La Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) acaba de publicar un informe de avance de resultados de la Segunda Encuesta Nacional de Inmigrantes en la República Dominicana (ENI 2017). Hay que felicitar a la ONE y a la cooperación internacional que le ha apoyado, por darle continuidad al esfuerzo que inició en 2012 con la primera encuesta. Los hallazgos permiten darles seguimiento a las dinámicas de la inmigración a lo largo de los cinco años transcurridos entre 2012 y 2017.

Las respuestas que ofrece la ENI no se limitan a cuántos inmigrantes hay, de dónde vienen y cuánto han crecido, sino también ofrece información sobre sus edades, si son hombres o mujeres, el lugar donde viven, a qué se dedican, qué nivel de educación tienen, y si tienen relación conyugal. Hay que indicar que el estudio se trató de personas nacidas en el extranjero que residen en la República Dominicana, no de personas que ingresan al país.

Duda y descalificación

Algunos sectores de opinión, apenas se dieron a conocer los números globales, rechazaron sus resultados porque ellos no se ajustaban a sus percepciones. Algunos incluso han cuestionado la integridad de sus responsables.

Las dudas y las críticas son muy importantes y necesarias, y ésta y otras encuestas merecen que se les hagan preguntas difíciles. El tema es lo suficientemente importante como para no ser complacientes. Sin embargo, las críticas no pueden basarse en simples percepciones. Las percepciones pueden ser fuente motivadora, pero no pueden convertirse en referente para refutar datos obtenidos por un instrumento estandarizado. Si se quiere auscultar y se tienen dudas, hablemos, por ejemplo, de metodología y preguntemos sobre los riesgos de subregistro. Pero este tipo de argumentos han brillado por su ausencia en la discusión. La estridencia y la indignación de algunos que creen, sin base alguna, que tenemos “uno o dos millones de haitianos inmigrantes” se apoderó momentáneamente del escenario.
En ese contexto hay que apostar por conocer en detalle los resultados, y ser rigurosos y serios en la discusión. En ese tenor, este artículo provee una síntesis de los hallazgos más importantes de la ENI 2017.

El número de inmigrantes, el crecimiento y su origen

La ENI 2017 estimó que en ese año en el país había unos 571 mil inmigrantes. Esto es el 5.6% de la población. Comparado con 2012, la encuesta estimó que se incrementó en algo más de 46 mil personas, lo que implicó que el ritmo de crecimiento de la inmigración fue superior al del crecimiento de la población nativa e incrementó la participación de la población migrante en la total desde 5.4% hasta 5.6%.

El 90% de los inmigrantes, casi 500 mil personas, nació en Haití. Muy atrás están otros países de origen. Venezuela ocupó el segundo lugar, pero apenas con poco menos de 26 mil personas, o 4.5% de la población total de inmigrantes.

En términos porcentuales, la inmigración desde Venezuela fue la que más creció entre 2012 y 2017 (más de 600%), y fue la segunda en términos absolutos (más de 22 mil personas). La inmigración desde Haití fue la que más creció en términos absolutos (casi 40 mil nuevos inmigrantes en esos cinco años), y en términos relativos creció en 8.6%. Esto fue más del doble del crecimiento de la población nativa.

Sexo y edad

En 2017, el 62% de la población inmigrante era hombres, y el 76% tenía entre 15 y 44 años. En contraste, la población nativa se divide casi igualmente entre hombres y mujeres, y la proporción con edades entre 15 y 44 años era de casi 50%.

Esta elevada proporción de hombres jóvenes indica, como es conocido, que la inmigración es principalmente laboral.

¿Dónde viven y en qué trabajan los y las inmigrantes?

De los 571 mil, 399 mil (70%) vivían en zonas urbanas y 172 mil (30%) en zonas rurales. Aunque la proporción que viven en zonas urbanas es elevada, es menor que la proporción de personas nativas que viven en esas zonas (80%).

