Con frecuencia se invoca la unidad partidaria, pero referida a la sumisión. La unidad partidaria mejor lograda en momentos de crisis, es cohabitar, haciendo valer sus normas. En un partido de oposición, puede ser más viable que en un partido de gobierno. En esta última situación se arrastra al Estado y acentúa la crisis.

Del entorno de los gobernantes se oye decir que “el poder no se desafía”; lo que equivale a pretender sumisión, no unidad. Peor, pierden de vista que son representantes de donde emanan los poderes. La Constitución en el Artículo 2 que establece que “La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, de quien emanan todos los poderes, los cuales ejerce por medio de sus representantes o en forma directa, en los términos que establecen esta Constitución y las leyes”.

Realmente a quien no se debe desafiar es al pueblo. Por eso en política no todo se puede hacer. Cuando se reclama respeto a la Constitución, es porque hay quien ignora que este pueblo ha protagonizado relevantes hechos históricos, como la Revuelta de Abril de 1965, exigiendo el retorno a la Constitución proclamada por representantes del pueblo en el gobierno encabezado por Juan Bosch en 1963.

La unidad partidaria no puede ser sumisión; eso sería dejar de pensar en voz alta, componente indispensable para que sea posible la democracia interna. Lo contrario sería, como casi es, que unos pocos piensen por todos; entonces es sumisión.

En la ausencia de democracia interna puede que la división asome y no necesariamente con un rompimiento, sino con un mayor distanciamiento entre las partes; una que quiere sumisión y la otra unidad en cohabitación.

La Real Academia nos dice que la unidad es: “Elemento diferenciado y completo que forma parte de una serie o de un conjunto”. Cohabitar es la convivencia entre los “elementos diferenciados… parte… de un conjunto”.

Una parte no puede pedir sumisión a la otra, y mucho menos al pueblo, que es el que le ha delegado su poder soberano. Un partido de gobierno se arriesga, exhibiendo un comportamiento que como ese, el pueblo soberano, rechaza.

En Ecuador se dividió el partido gobernante, apenas iniciando el mandato. La prudencia y tolerancia de Leonel Fernández lo ha evitado en el PLD. Eso lo ha reposicionado como el favorito para el 2020. Aunque hay un tramo político que luce cada vez más difícil.

Se deben superar obstáculos para cohabitar. De todas maneras los plazos son fatales, lo que obliga a esa cohabitación. Hay, sin embargo, un punto de inflexión, para decidir; será el momento para desatar el nudo. Al llegar ese momento se debe ser muy racional y prudente.

La imprudencia en nada ayuda. El PLD no debe salir del poder, está en la obligación de crear un ambiente de confianza. Lo que ahora se pone de manifiesto es un desasosiego.

Desde todos los litorales partidario se debe bajar la presión. Debe entenderse que esa conducta es propia de quienes buscan espacios, por un interés personal. Con frecuencia le atribuyen a su competidor comportamientos que son propios en ellos.

Por encima de todo hagamos nuestros el criterio de que unidad no es sumisión, así como el poder no reside en los representantes directa o indirectamente electos, sino en el pueblo.

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