En los últimos tiempos la sociedad dominicana ha estado conmocionada por una serie de hechos violentos y trágicos, los cuales nos llevan a reflexionar profundamente sobre qué está pasando en nuestras familias y nuestros hijos.

Casi todas las semanas vemos un caso donde un padre abusa de sus hijos o agrede a toda la familia, hijos matan a su padres, hombres matan sus mujeres y sus hijos, padre e hijo matan a tres personas por taparle la entrada a su casa, y decenas de casos más, que no encuentran una explicación racional.

En nuestra nación, el centro de las familias, que son los matrimonios, está en crisis y cada día la cantidad de divorcios crece y esto se convierte en una verdadera epidemia. De acuerdo a la Oficina Nacional de Estadísticas, en nuestro país en los últimos ocho años se produce un divorcio cada 10 minutos, y cada divorcio crea una familia disfuncional, es decir, una familia donde no está presente el padre o la madre. Esa ausencia de uno de las padres y el hecho de que el otro progenitor tiene que dedicarse a trabajar para mantenerlos, ha provocado que nuestros hijos se estén criando y educando solos, sin nadie que les modele y les inculque valores.

Y si bien es muy cierto que la familia debe y tiene que ser el lugar principal donde a nuestros hijos e hijas les enseñemos valores como la integridad, la solidadaridad, el amor a los demás, la honestidad y el perdón, entre otros, no menos cierto es que la escuela debe cumplir su papel de ser el complemento para la formación que se da en el lugar.

Pero desde hace mucho tiempo las escuelas han perdido de manera significativa su papel de ser el complemento de la formación en el hogar. La escuela dominicana ha extraviado su misión de enseñar valores a las jóvenes generaciones.

Es muy doloroso constatar el hecho de que la escuela dominicana ha perdido su misión de educar y enseñar valores. Ya en las escuelas dominicanas no se enseña Moral y Ética. En las escuelas no se da patriotismo, en las escuelas no se cantan los valores patrios como se hacía en el pasado y eso era un referente diario en nosotros los alumnos. Los himnos patrios han desaparecido, ya no se canta en las escuelas todos los días. El himno a Duarte, a nuestros Dios, a la propia escuela, a la bandera, a los padres de la Patria, a la buena formación de valores, todo eso se ha perdido y nadie se preocupa por eso.

Y una de las cosas más importantes: Falta Dios en los corazones de nuestros hijos, hijas y de muchos habitantes de esta hermosa tierra. La ausencia de Dios nos lleva a actuar como salvajes, a no valorar la vida humana ni a nuestros semejantes, nos lleva a perder el sentido del deber, del honor, de la solidaridad. Sin Dios en nuestros corazones, la vida pierde el sentido y vemos cómo los seres humanos se convierten en máquinas de asaltar, matar, violar y destruir.

Todos tenemos la responsabilidad de hacer un alto en el camino y luchar porque nuestros hijos e hijos tengan a Dios en sus corazones, por sembrar valores en nuestros hogares, en las escuelas y en toda la sociedad para que construyamos un mejor país y no se repitan tantos hechos dolorosos y trágicos en nuestra sociedad.

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