Brasil

En lo que va de siglo, Brasil se convirtió en paradigma de lo que puede hacerse en democracia en favor de los pobres, bajo un liderazgo de un partido conducido por un hombre salido de las entrañas de su pueblo. Su drama actual tiene que sorprender.

En lo que va de siglo, Brasil se convirtió en paradigma de lo que puede hacerse en democracia en favor de los pobres, bajo un liderazgo de un partido conducido por un hombre salido de las entrañas de su pueblo. Su drama actual tiene que sorprender.

Vimos cómo el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, que gobernó desde el 1 de enero de 2003 al 31 de diciembre de 2010, hasta traspasar el mando a Dilma Rousseff, de su propio partido, ha sido investigado, perseguido y degradado bajo cargos de tráfico de influencia y corrupción.

El drama de la presidenta Rousseff es mayor. Como jefa del Ministerio de Energía y Minas de la administración Lula fue catapultada como una de las personas clave en un desempeño virtuoso de la economía brasileña. Ahora está siendo procesada en el Congreso.

Para muchos, Brasil había arrancado hacia el pleno desarrollo y el fortalecimiento institucional bajo el liderazgo del Partido de los Trabajadores. Pero como ocurre cíclicamente en América Latina, ahora está en medio de esta crisis.

Lula y Rousseff, arrastrados por la misma corriente de corrupción que se llevó la imagen de éxito de la vieja administración, aparecen como los principales responsables.

Toda esa trama de reparto de bienes públicos envuelve asimismo una lucha por el poder, no sólo para “erradicar” la corrupción, sino para separar a Dilma y compartes del gobierno, que debe concluir en el 2018.

Rousseff está sometida ante una comisión de la cámara baja del Congreso que evalúa si la mandataria violó las leyes fiscales del país para esconder un déficit presupuestario. Y decidirá si aprueba el juicio político. Su vicepresidente Michel Temer, que está jugando a la política, ya es objeto de una orden de un magistrado para que la Cámara de Diputados abra los trámites para un juicio político en su contra, similar al proceso que se sigue a Rousseff.

Al margen de las motivaciones profundas de la crisis, tememos una interrupción de un período constitucional antes del tiempo previsto. Brasil está en un tramo peligroso.

Lo deseable es que el orden institucional no sucumba y que encuentren la mejor salida para los brasileños.

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