Casi tres cuartas partes de la población inmigrante vive en cuatro regiones del país. En la zona metropolitana de Santo Domingo vive el 36%, en el Cibao Norte (Santiago, Puerto Plata y Espaillat) menos del 17%, en el Cibao Noroeste (Valverde, Dajabón, Monte Cristi y Santiago Rodríguez) el 10.5%, y en Yuma (La Altagracia, El Seybo y La Romana) igual proporción.

Es claro que ese patrón de distribución de la inmigración responde a dinámicas productivas y del mercado de trabajo. Los inmigrantes van donde hay trabajo para ellos: en las grandes zonas urbanas donde hay alta concentración de población por concentrar mucha actividad comercial y de la construcción, en los territorios donde hay cultivos específicos, posiblemente evitado por la población nativa por los bajos salarios (como el caso del azúcar y del banano), y en la zona fronteriza por la contigüidad con Haití y la actividad comercial binacional.

De allí que los y las inmigrantes de Haití trabajen principalmente en la agropecuaria (34%), en la construcción (26%), en el comercio (16%), y en alojamiento y servicio de comida, y en el servicio doméstico, cada una con menos de 6%. En esas cinco actividades se concentra el 88% de todos los inmigrantes haitianos que trabajan.

La encuesta encontró que, del total de inmigrantes, que incluye población infantil y adulta mayor, 64% trabaja. En el caso de los de Haití, un 71% trabaja. Sin embargo, menos del 42% de las mujeres lo hace, aunque estas representan sólo algo más de un tercio de la población migrante total.

Al mismo tiempo, la ENI encontró que poco menos del 5% estaba afiliada y protegida por un seguro de salud.

¿Cuánto tiempo tienen en el país?

Comparada con otras comunidades de inmigrantes, la haitiana es una de las más asentadas. El 40% tiene viviendo en el país ocho años o más. Compárese con la venezolana en la que un 72% tiene menos de dos años.

Sin embargo, una proporción relativamente elevada de haitianos (28%) tiene menos de dos años. ¿Cómo es esto compatible con el hecho de que desde 2012 el incremento de la inmigración haya sido relativamente moderado? Es una buena pregunta a la que deberían responder los y las especialistas en migración, pero la migración circular, esa que viene por relativamente largos períodos (meses) y retorna a Haití, podría ser la respuesta. Esto puede hacer que el flujo de migrantes sea elevado, pero el efecto neto en el total de migrantes asentados sea mucho menor.
De hecho, el 40% de los inmigrantes haitianos dicen no tener pareja, un 58% dijo tener, y casi el 50% dijo que su pareja vive fuera del país. Esto es consistente con la presencia de una importante migración circular.

La educación de los y las migrantes

Un dato significativo es que el 78% de toda la población migrante sabe leer y escribir, y que la que nació en Haití, un 73% está alfabetizada. Aunque se trata de una cifra menor que la de la población nativa (cerca de 95%), parece ser mayor de lo que muchos suponían. Esta cifra también podría estar apoyando la idea de que no son precisamente los más pobres quienes migran, que suelen ser también los que han tenido menos acceso a la educación, porque no tienen los recursos para hacerlo. No obstante, es notable que casi 27% dijo que no sabía leer ni escribir, y casi 20% dijo que no tiene ningún tipo de instrucción.

La descendencia

La ENI también recogió información de la población descendiente de inmigrantes nacida en la República Dominicana. Los y las descendientes pueden ser nacionales o no del país, dependiendo de la nacionalidad del padre o la madre (si uno de los dos es dominicano, su hijo o hija también lo es) y de su situación migratoria (unos 280 mil inmigrantes han sido regularizados, pero probablemente unos 200 mil no lo han sido).

Entre 2012 y 2017, la descendencia creció en 13.5%, y los de Haití lo hicieron en casi 21%. Pasaron de 210 mil hasta 253 mil.

En síntesis, la cara del inmigrante en el país es de un hombre joven haitiano, que sabe leer y escribir, que trabaja en la agricultura, la construcción o el comercio, y que no está afiliada a la seguridad social.

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