A propósito de los escáneres del negociazo que culminó el 15 de mayo de 2016 (de lo que todavía debemos 13 millones de dólares comisionables), sugiero que en el jardín de la Junta Central Electoral se ponga una estatua de Roberto Rosario Márquez, como reconocimiento por los valiosos servicio que le prestó a su gran líder (¡Lástima que en Línea Roja nunca tuviera méritos equivalentes!). Pero, por favor, que el escultor no olvide ponerle un antifaz y un macuto lleno de papeletas colgado del hombro izquierdo. (Y que después a nadie se le ocurra espantar a los perros y pájaros que vallan a embarrarlo de… ¡Eso mismo!).

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