El presidente Danilo Medina emite decreto. Palacio Nacional
El presidente Danilo Medina emite decreto. Palacio Nacional

Está claro que hasta 2021, en la República Dominicana no tendremos reformas ni transformaciones económicas, sociales e institucionales de envergadura.

La cuestión fiscal, probablemente la más urgente, ha sido pospuesta indefinidamente porque, con un capital político erosionado, no hay manera de que el gobierno pueda liderar algún tipo de proceso que termine medianamente bien. La falta de determinación en enfrentar la corrupción, el clientelismo y la mala calidad del gasto público ya hace rato que ha comprometido la calidad de las instituciones. Ahora, además, amenaza de forma creciente con hacer que la insuficiencia fiscal y el incremento del servicio de la deuda desemboquen en un ajuste violento, si no, en una crisis. No hay nada inminente, pero probablemente lo habrá en 2020 o 2021.

Y mientras el Estado no tenga dinero suficiente, poco se podrá hacer para avanzar en una tarea tan importante como la del fortalecimiento de los servicios sociales básicos. Esto implicaría, al menos, mejorar la calidad de atención en salud, mejorar la calidad de la enseñanza y el aprendizaje, cerrar las brechas de cobertura en educación inicial y secundaria, universalizar la seguridad social, profundizar la cobertura del Plan Básico de Salud, aumentar la cobertura de la red pública de agua, y mejorar las pensiones. También está quedando pendiente mejorar la seguridad pública y el acceso a la justicia.

Sin fuentes alternativas de recursos, tampoco se podrá hacer mucho en aliviar la tributación de los pequeños negocios. Encima de su propia precariedad, cargan con obligaciones tributarias y sociales elevadas para su tamaño y posibilidades. Esto termina comprometiendo el desarrollo y el bienestar material de muchos.

Por su parte, la calidad de la reforma del sector eléctrico quedó comprometida cuando el gobierno tomó la decisión de apostarlo todo a las plantas de Punta Catalina e ignorar, en lo fundamental, el problema principal: las pérdidas en la distribución y la insostenibilidad financiera del sector, que terminan haciendo que la calidad del servicio sea mala. Las nuevas plantas contribuirán solo un poco a cambiar esa situación. El sector eléctrico es un enorme peso muerto con el que cargamos todos, hogares y empresas, y que limita significativamente nuestras posibilidades de desarrollo, en especial las de las industrias y los pequeños negocios.

Tampoco habrá mucho por el lado de las políticas de desarrollo productivo y el empleo. El gobierno insistirá en algunas de las cosas positivas que ha estado haciendo con las mipymes y la pequeña producción agropecuaria como el esfuerzo por mejorar el acceso al crédito y aumentar sus ventas al Estado. Ojalá haya más avances de los que hemos visto en la promoción de las exportaciones y el fortalecimiento de los servicios a las empresas exportadoras. Pero eso es una contribución modesta cuando se piensa en el salto que se necesita dar en la agropecuaria y la industria.

Cielos despejados

Empero, en lo inmediato, la economía dominicana no parece enfrentarse a amenazas significativas. Lo más probable es que, a pesar del alza del petróleo, el año termine siendo uno de relativamente buen crecimiento, aunque probablemente menos de lo que las autoridades proyectan.

La inflación se mantendrá baja y estable. Aunque siempre está llena de sorpresas (como la del año pasado cuando el déficit cerró en más de 30% de lo que se suponía), la situación fiscal parece que será estable o no se deteriorará de manera importante.

Por el lado de las cuentas externas, éstas cerrarán con un mayor déficit que el año pasado por el efecto del petróleo, pero no será una situación difícil de manejar, en parte porque las reservas internacionales son relativamente elevadas, y porque el turismo y las remesas continuarán creciendo y ayudarán a pagar la cuenta.

El crecimiento hasta abril

En el primer trimestre, el crecimiento fue relativamente elevado en ese período: 6.4% respecto al primer trimestre de 2017. Sin embargo, como discutí en entregas anteriores, entre enero y marzo el crecimiento se fue desacelerando a medida en que el estímulo monetario que se introdujo en agosto se ha venido disipando. Mientras en enero la economía creció en 7.1%, en marzo lo hizo en 5.6%.

