En la isla de Santo Domingo, se presentaron muchas epidemias de viruelas, particularmente importantes las surgidas en el 1774, 1809, 1818 y 1843. En ésta última, la ciudad de Santo Domingo, todavía bajo la ocupación haitiana, se prepararon, sabedores de la gravedad de la enfermedad. Por ese motivo solicitaron vacunas a Puerto Príncipe, que no llegaban, y a través del Sr. David León se pidió la vacuna a Curazao, que finalmente llegó a manos del Dr. Juan Bernal, en ese entonces director del Hospital Militar.

Los padres no querían vacunar a sus hijos, ya que no creían en la vacuna, y tuvieron que acudir las autoridades de la ciudad de Santo Domingo, casa por casa, a solicitar la vacunación.

En esa epidemia se habilitó una casa en el sector de San Carlos, para fines de aislamiento de los afectados, que fue rechazada por los moradores de esa zona de la ciudad.

En el 1845, ya proclamada la Independencia Dominicana, se promulgó una ley obligando a los ayuntamientos a ejercer vigilancia sobre la conservación de la leche y la vigilancia de las epidemias.

En el 1880 se había intentado una vacunación en los diversos puertos del país, pero según el Dr. Rafael Miranda, el virus había mutado y no respondía a las viejas vacunas. Se consiguieron nuevas vacunas y en enero del 1881, se inició en algunas ciudades como Puerto Plata, la vacunación en masa de la población, particularmente la infantil. Sin embargo en ese año, un barco procedente de Saint Thomas, trajo un paciente severamente afectado por la enfermedad, y pese a las medidas, se extendió la epidemia por todo el país. En Puerto Plata, el Dr. Ulpiano Dellunde, trató de vacunar y tratar la mayor cantidad de población posible, y en la ciudad de Santo Domingo, se destacaron en la lucha contra la viruela los Dres. Pedro Delgado, Pedro Piñeyro, Nicolás Anzola, Jose Ramón Luna, Wenceslao Guerrero y José de Jesús Brenes. En la ciudad de Santo Domingo, fallecieron 225 personas por esta epidemia.

En Barahona, contamos con el relato del distinguido escritor Virgilio Gautreaux, que relata: “Desde principios de los años ochenta del siglo XIX, las autoridades municipales del entonces Distrito Marítimo de Barahona, daban seguimiento a ocasionales casos de viruela que se presentaban en algunas comunidades del país, poniendo restricciones a los ciudadanos de aquellos lugares afectados por este flagelo. Sin embargo, es a partir de enero de 1883 cuando más se activan los funcionarios edilicios, al tener conocimiento de algunos casos de la terrible enfermedad. A tales efectos, mediante oficio no 7 de fecha 9 de enero del citado año, dirigido al Sr. Gobernador, el Ayuntamiento local le informa que se presentaron casos de viruela en la Sección de Fundación, razón por la cual se resolvió enviar un comisario municipal a dicha localidad, el cual comprobó que habían ocurrido cinco casos, de los cuales cuatro eran benignos y otro no.

El Cabildo exhortaba al gobernador contactar al alcalde pedáneo de Fundación para-si la situación lo ameritaba-se tomaran las medidas conducentes a evitar el contagio”.

Durante la ocupación militar norteamericana, se registró una importante epidemia de viruelas en el 1920.

Las primeras provincias afectadas estaban en la frontera, por lo que se atribuyó a los haitianos que cruzaban a territorio dominicano traer la epidemia, que estaba realmente azotando al vecino país.

Los primeros fallecidos ocurrieron en la ciudad de Barahona, pero en semanas habían casos en todo el país.

El gobierno de ocupación trajo vacunas, pero los grupos nacionalistas exhortaban a la población a no vacunarse ya que la vacuna, a su entender, no era buena. La realidad es que hubo muchas reacciones a la vacunación, pero finalmente se controló la epidemia.

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