Lo llamaron ‘Rey del Merengue’ y ‘Negrito del Batey’, pero su nombre airoso, desde que vio la luz en 1920, hubo de ser Joseíto… Joseíto Mateo. La madre, canta’ora de velatorios, le arrastró la inspiración musical. “Lo mío –decía él, risueño— vino del Espíritu Santo”. Fallecido a los 98, encarnó la plenitud del merengue por más de 80 años. “Mis amigos ya se fueron, se han ido todos al cielo”. Pero ninguno, vivo o muerto, cantó como él. Y nadie, nunca, pudo hilvanar las piruetas del merengue con la limpieza de este ‘diablo Mateo’.

Él saltaba y corría el escenario con la levedad misteriosa de Fred Astaire o Gene Kelly. La calidad y el registro de su voz eran insuperables. En el fraseo, emulaba las inflexiones del saxofón o la síncopa cerril de la tambora.

Una ingénita chispa verbal floreaba también en Joseíto. Como regato de palabras (y de ficticios ademanes) lo tendremos aquí, cifrando recuerdos a medio camino entre la memoria y el ensueño (PDM)

Entrevista a Joseíto realizada en 1985 por Paul Austerlitz (*) (fragmentos editados)

Paul Austerlitz: ¿Y él (Luis Kalaff) vivía en Nueva York?
Joseíto Mateo: Sí. Con esa orquesta el merengue empieza a cambiar. El bajista que tocaba con Kalaff era puertorriqueño y tocaba el bajo como salsa. El merengue entonces cogió un sabor entre puertorriqueño y dominicano. Kalaff entra en ese club, en la gran era de la música latina donde estaban Tito Puente, Tito Rodríguez. En 1963 yo le digo a Kalaff que me quiero ir a Estados Unidos. Él consiguió que el dueño del club me contratara como atracción a cantar con Luis Kalaff en el club Caborrojeño. En eso estaba yo ilegal y me “chivatearon”. Me mandan a buscar de inmigración y voy con el acordeonista Isidoro Flores. Nos dicen: “Ustedes están tocando en el Caborrojeño sin permiso. Ustedes no ‘poder’ tocar ahí porque ustedes no ‘estar’ legal. Ustedes no ‘venir’ aquí a tocar. Ustedes ‘ser’ turistas”… El acordeonero le dijo: “Pues me voy para mi casa. Váyanse al carajo ustedes con su vaina”. Entonces nos botaron de inmigración (risa). Yo vine para República Dominicana. Empecé a hacer mis papeles y cuando la revolución estaba en sus buenas aquí, me llegó la residencia. Así yo vuelvo a trabajar en Estados Unidos.

El primero que lleva el merengue al Madison Square Garden a nivel de concierto en grande soy yo. Un empresario norteamericano quería llevar a Félix del Rosario y los Magos del Ritmo pues era el conjunto que estaba acabando. Entonces un puertorriqueño encargado de contratar los grupos latinos, le dice: “¿Por qué vas a buscar a un conjunto de Santo Domingo si aquí está el Rey del merengue, el mejor cantante?”. Y el americano dice: “!Oh, the King of Merengue, beautiful! Búscame ese hombre”. Me buscan y me dice el puertorriqueño: “Joseíto, tengo un trabajo para ti en el Madison Square Garden. Te van a dar 2,000 dólares para un show. Tú te haces un ventú” (eso es un ven tú, ven tú, y así se ponía un conjuntito de merengue). Para que saliera mejor yo busqué a Primitivo Santos (que) tenía la mejor orquesta de Nueva York. Yo le digo a Alberto Beltrán: “Conseguí un trabajo”. Entonces entramos al Madison Square Garden con una cartelera que decía: Joseíto Mateo, Alberto Beltrán y Primitivo Santos. En ese concierto había salsa y to’ lo que era latino, pero necesitaban merengue para los dominicanos pues ya la colonia estaba grande.

PA: ¿Y cuándo fue eso?
JM: En el 1967. Yo también fui el primero que cantó un merengue en el Carnegie Hall. Fue cuando llevaron a Rafael Solano, ese gran compositor de la canción (canta “Por Amor” que pegó mundialmente. Entonces Solano me llevó a ese show a cantar merengue.

PA: ¿Cuándo cantó en el Carnegie Hall?
JM: Ya eso viene siendo como en el 1970 ó 72.

PA: ¿En un concierto de merengue?
JM: No, un concierto homenaje a Rafael Solano y su orquesta, pero quien cantó los merengues fui yo. Se cantaron otras cosas, pero lo que abrió el espectáculo fue el merengue. Yo fui también el primero en cantar merengue en el Teatro Nacional.

