El primer modernizador

Luego de presentar y defender mi tesis de Ph.D. en la Universidad de Columbia en octubre de 1983, regresé al país.  La situación económica era muy tensa. 

Luego de presentar y defender mi tesis de Ph.D. en la Universidad de Columbia en octubre de 1983, regresé al país.  La situación económica era muy tensa.

El acuerdo de Facilidad Ampliada con el FMI que acompañaba a un gobierno que debía enfrentar años de rezagos de decisiones de política económica trascendentales, enfrentaba dificultades para cumplir las metas acordadas.

Podíamos darle vueltas al problema, pero al final, todo se resumía en lo siguiente: éramos de los pocos países del mundo con un sistema cambiario donde el dólar tenía dos precios.

A muchos les parecerá una locura lo que estoy diciendo, pero eso era lo que había heredado el Gobierno perredeísta de  Salvador Jorge Blanco en agosto de 1982 de los 12 años de Balaguer y la administración que presidió Antonio Guzmán.

Había un mercado oficial de divisas donde el dólar se vendía a la par, es decir, a la tasa de cambio de RD$1.00 = US$1.00.  Ante la incapacidad del mercado oficial de atender toda la demanda de dólares que existía a esa tasa de cambio artificialmente baja y cuya modificación requería por mandato constitucional la sanción del Congreso Nacional, el régimen de Balaguer creó un mercado paralelo de divisas, donde la tasa era flexible y determinada por la oferta y la demanda en ese mercado.

Cuando el Banco Central sentía que no podía seguir atendiendo la demanda de divisas para pagar las importaciones de bienes y servicios, la Junta Monetaria, a través de resoluciones, trasladaba parte de esa demanda al mercado paralelo.

La corrupción y el tráfico de influencia que fomentaba este sistema de tasas de cambio múltiples eran enormes.  Todos querían que los dólares para sus importaciones se los vendiese el Banco Central a la tasa privilegiada de 1×1. Y muchos “se esforzaban” para que el Banco Central mantuviese las importaciones de sus materias primas y productos terminados en el apetecible listado oficial.

Un grupo de privilegiados que importaban materias primas y bienes “esenciales” se mantuvieron por años disfrutando del acceso a dólares oficiales a la tasa del 1×1.

¿A costa de quién?  De los exportadores de bienes y servicios que tenían la obligación de canjear los dólares que obtenían de sus exportaciones en el Banco Central, vendiéndolos a la tasa de 1×1. Otros que importaban  bienes suntuarios o no prioritarios, si querían importar, tenían que comprar sus dólares en el mercado paralelo.Eran los tiempos en que se hablaba de la “prima” del dólar.

Durante años los exportadores fueron duramente castigados por esta práctica. Mientras el dólar se vendía a RD$1.50 y luego a casi RD$2.00 = US$1 en el mercado paralelo de divisas, los exportadores tenían que entregar sus dólares en el Banco Central, al 1×1.  Más adelante, el Banco Central trató de compensarlos, otorgándoles unos incentivos cambiarios que llegaron a 48 centavos por dólar cuando la tasa en el mercado libre ya rondaba el 2×1.

La enorme distorsión que existía en el mercado cambiario era la principal barrera para el crecimiento de la exportaciones.  Lo que existía era un régimen de sustitución de importaciones que se negaba a dar paso, como sucedió a finales de los años 50 y principios de los 60 en el sudeste asiático, al régimen de promoción de exportaciones.

El sistema dual de cambio generaba una seria injusticia distributiva.  La mayoría de las exportaciones en aquel entonces se originaban en la zona rural del país.

Dado que a los exportadores se les estaba pagando por sus exportaciones menos pesos de lo que deberían recibir por el cambio de sus dólares, los habitantes de la zona rural estaban recibiendo menos ingresos de los que realmente debían recibir; parte de sus ingresos estaban siendo entregados a los habitantes de las ciudades a través de importaciones subsidiadas a la tasa de cambio oficial de 1×1.

La injusticia cambiaria fomentaba la profundización de la pobreza en la zona rural, y estimulaba el éxodo hacia centros urbanos que no exhibían las infraestructuras en calidad y cantidad suficiente para acomodar la creciente inmigración de habitantes de la zona rural que no encontraban empleos y que cuando lo conseguían, recibían un salario muy bajo debido a la distorsión creada por el sistema cambiario.

Más de 20 años duró esa absurda política económica.  Fue Salvador Jorge Blanco el responsable de tomar la decisión de poner fin a un sistema cambiario injusto y empobrecedor.  El 23 de enero de 1985 se tomó, sin lugar a dudas, una de las decisiones de política económica más trascendentales desde el ajusticiamiento de Trujillo.

Nos referimos a la unificación cambiaria que puso fin a la existencia de dos tasas de cambio para una misma moneda y estableció un sistema de tasa de cambio única y flexible.  Aunque inicialmente el sistema incorporaba una serie de recargos cambiarios para viabilizar la situación fiscal  y moderar lo que el FMI entendía eran beneficios extraordinarios excesivos para los exportadores, los mismos tenían un carácter transitorio.

