Ortega: ¡para la violencia!

En un pestañear, una amplia franja de nicaragüenses se lanzó a las calles, en rechazo de un decreto del presidente Daniel Ortega mediante el cual modificó el pasado miércoles

En un pestañear, una amplia franja de nicaragüenses se lanzó a las calles, en rechazo de un decreto del presidente Daniel Ortega mediante el cual modificó el pasado miércoles el régimen de la seguridad social, agravando las cargas de los trabajadores y de los patronos, sin consulta previa.

La protesta fue reprimida sin miramientos. El gobierno utilizó la policía y ante la creciente movilización lanzó a los guardias a las calles, asistidos de bandas oficialistas que habrían participado en asesinatos de al menos 30 jóvenes.

El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), fraccionado en diferentes tendencias, unos en el gobierno, otros en la oposición, recurrieron a los mismos procedimientos de sus antecesores que tanto combatieron con la promesa de redimir a los pobres de las miserias, devolver la plena libertad y construir una nueva Nicaragua.

El presidente Daniel Ortega quiere aumentar en US$250 millones los ingresos del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), mediante la reducción de las pensiones en un 5% y aumentar las aportaciones de las empresas y los trabajadores.

El pueblo nicaragüense, ya cansado de un gobernante que lleva 23 años en el poder, que se reeligió sin oposición, y que colocó a su esposa como vicepresidenta de la República, con vocación sucesoral, en lo que vendría a ser una dinastía al viejo estilo de los Somoza, se excedió al adoptar una medida que ha irritado a los nicaragüenses.

La gente se tiró a la calle contra el decreto que derogó el domingo, pero indignada, ahora acompañada por la oposición, no protesta ya contra la disposición y reclama la renuncia del Presidente.

Una situación de abierta confrontación en la cual los principales protagonistas son jóvenes, en alto porcentaje estudiantes y gente del pueblo, incluso, en barrios y sectores de gran tradición sandinista.

Hay gobernantes que llegaron al poder bajo la prédica de un mundo mejor para su pueblo, incluso desde la óptica de las transformaciones revolucionarias, y han devenido en pesadilla. Las frustraciones no se han hecho esperar.

Agotados los sueños, asistimos a la caída de gobiernos “progresistas” que no pudieron brindar el bienestar prometido. Lo menos que debe esperarse es la represión. Ortega debe detener la violencia.

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