Obras de Dalí en diálogo con las de Eugenio Fernández Granell en un espacio caribeño

El Museo Bellapart acoge la muestra “Andanzas Surrealistas”, integrada por varias propuestas, entre ellas “Las Cenas de Gala” y “Los sueños caprichosos de Pantagruel”, ambas producciones bajo el sello de Salvador Dalí, las cuales corresponden a la Colección de la Fundación Universitaria Iberoamericana (FUNIBER).

La muestra “Andanzas Surrealistas” combina el arte universal en el Museo Bellapart

El Museo Bellapart acoge la muestra “Andanzas Surrealistas”, integrada por varias propuestas, entre ellas “Las Cenas de Gala” y “Los sueños caprichosos de Pantagruel”, ambas producciones bajo el sello de Salvador Dalí, las cuales corresponden a la Colección de la Fundación Universitaria Iberoamericana (FUNIBER). También se exhibe una selección de trabajos del maestro Eugenio Fernández Granell, intitulada “Fabulaciones”, a partir de las obras del artista en la Colección del Museo Bellapart.

En líneas generales, se podría decir que estamos en presencia de dos dignos representantes del movimiento surrealista, ambos de origen español, uno de Figueres, Cataluña y, el otro, de la Coruña, Madrid. Y, a pesar de que cada uno logró establecer su propio estilo, la naturaleza del movimiento que representan permite establecer puntos de contactos entre sus trabajos. Penetrar en “Las Cenas de Gala” nos revela una parte sensible al momento de preparar platos gastronómicos sobre la base de carne de aves. Así, porque en el mundo subversivo de Dalí, el hombre no parece tener compasión por la vida animal y se sirve de esta con deleite para preparar sus comidas, organizando un festín a costa de los huesos, sea del pollo o del pavo.

Contradictoriamente, “Las Cenas de Gala” surgieron como parte de un libro de cocina cuyas ilustraciones se inspiran en Gala, la mujer de Dalí, su perfecta musa. Las obras fueron llevadas a cabo con la colaboración de los cocineros del famoso restaurante parisino Maxim´s, logrando armar un escenario que hizo posible una especie de fotomontaje, registrados en un total de doce reproducciones. Pero basta ver la pieza No. 1 de la referida serie para advertir que Dalí parecía estar en contra del sacrificio de animales para la ingesta de comida y, quizás esto le motivó a reaccionar por medio de su discurso pictográfico, exponiendo con su singular sarcasmo una amalgama similar al cuerpo de una fémina como postre, la cual tiene un acabado en forma de cresta simulando un ave.

En un decorado esperpéntico, Dalí presenta también las “delicadas exquisiteces” adornadas con varios motivos asociados al mundo animal, al recrear fuentes y platos con formas de elefantes y plumas. En la pieza No. 2 de “Las Cenas de Gala”, se puede advertir el principio y el fin de la vida, entre embriones y cuerpos fallecidos. Al centro de la composición se erige una figura femenina de traje imperial, conformado por una langosta gigante al centro y un sinnúmero de langostinos alrededor, ubicados de forma vertical.

Por su parte, el cuerpo de la dama es atravesado por una DAGA -objeto que bien podría representar la combinación de los nombres de DAlí y GAla, cual sello dinámico de su dualidad-. De los brazos cercenados de la mujer, brota una sabia que recae sobre los cadáveres de la parte inferior de la configuración. Mientras que en el extremo derecho se vislumbra una edificación ecléctica, la cual es salpicada por todo este brote de formas, refrendadas sobre fondo negro.

Un aspecto a tomar en cuenta en las obras que integran “Las cenas de Gala” es que todas ellas, además de corresponder a una misma tirada, han sido selladas con un símbolo muy particular. Se trata de una gran cuchara en la parte inferior de cada uno de los grabados suspendida por horquetas, estableciendo así un puente debajo del cual transita un cardenal con su cetro, cuyo hábito es tirado por un paje. Curiosamente, en la obra “El sueño”, Dalí presenta un rostro amparado también por horquetas y, en opinión de Samuel Bado Auler en su texto “Salvador Dalí: un análisis desde la cosmovisión cristiana”, el artista demuestra en esta obra la fragilidad de la realidad. Si una muleta se rompe o se quita, el rostro se deforma o cae. No podemos soslayar que a Dalí se le había ocurrido emplear la cuchara como medio para ser despertado de sus sueños. El truco consistía en colocarse el objeto en su mano o pegarlo al pecho para que al quedarse dormido cayera sobre un plato y, con el ruido, poder despertar. En ese ligero interregno la mente de este inusitado creador se extasiaba permitiendo que la imaginación reflejara un sin número de visiones que luego proyectaría por medio del arte. El obispo, en todo caso, sería el plato sobre el que caería la cuchara presentando la realidad, esa de hábitos y báculos, en la que el menos entendido está supuesto a servir para sostener el disfraz.
En cuanto a “Los sueños caprichosos de Pantagruel”, aquí Dalí no deja de ser excéntrico y, de forma jocosa, recrea un universo sin igual donde las formas animales y vegetales cobran vida y pueblan el espacio compositivo con fondos de colores alegres y vibrantes. Inspirado en los pasajes del libro de François Rabelais, el genio de Cadaqués, realiza una reinterpretación de las ilustraciones de 1565 de François Desprez, tal como apunta Federico Fernández en las palabras al catálogo de la exposición.