En abril el crecimiento reportado por las autoridades fue extraordinario: 7.5%. Esto llevó al Banco Central a emitir un exultante comunicado, en el que destacaba que ese crecimiento fue el resultado del continuado impulso del estímulo monetario. Sin embargo, esa tasa tan elevada parece ser, al menos en parte, debido al hecho de que, el nivel de actividad de abril de 2017, contra la cual se compara la de abril de 2018, fue muy bajo: apenas 1.1%. Si el punto de referencia (abril de 2017) es uno bajo, el resultado del mes en cuestión (abril de 2018) tiende a ser alto.

Por esa razón, es preferible la cautela antes que el triunfalismo. Habrá que esperar las cifras de mayo y junio para ver si el optimismo de las autoridades de que la economía cerrará el 2018 creciendo en 5.5% tiene más fundamento que la postura de prudencia que sugiere que probablemente estará por debajo de ese nivel.

La inflación

Los precios han mantenido un ritmo de crecimiento moderado, consistente con la meta de inflación del Banco Central que es de 4%. La inflación acumulada entre enero y abril fue de 0.95%, y la inflación acumulada entre abril de 2017 y abril de 2018 fue de 4.05%. Eso apunta a que al final del año, si no hay eventos extraordinarios como una subida o bajada intensa de los precios del petróleo, la inflación anual cerrará muy cerca de la meta.
No obstante, en estos meses, el incremento de los precios del petróleo ha explicado el comportamiento de la inflación general más que en el pasado. Por eso, la inflación en transporte ha sido más alta que en ítems como alimentos, y también por eso, la inflación en estos meses ha golpeado un poco más a los bolsillos de quienes tienen más ingreso que a los de los que tienen menos. En el pasado ha sido al revés porque los alimentos han subido más de precios que otros productos.

Políticas monetaria y fiscal

Desde inicios de año, la política monetaria retornó a su curso normal. En otras palabras, después de haber “soltado” a partir de agosto, el Banco Central está “recogiendo” de nuevo, buscando alinear la cantidad de dinero disponible con la tasa de inflación y la tasa de devaluación que quiere lograr.

En enero y febrero capturó, mediante la colocación de sus bonos, más de 50 mil millones de pesos. Hay que decir que eso suele hacerlo a inicios de cada año para evitar que la liquidez que facilita en el último trimestre del año cuando la actividad económica crece mucho, se quede en el mercado y estimule la inflación y la devaluación.

Como resultado, desde enero, el medio circulante ha estado contenido, la base monetaria ha declinado y las tasas de interés han subido. Es previsible que esto continúe porque el Banco Central no se va a quedar indiferente ante la presión sobre el precio de las divisas y sobre la inflación que implica el elevado precio del petróleo. La política de contención de la liquidez y mayores tasas de interés deberán moderar el crecimiento, y abona al argumento de que el crecimiento podría ser menor al esperado oficialmente. A eso hay que sumar el efecto mismo de una factura petrolera más elevada.

A estas alturas, el comportamiento de las cuentas fiscales no dice mucho de cómo quedarán hacia finales del año. Debido a que colocó más de 1,800 millones de dólares en bonos soberanos en febrero, en este momento el gobierno tiene mucha liquidez. Pero eso es temporal porque tendrá que gastarlo en algún momento.

La buena noticia para el fisco es que las recaudaciones observan un crecimiento significativo. Entre enero y abril se recaudó 20 mil millones de pesos más (16%) que en el mismo período del año pasado. Ciertamente, una parte importante de ese incremento se debe a ingresos extraordinarios derivados de operaciones grandes como la venta de empresas, pero los que genera el ITBIS y el impuesto sobre la renta a los asalariados también se han comportado positivamente. Las de ITBIS crecieron en más de 14% y las del impuesto sobre la renta a las personas en más de 22%.

El sector externo

Por último, las exportaciones arrancaron con bien pie, aunque es incierto si seguirán con ese impulso. En el primer trimestre crecieron en 8% respecto a año pasado. Las empujaron los minerales, y los equipos médicos y electrónicos. También el turismo creció. Hasta abril, los arribos por vía aérea crecieron en casi 125 mil, y por vía marítima llegaron a 374 mil. Las remesas aumentaron en más de 200 millones de dólares. La contrapartida es que las importaciones también crecieron, y mucho: en más de 400 millones de dólares, en parte empujadas por el petróleo.
En síntesis, no parece que en el año habrá mayores sobresaltos económicos más allá de un petróleo más caro que podría hacer que la economía crezca a un ritmo moderado antes que alto.

Las preocupaciones siguen siendo de mediano y largo plazo y tienen que ver con esa incapacidad o falta de voluntad de quienes tienen más poder de enfrentar las barreras más severas que impiden alcanzar más bienestar.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas