Peor que una mala decisión es la indecisión. No decidir, posponer decisiones indefinidamente, resulta a largo plazo más destructivo que decidir mal, aunque en lo inmediato pudiera parecer más cómodo. Y en nuestro país luce que se ha hecho de la falta de decisiones una forma de gobernar. Marchamos permanentemente inmersos en interminables debates sobre cómo hacer las cosas pero el hacer se deja al tiempo, la acción necesaria no se concretiza. Como resultado los problemas se agravan y consecuentemente la toma de decisiones se vuelve más complicada aun. Bueno, con la apertura de las relaciones diplomáticas con China y la ruptura con Taiwán, hemos tenido una de lo que mucho nos falta: decisiones contundentes sobre cuestiones nacionales. Al fin.

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