Es así como en un realismo grotesco, Dalí recrea un universo en el que lo humano se proyecta en simbiosis con el objeto y, también, de forma antropomorfa. Imágenes como “Los sueños caprichosos de Pantagruel No. 24”, proyectan un ave con bigotes y sombrero simulando las poses propias del artista. Se trata de un acto lúdico donde el pavo, además de excitar a la figura a su derecha, es fornicado por una especie de figura hermafrodita de cuerpo manierista, en cuya cabeza posa una corona. De senos caídos y, entre piernas, un miembro masculino que conecta con la parte sexual del animal. De ahí que en la literatura se afirmara lo siguiente:

A causa de sucesos tan sorprendentes que los astrólogos no han sabido explicar brotaron por doquier suculentos nísperos gigantes, cuya ingesta provocó accidentes diversos: (…) se les hinchó en longitud el miembro … tanto, que de él se servían para fajarse, envolviendo la cintura cinco o seis veces …. A otros les crecieron los cojones tan enormemente …. Que cuelgan hasta el fondo de las calzas. A otros les crecieron las piernas, y al verlos, habríais dicho que eran flamencos o grullas …

Así que con un humor escatológico de representaciones muy kafkiana como se percibe en la imagen “No. 10”, Dalí proyecta un mundo absurdo, donde más que “Los sueños de Pantagruel”, podrían ser los propios. Casi siempre alude al sadomasoquismo, sin dejar de lado la presencia de objetos punzantes y el desenfado con que grafica la sexualidad.

De forma menos sugerente tenemos un Eugenio Fernández Granell que explota el tema de la sexualidad, pero con mayor erotismo, apropiándose de la tradición aborigen para proyectar así la memoria histórica. A partir de un surrealismo de ribetes cubista, Granell hace surgir “Las tres gracias” que introdujera Rubens y que retomara Picasso. Las de Granell aparecen una sobre fondo rosa y otra sobre fondo azul, correspondiendo a las piezas No. 1 y No. 2 “De la serie de Nueva York”. A partir de estas obras, se aprecia la volumetría característica en sus trabajos y la delicadeza en el tratamiento del color delimitando cada área en la composición, sin dejar de lado las tonalidades ocres, pues sobre la base de estas pigmentaciones es que el artista da riendas sueltas a su estilo relajado y bien dispuesto.

Increíblemente, en la Colección del Museo Bellapart, se conservan numerosas piezas del artista español, muchas de las cuales revelan momentos claves en su producción visual. De ahí que se haya podido desarrollar un discurso vigoroso entre la obra dominicana de Granell, la puertorriqueña, la guatemalteca, y la realizada en su estancia en Nueva York.

Con Granell, más que con ningún otro artista, nos encontramos con un surrealismo caribeño, en el que se atesoran elementos de nuestra esencia sincrética. Y es que este singular creador ha sabido nutrirse de las fuentes primigenias de la cultura aborigen, de la herencia europea y también de la africana. Tanto es así que en sus representaciones reina un misticismo ancestral que avizora la presencia preadámica a partir de la cultura maya en sus tótenes de la pieza No. 6, que, aunque aparece mercada como “De la Serie puertorriqueña”, más bien podría atribuirse a la guatemalteca conjuntamente con su visión del Quetzalcóatl en la obra No. 1, así como a la No. 2 donde recrea un universo antropomorfo de línea abigarrada y matices del rojo y amarillo. La estilización es un elemento esencial en la producción de Granell, otorgando a sus figuras un cuidado propio de las proyecciones manieristas, acentuando cada vez más el dibujo y el tratamiento del color, lo que establece un punto de contacto con Dalí, que se refuerza por la minuciosidad en el detalle.

En líneas generales, se puede asegurar que tanto “Fabulaciones”, de Eugenio Fernández Granell, como “Las Cenas de Gala” y “Los sueños caprichosos de Pantagruel”, de Dalí, comprenden un referente patrimonial de un período en la historia del arte, del cual emana una cosmovisión del ser y su entorno; completamente sarcástica, que no deja de ser sublime.

De modo que hay que felicitar a la familia Bellapart y, por supuesto a doña Myrna Guerrero, como directora del museo, quien se ha encargado del cuidado del montaje en general, así como de la curaduría de las obras de Granell. Méritos también para la Fundación Universitaria Iberoamericana (FUNIBER), conjuntamente con la Embajada del Reino de España en República Dominicana.

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