PA: ¿Cuándo?
JM: Eso fue para los XII juegos cuando vino el ballet folclórico de Cuba. Cada vez que yo salía a cantar, los cubanos comunistas salían todos a oírme y a verme porque les gustaba lo que yo cantaba…

PA: ¿Cómo piensa usted políticamente y cuál es su objetivo con los merengues políticos que está haciendo hoy?
JM:Los cantantes de merengue siempre le hemos cantado a los políticos y a los jefes y a todo el que tenga dinero, a quien le podamos sacar algo ya que siempre hemos sido pobres. Ahora es que de la noche a la mañana se puede hacer dinero porque viajan a Estados Unidos y le pagan mucho por los bailes. Cuando yo era joven no se pagaba, así que éramos muy pobrecitos. Y le tocábamos al jefe militar para que no nos llevara presos o si caíamos presos, para que nos soltara.

Cuando llega la dictadura de Trujillo ya no le cantábamos para alabarlo sino como una obligación. Los que querían conseguir algún favor del jefe le pagaban a un músico para que (hiciera) un merengue a Trujillo. Entonces lo mandaban al Partido Dominicano (solamente había un partido) y a la Voz del Yuna donde yo era cantante. Te estoy hablando del 1947 y como yo era el primer cantante de esa época, entonces siempre querían que yo cantara los merengues. Tenía que cantarlos a veces sin querer cantarlos…
Una vez yo llegué a ser ahí el que supervigilaba los merengues de Trujillo, porque un día mandaron un merengue que era muy malo y muy feo, entonces yo dije que no iba a cantar eso. Me llevaron a la dirección general y el jefe de la empresa me preguntó por qué no quería cantarle ese merengue a Trujillo. Yo dije que no porque no iba a cantarle eso tan malo al jefe.

PA: ¿La música o la letra?
JM: Era todo malo. Yo le dije que ni la música ni la letra servían y que no era justo que a nuestro querido jefe se le cantara esa cosa tan fea (risa). El respondió: “Ah sí, es verdad. Nombren a Joseíto encargado de revisar todos los merengues que manden para Trujillo” (risa). Entonces todo el que mandaba un merengue para Trujillo tenía que pasar por mis manos, y si a mí me daban una propina entonces yo decía que sí, que estaba bueno (risa).

Es extraño, pero yo nunca le compuse un merengue a Trujillo.Yo le cantaba porque tenía que cantarle, pero no le compuse. Ahora al doctor Balaguer sí le estoy haciendo un long playing. Una vez en el Hotel Embajador donde estaba la alta sociedad, quisieron sacarme en cara el que yo le canté a Trujillo. Alguien me voceó: “¿Por qué no canta los merengues a Trujillo ahora?” Y yo le contesté: “Sí señor, yo los cantaba, pero ustedes los bailaban”. Mucha gente se puso de pie a aplaudirme. Tú que eres músico sabes que nosotros los músicos no gozamos cuando estamos tocando, que es un trabajo y que a veces estamos sufriendo, sudando y cansados. El que está gozando es el que está bailando. Toda la vida los músicos y los cantantes le hemos cantado a la política. En los países comunistas la gente le canta a su revolución, entonces yo puedo cantarle a mi democracia.

PA: ¿Qué significa la palabra merengue?
JM: Sinceramente yo mismo no sé qué significa… En Cuba hay un dulce llamado ‘merengue’, nosotros aquí le llamamos ‘suspiro’.

PA: Una persona me dijo que merengue significa… no sé cómo se dice en español, una cosa sexual.
JM: Puede ser que tenga algo de sexual porque el merengue es una música de ventaja que te da de abrazar a la mujer y la mujer al hombre, al menos el merengue de antes. Ya no, porque el merengue de ahora está tan de pronto que no se puede bailar pegado. Ahora el merengue tiene mucha acogida porque no tiene límite para bailar, o sea que se puede bailar como quieras. Es como la música disco… se baila según el estado de ánimo. Y no se baila igual si uno está borracho o enamorado. En el merengue se puede brincar, saltar, moverse, tirarse en el suelo. Así como lo bailan aquí en los campos que es de donde viene eso. La gente zapatea y uno se va de lado, otro se ‘estralla’ contra la pared o hace muchísimas mojigangas.

PA: Las personas a las que no les gusta el merengue de hoy dicen que antes el merengue se bailaba mejor.
JM: Claro que sí porque el merengue tenía menos complicación, menos problemas. La música era más sencilla. Si el merengue lo tocaran hoy como lo tocaban antes Luis Alberti o como yo con la Orquesta San José, tendría aún más éxito. Ahora las grabaciones son mejores y le ponen violines y sintetizadores. Y si llegamos a un punto que lo cambiamos demasiado, los merengues tradicionales se venderán de nuevo. Ya yo vendo muchos merengues de los de antes. Los turistas prefieren el merengue auténtico al merengue de ahora pues se baila mejor.
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(*) Dr. Paul Austerlitz. Finlandés educado en Nueva York. Etnomusicólogo y saxofonista. Autor de los libros: ‘Merengue: Dominican Music and Dominican Identity’ (1997) y ‘Jazz Consciousness: Music, Race, and Humanicy’ (2005). Profesor de Etnomusicología y Estudios Africanistas en Gettysburg College, EE. UU. En República Dominicana: Miembro Correspondiente de la Academia de Ciencias; Profesor (con beca Fulbright) en la UASD y el Conservatorio Nacional de Música.

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