Una de las cosas más cautivadoras del ser mamá ha sido atestiguar el proceso de madurez de mi hija. La naturaleza determina que niños y adolescentes no pueden conducirse con capacidad de reflexión incompatible a su edad. Hay un prodigioso proceso de consolidación cognitiva asociado al desarrollo cerebral que se completa entre los 20-25 años. Por eso la mayoría de edad en muchos países es a los 21. Los padres, al tiempo que formamos y protegemos, debemos respetar y disfrutar amorosamente las etapas del crecimiento mental de los niños. Me impresiona ver cómo ahora, a sus 22 años, mi retoño acusa el nivel de madurez que anteriormente parecía imposible. Es prodigioso y absoluto que “a su debido tiempo se maduran las uvas”.

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