El escritor y periodista Eloy Tejera se considera un lector que lee de todo, y lo demuestra en un amplio espacio de su hogar, que ha convertido en una biblioteca, donde además de libros de literatura, poesía y filosofía, podemos encontrar de medicina, ingeniería, electromecánica, entre otros. “No soy sectario, yo leo de todo, hasta paquitos tengo en mi biblioteca. El escritor y periodista tiene que leer de todo. Siempre encuentro cosas interesantes que leer, porque para mí la lectura es un placer”, resalta Tejera, quien vivió 12 años en Estados Unidos, tiempo que considera como “una etapa de transición en mi vida”. Explica que “siempre supe que volvería, ya tengo ocho años viviendo aquí, y creo que soy uno de los pocos dominicanos que siempre creyeron que retornarían pronto al país”. Eloy, quien es colaborador del periódico El Nacional, expresa que en sus años de ejercicio ha aprendido la importancia de la constancia y la disciplina.

En tus inicios fuiste corrector de estilo, ¿qué tanta importancia le prestan las personas a escribir correctamente?
Actualmente se escribe mucho, pero muchos horrores. El problema tiene que ver con la formación desde la escuela primaria y se ha agravado con la explosión de las redes sociales. La correcta y elemental escritura tiene una estructura básica, clásica: artículo, sujeto, verbo y complemento, y por decirte, ni muchos estudiantes de comunicación social la dominan. Además, no se puede ser buen periodista si no se tiene amor por la lectura, por el conocimiento. Hay una crudeza y chatura en el lenguaje y en el pensamiento de las que sólo se escapa leyendo, formándose. En Estados Unidos, cualquier adolescente sabe escribir ensayos. Es que el sistema así lo dicta…

¿Cuándo descubriste que la escritura y la literatura eran tu pasión?
La descubrí a temprana edad. A los 13 años. Leí un poema del inglés Robert Louis Stevenson. Epitafio, se llama: Bajo el inmenso y estrellado cielo azul/cavad mi fosa y dejadme yacer/alegre he vivido y alegre muero/pero al caer quiero haceros un ruego/que pongáis sobre mi tumba este verso:/de vuelta al mar está el marino/de vuelta al monte está el cazador. Me dije: quisiera escribir cosas hermosas como esas… Además, un día me di cuenta de que sólo sobrevive lo que se escribe…

Dicen que los escritores son bohemios, ¿lo eres tú?
Bueno, en algún momento lo he sido. Pero no por oficio. Sobre todo, no todo el mundo es dueño de un talento como Rubén Darío, Charles Bukowski, o Poe, para a la vez estar cerca de la botella y tener tiempo y lucidez para dar salida al talento. El “carpe diem” hay que tenerlo en cuenta, y que lo que deja dividendos literarios es el oficio de escribir, no la farra.

¿A quién has dedicado tus mejores escritos?
A mi madre Lourdes Nelly Sánchez. El ser que más admiro.

Tu libro “Fondo negro” ganó el primer lugar del concurso de poesía Pedro Mir y “Cuartería” obtuvo una mención de honor. ¿Ha sido uno de tus mayores logros?
Fondo negro” representó una etapa oscura mía de rupturas, desencuentros, estaba en un túnel horrible. Y “Cuartería” fue el reconocimiento de un pasado que tenía olvidado. Participé con ambos textos, y para mi suerte, los dos fueron premiados. Es decir, de lo malo, saqué bonanza. Anteriormente he recibido otros premios nacionales e internacionales. El libro “El día que Balaguer muera” lleva cinco ediciones, pero lo último es lo que se disfruta. Uno se siente bien cuando obtiene un premio. Pero la mayor satisfacción es cuando la gente lee un libro mío y me dice que por lo menos le ha gustado o ha hallado luz en una línea. Ahí el libro adquiere la real dimensión. Sin el otro (el cómplice lector) el escritor no existe. Ese logro lo he sentido.

¿Qué tan sacrificada es la carrera de escritor?
En países como éste es muy difícil ser escritor. Creo que en cualquier lado ser escritor engloba un drama silente. Es difícil publicar, difícil dividirse en tantas cosas: padre, amigo, periodista, proveedor, buscador del “moro”, a la verdad, cualquiera un día estalla y sale corriendo. Pero el amor a la palabra es demasiado… termina venciendo… y se escribe, aunque sea para tirarlo al cesto.

¿En esta carrera quién ha sido tu mayor apoyo?
Mi madre. Ella me dijo, lo más sabio: “Mi hijo, estudia, la educación es lo más importante en la vida”. Además, desde Nueva York (región de soledad y frío) pagó mi educación, sacrificada, en factorías. A Jimmy Sierra le agradezco que me aupara, y me dijera: “El que no lee está frito”.

¿Qué has aprendido en tus años de ejercicio en el medio periodístico?
He aprendido la importancia de la constancia y la disciplina. Yo, que empecé en esto del periodismo desde el más simple escalafón, como digitador, en el desaparecido periódico Última Hora y que he pasado a ser corrector de pruebas, luego de estilo, articulista, corresponsal, jefe de Redacción, coordinador de prensa de televisión, lo sé por experiencia propia. Como corresponsal de El Siglo, también desaparecido, en ese entonces el director era Osvaldo Santana, aprendí muchas cosas, supe la importancia de rastrear noticias, de tratar siempre de mantener los ojos de asombro de un niño. El asunto es donde otros ven carbón, hallar oro, es decir, en el desierto de la información, dar con el agua que es la noticia.

¿Cuál es el error en el que mayormente incurren los periodistas en sus escritos?
El mayor error corresponde en incurrir en la inexactitud, en la no verificación del dato, por un asunto de comodidad, pereza o falta de profesionalismo. El buen periodista contrasta, busca la reacción de la otra parte, se va directamente a la fuente. Se debe tratar de hacer un periodismo que corresponda a la ética, y nada más ético que escribir o hablar desde el territorio de la verdad, y la veracidad, hermosa compañera. Lo de las “Fake News” no es para reír, lo lamentable es que quien pregona el término ha sido un patrocinador de ellas.

¿Algún consejo para un periodista que se inicia??
Asombrarse y sorprenderse siempre. Ser curioso. Para acceder al reino de los cielos del periodismo hay que volver a tener los ojos de un niño, parafraseando aquel versículo. Además, leer hasta que le duelan los ojos.

Bienestar
La mayor satisfacción es cuando la gente lee un libro mío y me dice que por lo menos le ha gustado o ha encontrado luz en una línea. Ahí el libro adquiere la real dimensión”.

Testimonio
Hay una crudeza y chatura en el lenguaje y en el pensamiento de las que sólo se escapa leyendo, formándose. En Estados Unidos, cualquier adolescente sabe escribir ensayos”.

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