Luego de concluir un acto en el cual fui objeto de reconocimiento por la Alcaldía del Ayuntamiento de Santiago, uno de mis nietos, con la candidez que caracteriza a los niños, me dijo: “Abuelo, de seguro que estás muy contento por este homenaje y por la presencia de tus amistades”. Luego de escucharle le prometí escribir un artículo en el cual le explicaría lo que entraña ser objeto de una distinción en un país con la composición clasista como el nuestro.

I.- La dicha de conocer el medio social y el comportamiento de algunas clases sociales

1.- Todos aquellos que hemos llegado a la tercera edad viviendo en nuestro país sin dejarnos dominar por los vicios que dañan a las personas, podemos sentirnos afortunados; acompañados por un signo que nos ha guiado para ser verdaderos suertudos. Mantenerse libre de las taras que hacen al ser humano dañoso, es demostración de que la casualidad, en determinadas circunstancias, juega su papel para que la buena estrella se mantenga de la mano con la dicha.

2.- Precisamente dichoso, afortunado es quien moviéndose en forma pendulante en la clasificación de las clases sociales se siente estar liberado para saber convivir con grupos humanos influenciados por lacras que lesionan vivamente la mente hasta convertirla en una vasija para alojar rencores, recelos y los atavismos que mantienen afinidad con lo que es aversión.

3.- Realmente, la dicha mía reside en haber aprendido de mi madre las instrucciones que me dio para que no dejara que en mi forma de pensar ejercieran el mando las ideas, las opiniones, los conceptos, las doctrinas que llevan al individuo a ser un resentido social; disgustado permanentemente; amargado por costumbre y dolido sin causa alguna. Mi progenitora me formó con conocimientos sólidos para que durante todo el curso de mi vida me mantuviera despojado de lo malévolo, licencioso, corrompido, insidioso, inservible, improductivo, y de todo lo que resulta falto de sentido o de razón.

4.- La ideología que guía mis actuaciones me manda a que me mantenga comportándome como me educó mamá para que en mí fuera preponderante actuar en base a principios, que la conducta hable por mí, y sin dejarme arrastrar por chismes, intrigas y cuantas invectivas salen de las gargantas de aquellos que disfrutan fastidiando, manchando, aunque sin lograrlo, el proceder digno y honrado.

5.- Porque tengo bien firmes mis convicciones me mantengo al margen de todo aquello que me pueda afectar anímicamente y quitarme el deseo que siempre me acompaña para vivir animado y sentirme bien; determinado para todo aquello que sirve de aliento y hace posible que pueda empujar, enfervorizar a los demás reanimándoles para que no caigan en el abatimiento. Animar, infundir alegría está en quienes creemos que es bueno transmitir disposición; espolear para sacar de su estado de pena a los alicaídos, achicopalados y perturbados.

6.- El diario vivir me ha enseñado que aquellos que no tenemos cuentas pendientes con acciones delincuenciales ni nos hemos movido en las aguas sucias del fenómeno de la corrupción pública y privada, estamos en condiciones de mantenernos satisfechos, complacidos y altamente jubilosos. Aquel que bien actúa debe hacer caso omiso, no tomar en cuenta las murmuraciones provenientes de los que se sienten ofendidos con el éxito de los meritorios. Es propio de los sensatos no tomar en cuenta, hacer oídos sordos a los comentarios aviesos de los perversos.

7.- La sociedad dominicana bajo la cual me ha correspondido vivir, no es la adecuada para el alivio; espacio físico propicio para olvidar los contratiempos y mantenerse al margen de intrigas, chismes, críticas gratuitas y cuantas diabluras y maldades pueden salir de un cerebro obsceno, empedernido y letrino. El proceder condescendiente no abunda en la conducta de muchos de mis coterráneos. La intolerancia y el castigo con la lengua venenosa se señorean aquí como dueños de las relaciones humanas.

8.- Conservarse encantado en un medio donde el chisme-como dijo el profesor Juan Bosch- es una industria, constituye una demostración de madurez, buen juicio y hacer uso oportuno de la razón, a la vez que es prueba de conocer el comportamiento de amplias capas sociales inclinadas a la demolición de honras, estropear conductas, aniquilar virtudes, hundir la fama bien ganada y hacer saltar por los aires el buen nombre de aquellos hombres y mujeres que han tenido una conducta intachable. Estar debidamente enterado de la actitud de ciertos grupos sociales permite advertir su forma de reaccionar ante los demás.

II.- Aquel que marchita la alegría está aquí

9.- En nuestro medio no todos los seres humanos anidan los mismos sentimientos y, de igual manera, hay diferentes formas de las personas percibir las sensaciones físicas y morales. Cada quien aprecia dependiendo de su modo de pensar. Hay individuos condicionados para no aceptar el éxito de aquellos que son dignos de ser distinguidos por su accionar ante la sociedad.

10.- En el escenario donde vivimos no es fácil permanecer por mucho tiempo en estado de gozo, porque de un momento a otro se tiene conocimiento de un comentario desagradable hecho por alguien que el que está contento jamás esperó que iba a expresarse lesionando el sentimiento grato que le motiva felicidad. Por lo general, la ocasión de júbilo la daña una persona estrechamente vinculada con el regocijado, porque el desleal no resiste ver divertido a aquel a quien finge sincera amistad; buscará todas las formas para que la víctima de la falsía cambie de radiante a entristecido.