Las tasas de cambio se unificaron a la tasa de RD$3.28 por dólar, lo que implicaba una fuerte corrección o devaluación del peso en el mercado oficial.  Tal y como había demostrado en mi tesis doctoral, una devaluación de la tasa de cambio oficial para unificar las tasas, daría como resultado una apreciación de la tasa de cambio luego de la unificación inicial.  Y así fue.  La tasa de cambio se fue apreciando gradualmente hasta alcanzar RD$2.82 por dólar en agosto de 1986.

Fue la unificación cambiaria el factor fundamental que explicó el fuerte crecimiento experimentado por las exportaciones de zonas francas y el turismo a partir de 1985.  Las leyes especiales que estimulaban a las zonas francas y el turismo habían sido promulgadas en 1969 y 1971, respectivamente. Sin embargo, hasta 1985, sus efectos habían sido limitados debido a la barrera que imponía el sistema cambiario vigente que penalizaba las exportaciones de bienes y servicios.

Las zonas francas evidenciaron un boom considerable, creando decenas de miles de empleos. De 1973 a 1984 el número de parques de zonas francas se había mantenido en 3.  En 1990 ya teníamos 25. De 120 empresas en 1984, en 1990 habíamos pasado a 331.

Y de 25,657 empleos creados a final de 1984, pasamos a 130,045 en 1990. ¿A qué se debió ese boom?  A la unificación cambiaria ejecutada por el Gobierno de Salvador Jorge Blanco y el desmantelamiento de la sobrevaluación del peso dominicano que durante años frenó las exportaciones y subsidió las importaciones.

Lo mismo sucedió con el turismo.  En 1984 los ingresos del turismo apenas llegaban a los 400 millones de dólares; cinco años más tarde, se habían duplicado, alcanzando US$818 millones en 1990.  El empleo en el sector turismo era de apenas 30,000 empleados en 1984; en 1990 ascendían a casi 90,000.

Fue en el Gobierno de Salvador Jorge Blanco que se iniciaron en el país las inversiones españolas en el sector turismo.  El primer hotel del grupo Barceló de España se construyó durante el Gobierno de Jorge Blanco.

La unificación cambiaria y la liquidación del sistema dual de cambio fue la obra más importante del Gobierno de Salvador Jorge Blanco y constituyó, sin lugar a dudas, la medida más importante en el proceso de modernización de la economía dominicana.

Pero las medidas modernizadoras de Salvador Jorge Blanco no se limitaron al ámbito del sistema cambiario.

Es en su gobierno donde se crea el ITBI luego ITBID, la figura más importante de nuestro sistema tributario.  A pesar de que muchos en aquel momento no entendían la importancia de esa figura impositiva, todos los gobiernos que le sucedieron tuvieron luego que reconocer que aquella había sido la decisión más trascendental hacia la consecución de un sistema tributario moderno en la República Dominicana.

En el ámbito de las telecomunicaciones, si hoy tenemos cientos de empresas de telecable a nivel nacional, provincial y municipal, se lo debemos al Gobierno de Salvador Jorge Blanco, que a pesar de muchas objeciones, tomó la decisión de autorizar la instalación de las primeras empresas de telecable en el país. A ello tenemos que agregar que por primera vez, los habitantes de la zona rural pudieron tener acceso a comunicarse con sus familiares residentes en el exterior por la vía telefónica, gracias al proyecto de telefonía rural que ejecutó el Gobierno de Jorge Blanco financiado por el Gobierno de Japón.

Pero la comunicación mejoró no sólo a nivel de la televisión y la telefonía.  En materia de la infraestructura vial, no podemos olvidar la reconstrucción de la Autopista Duarte, con una inversión de  apenas US$60 millones (US$36 provistos por el BID y US$24 por el Fondo de Inversiones de Venezuela).

Reduciendo el tamaño de la isleta se ahorraron recursos (incluyendo pagos por expropiaciones)  que permitieron llevar la  reconstrucción y pavimentación con 4” de asfalto, de Santo Domingo a Santiago, un gran logro si se tiene en cuenta que en el proyecto original la reconstrucción y pavimentación apenas llegaba al km 28.

Finalmente, es en el Gobierno de Jorge Blanco donde se permite la inversión privada en la construcción y operación de aeropuertos. Fue en ese gobierno que se autorizó la construcción del Aeropuerto  Internacional de Punta Cana, que se ha convertido en un pilar fundamental para el desarrollo del turismo en la región Este del país y en ejemplo de eficiencia que facilitó luego la privatización vía concesiones de la administración, expansión y modernización de los aeropuertos del país.

No tengo la menor duda de que si tuviésemos que elegir al primer gran modernizador de la economía dominicana, la elección recaería en Salvador Jorge Blanco.  A sus hijos Orlando y Dilia Leticia, en medio de la tristeza y el dolor de su partida, les debe llenar de orgullo la enorme contribución que  su padre hizo al proceso de desarrollo económico y social de su país.

Los artículos de Andy Dauhajre en El Caribe
pueden ser leídos en www.miprd.org/andy

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