El caso de Pedernales, donde su población decidió tomar para sí el control de los migrantes haitianos, tiene múltiples vertientes y una importante connotación, como lección a la autoridad migratoria. Tres jornaleros haitianos, empleados de confianza de dos agricultores de esa zona fronteriza, mataron a la pareja para robarles, escapando los asesinos hacia Haití. Uno de ellos atrapado por la Policía de aquel país, guarda prisión allí. Parte de la indignación colectiva es que el delincuente extranjero comete sus fechorías aquí y se refugia allá. Están hartos de robos, saqueos, estupros, cuatrerismo y abusos en general y ahora delitos mayores, con el perjuicio para el de este lado, como única consecuencia. Con el clímax de hechos que se repiten, exasperó a un grupo de residentes que dieron plazo de 24 horas a los haitianos residentes, para que abandonaran Pedernales. Las Fuerzas Armadas fueron movilizadas, para evitar que esta sublevación tomara niveles incontrolables de imprevisibles consecuencias. Un principio elemental de convivencia, es la imposibilidad de hacerse justicia por las propias manos, so pena de cometer enormes injusticias en nombre de ella. Fueron estos dominicanos, más decididos y proactivos que los de otros tantos lugares del país, que, aunque saturados de una migración avasallante, observan de forma muy pasiva y hasta con vergüenza, sus desafueros, y excesos. Se nos dijo que era “normal” la migración, además de que se trata de nuestros “vecinos y hermanos” y debíamos actuar “de manera solidaria y comprensiva”. Cuando las cifras eran alarmantes, se nos indica que es una “falsa sensación” y se nos considera racistas que “odian a los negros”, con claras manifestaciones xenofóbicas. El “Síndrome de Pedernales” puede repetirse en Bávaro, en Santiago, en Constanza, en Vicente Noble por no decir que en cualquier punto del territorio dominicano. Y quizás con ambientes más violentos que los escenificados en la región del sur profundo. Los hechos no pueden catalogarse de hechos fortuititos y aislados, como nos han hecho creer en su bien montada campaña mediática, donde empujan a determinados personeros a “denunciar” que el país tiene infinidad de “apátridas” (personas a las que ningún estado considera sujeto a la aplicación de sus leyes) aunque la Constitución de su país de origen indica, que son haitianos sin importar su lugar de nacimiento. Es tiempo de advertir que el Síndrome de Pedernales tiene grandes probabilidades de repetirse en cualquier lugar del territorio nacional; que esto puede generar violentas reacciones de los expulsados. Basta ya de extorsiones y juegos contra la nacionalidad dominicana con complicidad de algunos, incluyendo los que comercian con las necesidades de los haitianos, vendiéndoles hasta carnets falsos del plan de regularización de la misma forma que les vendieron identidades falsas con complicidad criolla.

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