El paso de una vida por el corazón de otra deja luz o sombras, códigos o cicatrices, divide el alma en quienes hemos sido sin ella y en quienes nos convertimos por su influencia. Llegamos tarde o temprano con fecha de expiración y en modo de préstamo, como una lectura con páginas imborrables de una historia común. No hay una nube, una ola o una piedra semejante a otra, y asimismo todos hemos sido “algo” en el corazón de alguien, una palanca, una mano sincera, o voz que canta lo que nuestra voz no puede, quizá esa lección inolvidable cuya luz abre nuestros ojos al amor o al desprecio y que finalmente desata el capullo al primer día de una primavera inesperada, y lo que antes no estaba quedará para siempre.

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