La estética en la República Dominicana
Las corrientes estéticas que han mostrado unas raíces afincadas en un suelo latinoamericano o caribeño han sido el barroco de Indias y el neobarroco, el indigenismo romántico y el indianismo, el muralismo, el calibanismo y la antropofagia simbólica, el modernismo y recientemente el pos colonialismo.[1]

Carlos Rojas Osorio, en su libro “Corrientes estéticas latinoamericanas”, nos regala dos capítulos dedicados a República Dominicana, que son los que trabajaremos en este viaje, para emprender uno con otro autor. El primero es el capítulo 17 que lo denomina como “La estética en la República Dominicana” y dedica su atención a tres autores: Pedro Mir, León David y Odalis Pérez.

Inicia su exposición con Pedro Mir. Afirma que este poeta nuestro fue un estudioso del arte y de la estética. Estudió profundamente varias corrientes, entre ellas: naturalismo, realismo, instrumentalismo, conceptualismo y formalismo). Mir, dice Carlos Rojas, afirmaba que “toda concepción del arte representa la negación rotunda del arte que le antecedió”. Por eso, afirmaba el poeta dominicano el arte gótico niega al bizantino, el impresionismo al romanticismo. Mir era contundente cuando afirmaba que las nuevas corrientes estéticas se erigían sobre dos mentiras. La primera que la anterior no era arte; y la segunda que el único y verdadero arte era el nuevo.

Pedro Mir planteaba que el arte no era más que comunicación por medio de imágenes y de palabra. Más aún, planteaba que la palabra poética despojaba al lenguaje de estructuras lógicas. La magia del poeta, de aquel que es capaz de escribir poesía, es lograr el ritmo, el sonido y la imagen. Por esta razón, nuestro poeta nacional, se negaba a conceptualizar al arte, porque era reducirlo a la lógica y a la lingüística; es arte, es imagen, no un concepto vacío.

Nuestro amado poeta nacional consideraba algo más que desafortunado que la lingüística se haya apoderado de la estética. Afirma sin tapujos, que este fenómeno se ha apoderado de la estética, y en poco tiempo, se declarará la muerte del arte.

Crítico como era, soñador de un mundo mejor que el que había heredado, Don Pedro Mir, Don Pedro Pueblo, Don Pedro Sueño, decía que el naturalismo como concepción estética era complaciente con los poderosos, que no cuestionaba nada de su entorno ni de su realidad. El realismo, sin embargo, era lo contrario, abogaba por el cambio. Y en palabras de Rojas Osorio “el naturalismo tiende a la eternidad de una belleza inmutable, el realismo tiende al cambio”. [2]

Después de analizar y criticar a las corrientes estéticas, Don Pedro se centra en el estudio de los que hacen crítica de arte. No cabe dudas que critica a los críticos, quienes quieren situarse en el terreno del conocimiento, cuando el arte es más que un objeto, la expresión de un sentimiento, de un alma. Para ser crítico de arte, dice Mir, hay que ser artista y ser un especialista en comunicación. ¿Qué quiere expresar el pintor, el poeta, el escritor, el escultor con su obra?

La comunicación, insiste el poeta, la comunicación aunque está mediada por símbolos, solo puede existir cuando un “tú se dirige a otro tú. Cuando no hay imágenes sonoras, recurrimos a imágenes visuales que se convierten en signos”. [3] Sigue diciendo que el símbolo y el signo, en muchos casos, sustituyen a la palabra ora, ya sea en forma visual o en otros casos de forma sonora. Los signos se estructuran en relación a otros signos.

La obra de arte, que no es ni símbolo ni signo, está sometida a la descarga subjetiva del espectador. El mensaje le llega sin control. Lo importante es que el artista reconozca esa carga subjetiva del consumidor de su obra, a fin de que pueda recibir el mensaje en toda su integridad.

Mir considera que el crítico de arte es un mediador entre el artista y el público. A veces, el crítico se nos presenta como el portador secreto del conocimiento que esconde la obra de arte que no conocemos o que no podemos percibir.

Carlos Osorio plantea que las concepciones de Pedro Mir sobre los objetos artísticos se pueden resumir en seis ideas:

1. Es un objeto único e inigualable

2. No forma parte de ningún sistema, y por tanto opera como una unidad inseparable

3. Representa en forma directa una sensibilidad

4. Tampoco es un símbolo, por cuanto es siempre capaz de ser reducido a palabras

5. Es desconocido porque aspira a comunicar acerca de un objeto desconocido

6. No generaliza, sino que es única, individual, sencillamente porque es simplemente arte.

Finalizo este artículo con un resumen bien apretado y completo que nos ofrece Carlos Rojas sobre la visión estética de Pedro Mir:
Sobresale en ese significativo estudio de Pedro Mir, su crítica al formalismo, al estructuralismo de la semiología y la lingüística. Reducir las obras de arte a meros denominadores comunes como son las palabras en su uso cotidiano, es desconocer la novedad y singularidad de las obras. El signo obedece a un código igual que el sistema de la lengua. Pero eso no ocurriría con las obras de arte. El arte es imagen, y no palabra, lengua. La idea de símbolo, sin embargo, se ha utilizado con otros significados diferentes del que le asigna Mir.[4]

Muy interesante esta visión sobre la estética de Pedro Mir. En la próxima entrega vamos a trabajar con la opinión de Carlos Rojas sobre León David y Odalis Pérez. Hasta la semana que viene. l
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[1] Carlos Rojas Osorio, Corrientes estéticas latinoamericanas.
Un enfoque filosófico, San Juan, Puerto Rico, Ediciones Puerto Rico, 2014, p. 11
[2] Ibidem, p. 323.
[3] Ibidem. P. 327.
[4] Ibidem, p. 332.

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