Robin Bernstein, la señalada por el presidente Donald Trump como su embajadora para República Dominicana, ha desatado otra vez los “sentimientos patrióticos” por unas declaraciones, según las cuales vendría a defender a los ciudadanos en condición de apatridia que supuestamente viven aquí.
No parece que sea nada muy diferente al discurso que hemos oído con otro representante, lo que vendría a enmarcarse dentro de las políticas de esa nación.
No deja de ser chocante, porque es el mismo Estados Unidos cuyo liderazgo máximo de hoy muestra una abierta hostilidad hacia los inmigrantes, sin importar la condición o fragilidad humana. Caso de los jóvenes que llegaron tras sus padres y que son objeto de una amenaza abierta de expulsión, sin ninguna consideración. Más de diez millones de personas.
Un liderazgo que desprecia el sentido de humanidad en estos términos no puede predicar ni dictar normas a terceros. De todas formas, advertimos en las versiones publicadas algo de dispersión o confusión sobre la propiedad de lo que habría dicho Bernstein. Y si es como se percibe, subsiste un estado de precaria información, prejuicio, confusión o supina ignorancia sobre la inmigración en República Dominicana. O sobre la historia en la isla.
Quizás en esa perspectiva la señora Bernstein pudiera ser excusada. Tampoco estaría demás la recomendación del capellán de la Policía Alejandro Cabrera: “Con todo el respeto y cariño a esta señora, posible embajadora, es que estudie la historia para que se empape y así pueda desempeñar una mejor función; y si ella los ama tanto pues que haga un proceso de visado para que los lleven a los Estados Unidos o los metan en la Embajada Americana para que ella los cuide y los proteja de la mejor manera”.
No está mal que Estados Unidos se interese por personas que pudieran estar en la condición de apatridia. Eso puede ayudar incluso a residentes en su territorio. Localmente, no estaría demás insistir en explicar cuál es la realidad dominicana, todas las veces que sea necesario. Eso ayudaría a comprender la vida en la isla.
Que nadie se ofenda. Estados Unidos es un país amigo que no siempre entiende a sus vecinos. Toleremos a la embajadora y ayudémosla a entender.