Edgar Barnichta es un gran abogado, cuya especialidad es el derecho tributario, reconocido por su gran capacidad y experiencia. Escribió la semana pasada un interesante artículo sobre la cantidad de impuestos que pagamos los dominicanos y hacía una relación de lo que paga desde el momento que sale de su casa.

Siempre la discusión entre economistas, funcionarios, empresarios y los ciudadanos que pagan impuestos es sobre la famosa presión fiscal. Para unos es muy baja, para otros el problema está en que sólo un grupo paga impuestos. Ya sea porque una gran parte de nuestros contribuyentes son informales, otros evaden y muchos de nuestros políticos crean leyes impositivas que entienden que es sólo para los demás y que ellos están exentos.

No existe calidad en el gasto, que no es más que invertir en lo necesario y en la cantidad adecuada.

¿En qué invertimos los impuestos que Barnichta tan bien escribió? Lo primero, en un Estado extremadamente grande. A las elecciones vamos a elegir más de 4,000 funcionarios. Nuestro Congreso tiene dos Cámaras, cuando muchos países sólo tienen una o no tienen la cantidad de senadores y diputados que nosotros nos gastamos.

Todo eso significa salarios, choferes, escoltas, ayudantes que todos pagamos. Además, compensamos con dos exoneraciones para autos de lujo cuando los mismos debían pagar impuesto. Un pequeño auto que necesita una familia paga impuestos, pero los de los congresistas son libres de impuestos sin importar el valor; exoneración que usualmente venden, violando la ley.

Tenemos más Consejos que ningún país del mundo, donde los salarios pueden llegar hasta los 300,000 pesos con una simple reunión de una vez al mes en el mejor de los casos. Nos damos el lujo de tener instituciones que se solapan unas con otras sin más sentido que el de crear empleos costosos e improductivos.

Nuestros funcionarios viajan en primera con los impuestos de Edgar y van en manada, donde parecemos ser parte de un rico país petrolero y no de una nación con limitaciones económicas.

Basta con ver uno de los programas de Nuria o de Alicia para ver cómo llegar a un puesto significa llevar toda la familia. Eso nos cuesta, porque aún cuando la familia merezca como todos un empleo, esto no se hace en base a capacidad sino puro nepotismo.

Nuestro Ministro de Administración Pública, un hombre al que siempre he admirado por su seriedad, nunca ha podido hacer nada contra esto, me imagino que para él será una frustración. Pagamos las huelgas de maestros y médicos. Ahora que hay mucho dinero en educación y un ministro que quiere hacer las cosas bien, el gremio amenaza que en las escuelas no habrá paz, pero ellos seguirán cobrando sus salarios.

Para todo es necesario un permiso que cuesta dinero y nos hace poco competitivos. Los médicos, muchos no cumplen con sus horarios, hacen al igual que los maestros, huelgas que dejan pacientes sin atender, pero seguimos pagando sus salarios.

Los gastos en publicidad son enormes, al igual que los contratos con ciertos economistas para que digan lo que se les pide y no lo que es real. Eso lo pagamos con los impuestos, desgraciadamente.

Un buen amigo, cuando esperábamos para tomar un avión, me contaba que en Navidad le habían regalado una camisa muy costosa que debió cambiar y para su sorpresa se encontró con un funcionario de tercera categoría que compraba diez camisas por 1,500USD. Eso también lo pagan nuestros impuestos.

Pagamos las cuentas en restaurantes caros y por supuesto, vehículos cuyo precio sólo debían pagarlos aquellos países que les sobra el dinero y tienen pocas necesidades sociales.

Un buen amigo diplomático me decía hace algún tiempo: “Celso, me encanta tu país, hay estabilidad política y económica, pero al que quiere invertir le recomiendo buscar un socio dominicano porque a ustedes no hay quién los entienda”.

En fin, mi buen amigo Edgar, no es sólo lo mucho que pagamos, es lo mucho que gastamos.

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