Como una sorprendente revelación se levanta desde la oriental provincia de La Romana la voz del joven poeta Juan Hernández Inirio, cuya obra El oráculo ardiendo es una expresión de una madurez precoz por el dominio de técnicas acabadas de la poesía moderna, con imágenes que muestran lo original de su personalidad, sin renunciar a las influencias indispensables para todo escritor que produce sus textos en un contexto histórico y estético que le permiten insertarse en los movimientos artísticos y filosóficos universales.

Hernández Inirio, nacido en 1991, publicó su primer poemario a la edad de 19 años bajo el título Cantar de hojas muertas, y en el 2014 continuó con Musa de un suicida, con los que empezó a mostrar sus garras de creador. Sobre esta última publicación dice Tony Raful, Premio Nacional de Literatura, que se trata de “un poemario de sonidos y el oráculo ardiente tiene su sede en la cúspide de algún cielo naranja o al borde de un abismo cósmico, pero siempre trabado al decidor inefable, al alfarero de las pirámides y los enigmas, al resoluto armador de versos y universos que levitan en su inapagable espíritu, de poeta y profeta que es Juan Hernández Inirio, ese muchacho brillante que es mi amigo y hermano”.

De su lado, la escritora y educadora Ámbar Rodríguez sostiene que esta colección de poemas constituye “una obra magnífica porque en cada una de sus partes nos deja una noción de reencuentro, la sensación de estar frente a un gigantesco espejo”.
Probablemente los escritores que surgieron en los círculos literarios que accionaron en la ciudad azucarera durante los años 80 encuentren en Hernández Inirio su más elocuente continuador, por su certero afán de trascender la frontera provinciana con el arma de versos como el siguiente: “Todo lo que han sido otros, tiene el síndrome de mi vivir. Para ser irrepetible como un dibujo sin lámpara, vine a habitar el rayo de la vida, caído de cualquier cielo”.

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