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Frecuentemente enfrento pesadillas domésticas, parte de la parafernalia de ser mujer cabeza de familia de ingresos reducidos. Pero la siguiente fue singularmente extrema. “Crónica de un botón de estufa averiado”. Primer acto: Llamada a un amigo “arreglatodo”. ¿Sabes de estufas? Responde sí y se presenta en tarde de sábado a arreglar un botón dañado de mi estufa. Tras “emburujarse” con el aparato y sus intríngulis, la jornada concluyó “condenando” provisionalmente el botón, hasta comprar pieza averiada, el lunes. Supuestamente ningún problema para continuar cocinando en las demás hornillas. Tanque de gas cerrado por el momento. Al rato procedimos a abrirlo para usar la estufa y sucedió el primer evento. El intenso olor denunció escape y velozmente cerramos el cilindro. Continuará.

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