Hace poco tenía una gripe “farándula”: como Shakira, “Rabiosa”; como Venya Carolina, hacía un lío con cada órgano de mi cuerpo con el que se topaba; como Sammy Sosa en el Comité de cine, me desubicaba; y finalmente, provocaba en mi organismo lo que la esposa de Michel El Buenón, cuando canta: deseos de vomitar. En fin, estaba hecha estropajo y sensible a cualquier aroma. Pero, tras la insistencia de un amigo se casaba, fui a su boda.

La noche estaba hermosa, el clima era perfecto, y yo, metida en un vestido de noche, me veía regía; el maquillaje, me asentaba lo feo; pero al “Mechy” (mi carro) estar enferma, me fui en taxi. Y el taxista, me arruinó parte de la noche.

Al montarme, mi nariz detectó un olor raro y yo, dizque para ir acorde con el vestuario, y comportarme como mujer “fina”, eché de lado la sinceridad y le dije de manera tímida: “Ay, pero aquí huele un poco raro; aunque en realidad era un “pocotón” y, específicamente, a “cachimbo” de vieja bruja de campo. “¿Uh?”, pregunta él algo sorprendido. Y tras ese “¿Uh?”, sin preguntar, “schhhhhhhhhh” roció “aromatizador”. Y a seguidas, empecé a toser, lagrimear, me mareé y en cuestiones de segundo mi voz no tenía nada que envidiarle a un travestí.

Quedé ronca. Ahí dejé el abolengo: “¡Ay, chofer, ¡esto huele a cachimbo! ¿Usted estaba fumando con los vidrios arriba? ¡Abusador!”, grité. Y qué les digo, él se incomodó: “¿Cachimbo? Mire, señorita yo nunca en mi vida he fumado tabaco.  Ni siquiera me he puesto un cigarrillo en esta boca. Jum”. “Bueno, don, usted no fumará; pero esto parece una discoteca antes de la Ley Antitabaco”, refuté. “Sí, pero no porque yo fumo… Es que el aromatizador es de tabaco”, dice mientras me muestra el envase que tiene como logo dos tremendos tabacos. “Solo usted y el fabricante compran esa vaina… Y más, montando gente!”, me quejé y baje el vidrio y cogí más brisa de la que pudo coger Dimanchí.

Al llegar, “son RD$200”, me cobró. “Sí, pero tenga RD$150. Le debité 50 pesos por el mal rato; porque ahora huelo a trapito de cocina” (sí, porque nada en el mundo huele peor que un trapo de cocina). “¿Cómo? Óigame, lo que le voy a decir”… quería pelear… Le interrumpí: “No me voy a poner a discutir con esta ropa de gente decente”… “Disculpe, pero ¿nadie le ha dicho que usted es una maldita loca?”… Uf, coja el turno 7.500… Y me apeé.

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¿Quién es Viena Divaluna?
Periodista-bailadora acusada de ser «poco normal». Ni gorda ni flaca, pero más gorda que flaca. Y aunque adelgace para verse y parecer normal, nunca será normal porque esforzarse por ser normal no es normal: ¡es raro!  Puedes seguirla mediante su cuenta de Twitter: @VienaDivaluna

Otros temas de su columna Ciudad de locos:
Un DJ a presente, futuro y suposición
Seré directa: ¡Besémonos!
Los “baila-malo” con otras mojigangas

 

 

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