Con la presencia creciente de inmigrantes ilegales son muchas las inquietudes que surgen. Puntos de vistas a veces extremos, apasionados e incluso llenos de temores. Todo alimentado por realidades y aquellas supuestas vocaciones extraterritoriales de Haití.

Ahora cobra fuerza la percepción de que los haitianos están en todas las actividades productivas y que siendo así son mayoría en varias ramas laborales. Lo cierto es, y resulta fácil verificarlo, que representan la principal fuerza laboral en la agropecuaria y en la industria de la construcción. También ocupan “las plazas” que dejaron los dominicanos que chiripeaban en las esquinas.

Pero en el sector formal de la economía ni por aproximación resulta significativa la mano de obra extranjera. Donde la calificación es mayor, como en empresas industriales, servicios y medios de comunicación encontramos extranjeros, pero principalmente cubanos y venezolanos, los que siempre son muy bien recibidos.

Es indesmentible que la presencia de ilegales haitianos es más que visible. Masiva. Pero ya sabemos que la única manera de disminuirla es mediante controles fronterizos y en las rutas de penetración hacia las regiones más distantes de la frontera.

Algo más. Mientras existan factores objetivos en Haití y República Dominicana que empujen a buscar oportunidades de sobrevivencia de este lado, prevalecerá un tráfico que sólo se atenuará cuando los mecanismos de regulación alcancen la eficiencia deseada.

Todo viene a cuento por la advertencia del ministro de Trabajo sobre el uso de mano de obra ilegal. Recuerda la normativa del 80-20 y la necesidad de reformarla para endurecer las multas.

Tememos que siempre habrá un margen favorable para inmigrantes irregulares, siempre que determinados trabajos dejen de ser atractivos para los dominicanos.

Naturalmente, debe valorarse positivamente que se anuncie un compromiso para privilegiar la mano de obra nativa, pero para eso será necesario que las condiciones laborales y salariales mejoren en las áreas reservadas sólo a quienes llegan hambrientos, buscando cómo sobrevivir.

El realismo sugiere que más allá de lo laboral, la atención principal debe centrarse en una perspectiva de política migratoria y de seguridad nacional. Lo otro es puro divertimento.

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