Dilenia Rodríguez tiene 29 años de edad, es madre soltera de siete niños con edades que van desde los seis meses hasta los 11 años, entre estos un par de mellizos. Viven bajo un techo humilde. Se recogen en medio colchón para dormir, además de todas sus otras miserias. Los niños de más edad tienen la tarea de salir a mendigar para compartir con los más pequeños algunos alimentos al día, mientras los que se quedan en la casa son cuidados por su abuela materna, que está enferma.
Ese cuadro descrito por la periodista Ámbar Mena, de Santiago, provocó múltiples reacciones en la versión de elCaribe digital. La crónica de este miércoles recoge comentarios de lectores que critican a la madre que no se detuvo a pensar en que no podría sola mantener a sus hijos.
Pero un lector comentó: “Da pena esta situación. Lo primero es que esta mujer, si hubiese alcanzado la educación elemental, habría decidido tener menos hijos, y por tanto, no traer tantos niños a sufrir… Ahora la atención debe concentrarse en ayudar para que sus hijos no repitan la historia de su madre y se conviertan también en multiplicadores de miseria”.
En general, las respuestas a este drama están llenas de compasión. No predominan las actitudes condenatorias. Y han habido reacciones en el país y el exterior. Desde Alemania se ha expresado interés en proteger a algunos de los niños, mediante la adopción. Ese ese un trámite complicado. Ya diferentes personas han acudido a auxiliar a es núcleo familiar.
Son estos los dramas que pocos conocen en diferentes lugares de la geografía nacional, que nos indican el estado de desintegración familiar. Como observaba un seguidor del diario, la cuestión es qué tanto se reproduce.
Requiere en lo inmediato solidaridad, reflexionar sobre estas realidades que son el germen de los hombres y mujeres de mañana. Que nos dicen brutalmente qué clase de seres estamos forjando, sin esperanzas. Las secuelas que tanto tememos, las alimentamos en la marginalidad, la pobreza, la injusticia, la exclusión social.