¿Por qué cuando llega la oportunidad de corregir los vicios y defectos del sistema político, de institucionalizarlo, democratizarlo y modernizarlo, el presidente se erige en un atrabanco para tratar de impedir los cambios y reformas incluidos en el proyecto de Ley de Partidos, respaldado por la sociedad civil, las iglesias, grupos empresariales, y que fuera remitido al Congreso por la Junta Central Electoral, asesorada por expertos de la OEA y otros especialistas?

¿Cómo es que si un hombre de la ecuanimidad y la cultura jurídica y política del ex vicepresidente de la República, Rafael Alburquerque, advierte que las primarias “abiertas” prácticamente anularían la existencia de los partidos, el presidente Medina y su gente insisten en tal despropósito?

¿El presidente y su gente no advierten el mal ejemplo de irrespeto al orden y a la convivencia civilizada que implicaría hacer aprobar las llamadas primarias “abiertas”, que devendrían en desconocimiento de la Constitución de la República, de varias leyes adjetivas, y los Estatutos de su propio partido, que en su artículo 40 establecen: “La escogencia de los candidatos del Partido para las elecciones nacionales, congresionales y municipales, se hará mediante primarias internas…”?

¿No se da cuenta tampoco el presidente Danilo Medina que sus primarias “abiertas” constituyen un “entren to`, coño”, que atropella los derechos adquiridos de las militancias de los partidos políticos?

¿Qué pudiera llevar al presidente a intentar suplantar al Congreso Nacional por una comisión de juristas que “dictaminen”, por paga, que es constitucional lo inconstitucional, vale decir, que digan que está derecho lo que es torcido?

¿Qué empuja al gobierno a auspiciar a leguleyos, a sicarios mediáticos, de viejo y nuevo cuño, y a su extensa y costosa red nacional de comunicadores, a quienes Roberto Marchena llama “microempresarios ” –pienso que no sin un dejo de sarcasmo hacia esos periodistas y hacia la sociedad– para que mantengan una campaña favorable a los designios del presidente?

¿Será que el presidente Danilo Medina, y cito su propio relato, no conforme con comerse el tiburón podrido que dijo había que engullirse para montar una reelección, desea además de intentar repetir esa repulsiva ingestión, y de ñapa tragarse un león, quiere dejar el funesto legado de convertirse en sepulturero de su partido?

¿Es que tienen en mente Danilo y su grupo, sea a través de un intento reeleccionista o tratando de imponer en la presidencia a una persona de su conveniencia, dar rienda suelta a una ambición desmedida, de no serle cortadas a tiempo las 7 cabezas que es la hidra del continuismo, conforme ha sido caracterizada desde hace tiempo?

¿Es que el telón de fondo de propósitos que se entiende no pueden ser confesados, vendrían a dar la razón a los temores de Leonel Fernández de que ese continuismo desmedido podría parir “el Trujillo del siglo XXI…”?

He escrito ya innúmeras veces que el primer daño colateral de la estafa de Odebrecht y compartes en contra del pueblo dominicano, es el cierre de cualquier posibilidad de una reelección del presidente, a quien sostengo le convendría organizar con tiempo una tranquila entrega de mando a quien lo sustituirá en la Presidencia de la República en agosto 2020.

Veo el “Análisis noticioso” de Felipe Ciprián en Listín Diario, reiterando que “pasarán las primarias abiertas y simultáneas, y lo demás viene por añadidura”.

Mas creo que conviene al presidente hacerme caso, y si no quiere llevarse de mí por entender que soy anti continuista impenitente, que le haga caso a Julito Hazim, quien sabe por viejo y por diablo, quien aconseja a los del gobierno que vayan “buscando una islita que no tenga (tratado de) extradición, porque como se están poniendo las cosas “les van a dar una carrera…”

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