Tras un año de turbulencia política y cultural, los anunciantes del Super Bowl parecen haberse alejado de los temas de unidad en favor de campañas y anuncios que apuntan al corazón y, en algunos casos, un poco más abajo.

Es mucho lo que está en juego, pues los anunciantes pagan más de 5 millones de dólares tan solo por el derecho a transmitir un comercial de 30 segundos. La meta es capturar la atención de los más de 110 millones de espectadores que se espera que sintonicen el gran partido el 4 de febrero, idealmente tocando una fibra sensible que despierte su entusiasmo por una marca. La segunda alternativa es simplemente llamar la atención, aun si un anuncio ofende a algunas personas. Peor sería ser olvidado de inmediato. “Más gente me verá en esto que en las últimas tres películas que he hecho”, dice el actor y comediante Bill Hader (“Trainwreck”) en un adelanto del primer anuncio de Pringles para el Super Bowl.

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