11.- Aquí hay que estar preparado para resistir los ataques que puedan venir luego de un momento de alegría, porque el que se molesta con el gozo de los exitosos permanece listo para la embestida, sin importar que su método de ataque sea haciendo un balbuceo con comentarios afrentosos. El chismoso, intrigante, envidioso y resentido se las ingenia para atropellar el deleite de los triunfadores. Los fracasados se mantienen ahítos de odio contra los que son victoriosos por su talento, triunfadores y destacados por su perseverancia y por la suma de sus sobresalientes victorias.

12.- El espacio de tiempo más bonito que puede disfrutar un ser humano al ser valorado positivamente por sus conciudadanos, se convierte en pesadumbre si no está consciente de que se mueve en un círculo social adecuado para aquellos que, ante la imposibilidad de salir adelante honestamente, recurren a expresiones de aflicción con el fin de atormentar, desazonar y entristecer a quien merece sentirse con buen ánimo y el corazón levantado de felicidad.

13.- La emoción que siente una persona física por un hecho significativo que la pone en disposición para estar contenta, en un abrir y cerrar de ojos se transforma cuando el resentido se da cuenta de la sensación de agrado, pues entonces recurre a los medios más bajos para convertir la alegría en perturbación y el sosiego en desorientación. El insustancial, el sujeto sin nada en particular, el anodino, no resiste la grandeza de quien se hace especial por su correcto obrar aportando a la sociedad.

14.- Aquel que no hace otra cosa que amargarse con los triunfos ajenos, es un contumaz envidioso y obstinado que se mantiene al acecho de los méritos reconocidos a quien lo único que hace es aportar para que el país avance en el orden económico, político, social, ético e institucional. Abrirse paso estudiando y trabajando es para el malvado algo insignificante que solo merece ser banalizado, menospreciado, simplificado, infravalorado y de cualquier forma visto sin importancia alguna.

15.- Aquí hay todo un sector de mujeres y hombres que se quedaron como el rabo, atrás y para abajo, y son los mismos que la única distinción de que se han hecho merecedores es la de pájaro de mal agüero, porque han desarrollado la habilidad para entristecer, disgustar, melancolizar, ensombrecer y apenar a todo aquel que es meritorio por llevar alegría y esperanza a los demás; confianza y pronósticos halagüeños.

Reflexiones

16.- Haber vivido casi ochenta años me permite saber que reconocimientos, distinciones y elogios personales pueden servir, entre otras cosas, como cedazos para separar a los amigos auténticos de los falsos y a los puros de los postizos, además de que siempre es oportuno limpiar de impurezas el grupo de amigos y amigas; tamizar de vez en cuando hace posible que solo nos quedemos con quienes tienen y merecen la calidad de castizos.

17.- En este país, aquel se levanta por su propio esfuerzo debe cuidarse al ser objeto de merecimientos, porque sufrirá mucho si no está debidamente preparado para saber que el meritorio objeto de elogios tiene como adversarios a todos aquellos que en el seno de la sociedad carecen de virtudes. La glorificación de los seres humanos excelentes se convierte en amargura para los mediocres, vulgares y patanes.

18.- Los exitosos deben ver sus triunfos como la consecuencia directa de su esfuerzo, y no ufanarse por los logros alcanzados que, en resumidas cuentas, son pasajeros y carecen de trascendencia si no tienen un alcance social, porque solamente lo que se obtiene en provecho de la sociedad merece ser tomado en consideración. La grandeza del ser humano se mide por su proceder, su actitud ante la vida, por el comportamiento que asume en favor de las causas justas.

19.- Lo único que hace al ser humano digno de elogio o reconocimiento es lo que ejecuta en el medio donde vive en interés de la comunidad. Merecimiento le corresponde a quien aporta en el orden material y espiritual para que la sociedad injusta cambie, y desaparezca así la desigualdad de oportunidades, la discriminación y el odio, y pueda luego imperar la unidad, la comprensión sin distinción de etnia, clase social o credo ideológico. Lo demás es insignificancia, ridiculez y puras nimiedades.

20.- En el medio nuestro hay todo un segmento social que por su estructura clasista, forma de pensar y la ideología que guía sus actos está condicionado para el individualismo, y su excesivo amor hacia sí mismo le lleva a tomar en cuenta solamente lo que es de su conveniencia, reduciendo a la nada la obra de los demás. Ese mismo grupo humano, por su forma de pensar y actuar, no resiste el triunfo de aquellos que se elevan por estar despojados de ingratitud y falsía.

21.- Aprovecho este escrito para decirles a mis nietas y nietos que un homenaje hace posible hacer sentir bien al homenajeado, fortalecer vínculos sinceros de familiaridad y amistad, así como también para quitarle el velo que cubre el fingimiento de los que testimonian lo que no sienten, y con su mojigatería se evidencian como lo que en verdad son: practicantes de dobleces.

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