Los años que median entre la tregua con España (1609) y el Tratado de Breda con Inglaterra (1667) contemplan el nacimiento y desarrollo de un nuevo imperio colonial holandés. La expansión que alcanzan Holanda y Zelanda, las dos pequeñas provincias que constituían el alma de la República es un espectáculo pocas veces presenciado en la Historia, de tal manera que el gentilicio de la primera acabó por calificar popularmente al conjunto de los llamados Países Bajos. Con una vasta experiencia marítima los neerlandeses no dudaron en llegar hasta tierras lejanas en busca de productos cuya demanda en Europa les hiciera atractivos y valiosos para su venta. Antonio Gutiérrez Escudero. [1]
De nuevo reseñamos otro trabajo del historiador español Antonio Gutiérrez Escudero. Esta vez se ocupa del caso de los holandeses. En el ensayo aporta ideas nuevas e interesantes que nos permiten tener una mejor visión sobre la incursión holandesa en el Caribe.

Señala Gutiérrez Escudero que las primeras exploraciones en el continente se hicieron a partir de 1602 cuando es oficialmente instalada la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, una organización dedicada al comercio y que aglutinaba a las diferentes compañías que hasta ese momento habían operado de forma independiente.

El proyecto, sigue diciendo el historiador, se concretó realmente en 1608 cuando la corona le pidió al inglés Hudson que tratara de encontrar el camino hacia el mar de la China. En 1609 el marino partió en su barco “Media Luna” Rumbo a Nueva Zembla, pero después de varios meses de navegación, cruzó el Atlántico y llegó a Nueva Escocia. Siguió su ruta y llegó hasta lo que hoy es conocido como el puerto de New York.

Afirma que las exploraciones de Hudson le permitieron a Holanda reclamar como suyos las cuencas de los ríos que desembocaban en las bahías de New York y Delaware. El lugar recibió en nombre de Nieuw Nederland. Sin embargo, con el tiempo los holandeses no mostraron mucho interés en establecer colonias permanentes en esas zonas. Solo se levantaron algunas factorías cerca del río Hudson para comerciar pieles con los indios.

La colonización propiamente dicha comenzó en 1621 con la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, que fue la sucesora de la Compañía de la Nueva Holanda. Era el momento en que finalizaba la tregua establecida con España. Un elemento interesante es que los holandeses estaban más interesados en el comercio de todo tipo, incluyendo el monetario. Incluso durante todo el siglo XVII fueron los principales proveedores de esclavos negros al llamado Nuevo Mundo.

La Compañía Holandesa de las Indias Occidentales era en verdad una poderosísima organización de accionistas, con facultades comerciales y gubernamentales casi ilimitadas, que además tenía la responsabilidad del gobierno. Los primeros en establecerse fueron 30 familias en la isla de Manhattan y en Fort Nassau en el año 1624, este último se instaló en las orillas del río Delaware. Este proceso hizo que los holandeses pudiesen ocuparse de sus negocios en una zona de mucho tráfico.

Los holandeses, por supuesto, llegaron al Caribe. A principios del siglo XVII eran los principales mercaderes marítimos del Atlántico. Supieron con inteligencia suplir las deficiencias que España y Portugal sufrían durante el período. Como dice Gutiérrez Escudero: “una relación pormenorizada de las flotas neerlandesas que durante gran parte del siglo XVII surcaron aguas americanas haría prolija cualquier narración y en definitiva nos demostraría que hubo un envío continuo de embarcaciones al Nuevo Mundo, que en muchas ocasiones las expediciones estaban compuestas por varias docenas de naves y que unas veces su objetivo era el comercio, otras al ataque a puertos y ciudades españolas y otras la captura de los galeones hispanos que con oro y plata regresaban a la península. Entre 1622 y 1636 los holandeses apresaron 547 naves, con un botín de 30 millones de florines”.[2]
A pesar de su poderío en materia de navegación y su astucia en el plano comercial, dice Gutiérrez Escudero que los holandeses no supieron obtener beneficios territoriales significativos en el Caribe. Entre 1630 y 1650 ocuparon las islas de Curazao, Saba, San Martín y San Eustaquio, obtenidas luego de duros enfrentamientos con los franceses y los españoles. Posteriormente se adhirieron Bonaire y Aruba. Como puede observarse, estas tierras no eran más que pequeños enclaves que facilitaban el comercio.

Así pues, como ya lo habíamos señalado en un artículo escrito el año pasado, la colonización holandesa en el Caribe tenía un claro propósito: comercial. No estaba interesada en el asentamiento y la creación de estructuras productivas. Lo malo fue que el monopolio del comercio se fue perdiendo desde 1678 a partir de la Paz de Nimega. El mercado fue cedido fundamentalmente a los franceses e ingleses. Dice Gutiérrez Escudero que esto ocurrió porque los holandeses llegaron al límite de sus propias posibilidades, pues tenían demasiados frentes simultáneos: las dificultades de los asentamientos en el norte de América, la lucha con los portugueses para preservar sus posesiones en África. Estos conflictos debilitaron sus acciones en el Caribe, abriendo espacio a sus potencias rivales: Inglaterra y Francia. España seguía rezagada, perdiendo cada vez más territorios en las islas caribeñas y tratando de dominar un continente demasiado grande para su capacidad administrativa.

Con este artículo finalizo mis entregas del año 2017. Espero que cada sábado el artículo que les preparé con esmero haya sido del agrado de ustedes, mis queridos lectores. Volveré en enero 13 con nuevas lecturas, nuevos temas y aprendizajes sobre este Caribe tan nuestro y tan desconocido. Feliz Navidad y feliz año nuevo.
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[1] Antonio Gutiérrez Escudero, Los holandeses en América del norte y el Caribe en el siglo XVII, Digital. Csic.es/bitsream/10261/49773/1/Binder1.pdf. p. 783.
[2] Ibidem, p.791.

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