medio Ambiente lo que ha hecho es un inventario. Es un problema social porque los hornos son operados por personas de escasos recursos económicos y lo que buscamos es que quemen un tipo de combustible que sea barato y menos nocivo a la salud y al medio ambiente”, dice Flores Chang.

Amarante de la Cruz, un productor que opera una fábrica de cal con cuatro hornos, se muestra renuente porque -según asegura- teme más “a la prensa que a Medio Ambiente”. Explica que hace tres años un estudio de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) determinó que la quema de neumáticos afectaba la salud y el medio ambiente, razón por la que las autoridades le clausuraron ocho hornos que tenía en Ojo de Agua Arriba.

“La otra vez vinieron la gente de la universidad y después las autoridades me enviaron una carta para clausurarme el negocio, dizque hasta nuevo aviso, y todavía estoy esperando… Había comprado los hornos en un millón y pico de pesos y lo perdí todo”, dice De la Cruz.

Entonces, esperó que las autoridades olvidaran el tema y se estableció de nuevo a pocos kilómetros. Esta vez cerca del río Cenoví , en donde operan cuatro hornos que queman miles de neumáticos a la semana. Para ello recoge las llantas viejas con varios camiones que se desplazan por ciudades como Santiago, Salcedo y Moca.

“Yo no trabajo para mí, porque tengo qué comer, trabajo para la comunidad porque aquí no hay fuentes de empleos…”, dice.

Gran impacto ambiental

El ecologista Luis Carvajal cuenta que la Academia de Ciencias comprobó los daños ambientales provocados por los hornos de cal hace unos años a requerimiento de los directivos de una escuela y las monjas altagracianas que tienen un hospicio se quejaron de que el humo de los neumáticos afectaba a los alumnos y a los ancianos.

Carvajal explica que los hornos tienen un amplio impacto ambiental en los que se queman centenares y a veces miles de llantas por cada ciclo productivo, con lo que liberan al ambiente humo y el hollín “sin absolutamente ningún mecanismo de control”.

La comisión de la Academia, encabezada por una especialista en toxicología, determinó que el problema se manifesta en la liberación de una fina ceniza que afecta la salud porque la gente la respira, en un fuerte olor a caucho quemado que se agrava con la dirección del viento y en la acumulación de llantas que se convierten en hospedaje de mosquitos, pese a la capacidad del humo de matarlos y espantarlos.

“Encontramos un elemento extraño y es que prácticamente toda la comunidad, a pesar de que se quejaba, apoyaba la práctica de producción de cal, pese a que viola la Ley 64-00 sobre Medio Ambiente y Recursos Naturales”, dice.

Para fabricar la cal se requiere someter la piedra caliza a un intenso proceso de calor que dura 48 horas. Un solo horno requiere un mínimo de 350 neumáticos y una inversión que, según los productores, puede rondar los 30 mil pesos. Una funda del producto, que se utiliza en la construcción, se vende por 60 pesos en el campo y hasta por 100 pesos en ferretería.

En el proceso intervienen varios obreros que devengan pagos por ajuste. Joaquín Brito, de 25 años, y su hermano, Juan, de 18, mantienen un horno encendido durante dos días, a cambio de 500 pesos para cada uno.

Mientras atizan las llamas mastican tabaco para soportar sin pasmarse el intenso calor del ambiente. “Hemos quemado como cinco al mes. No es diario porque uno no aguanta la candela en los brazos, se le hacen muchas ronchas en la piel a uno”, dice Joaquín.

Una vieja tradición llevada de otra zona

Noris de la Cruz Paulino cuenta que su abuelo, Fidencio de la Cruz Guzmán, fue el pionero en el negocio de fabricar cal en Ojo de Agua. Explica que su pariente se estableció en el lugar en 1902 después de aprender el oficio de unos inmigrantes españoles radicados en Moca. “Antes no se bregaba con gomas (neumático) era sólo con leña”, cuenta.

“Yo me crie ahí en la orilla de los hornos y nunca ni gripe me ha dado”. También estima que la cal, como producto, no hace daño, “porque de ser así mis huesos estuvieran blancos”.

Voces encontradas

 

Roberto Almánzar Rosario
Propietario de un horno

Cuenta que durante la gestión de Jaime David Fernández Mirabal en Medio Ambiente recibió presión debido a que una vecina se quejó del humo de su horno. “De eso hace como tres años y Jaime, que era el hombre de nosotros, le dijo a los de ahí de Salcedo, a Santiago Burgos: no te me meta con esa gente, que esa (los hornos de cal) es la finca de ellos…”.

 

Luis Enrique de la Cruz
Comunitario

Muestra preocupación por el humo negro que despiden los hornos y por la extracción de piedras del río Cenoví para la fabricación de cal. “Le están sacando arena (para la construcción), le están sacando piedras para bregar con la cal y le tiran el carbón (hollín) de los hornos y los alambres (de las llantas). Le están tirando todos los desperdicios al río Cenoví”.

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