Solo Dios produce cambios

Los dirigentes de los partidos políticos, especialmente los candidatos presidenciales, siempre fundamentan sus campañas en ofrecerle al pueblo un sinnúmero de promesas con el fin de producir cambios que beneficien a todo el conglomerado social, sin tom

Los dirigentes de los partidos políticos, especialmente los candidatos presidenciales, siempre fundamentan sus campañas en ofrecerle al pueblo un sinnúmero de promesas con el fin de producir cambios que beneficien a todo el conglomerado social, sin tomar en cuenta a Dios.

El rey David, que rigió al pueblo de Israel durante 40 años, cada vez que iba a tomar una decisión, consultaba a Dios, por lo que nunca perdió una batalla y  podía decir: “Más tú, Jehová, eres escudo alrededor; mi gloria  y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé a Jehová y él me respondió desde su monte santo”, (Salmos 3:3-4, 6).

Nuestros políticos luchan por cambios, pero se equivocan de rumbo con  ideas concebidas por ideólogos materialistas, como el capitalismo salvaje, el marxismo y una democracia distorsionada.

Estos ideólogos materialistas conciben los cambios de una sociedad de afuera hacia adentro, creando en el ser humano raíces de amargura y odio en contra de todos aquellos que no estén de acuerdo con sus ideas.

Estas ideas de cambios sociales de afuera hacia adentro subyacen en el subconsciente de los políticos, lo aplican y poco después se dan cuenta de su  fracaso, al no satisfacer las expectativas de los que confiaron en ellos.

El rey David conocía que los verdaderos cambios se producen desde adentro hacia afuera y decía: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmos 51:10).

Los políticos deben tomar en cuenta a Dios, quien se manifestó a través de su hijo Jesucristo, porque es el único que produce los verdaderos cambios exitosos, cuando confiamos en él, y recordar  que el Señor de los señores calma tempestades, cura enfermedades, suple necesidades financieras, transforma los derrotados y tristes en personas victoriosas y completamente felices.

Pero los que viven y actúan de espalda a Dios son aquellos que “agravios maquina  su lengua, como navaja afilada hace engaño, aman el mal más que el bien  y la mentira más que la verdad. Por tanto, Dios te destruirá para siempre. Verán los justos y temerán; se reirán de él, diciendo: He aquí el hombre que no puso a Dios por su fortaleza, sino que confió en la multitud de su riqueza y se mantuvo en su maldad” (Samos 52:2-5, 6-7).

Al respecto, David decía:” Yo estoy como el olivo verde en la casa de Jehová. Y en la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre” (Salmos 52:8).

Por eso fue exitoso el reinado de David, porque puso en primer lugar a Dios, a quien consultaba en cualquier decisión política y económica a tomar.
Miguel Matos es periodista

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