El título del artículo es uno de una reciente publicación del Banco Mundial que explora las causas de la rigidez de la pobreza en la República Dominicana. Esa rigidez se hace evidente al comparar las notables cifras del crecimiento económico a lo largo de la última década y media con las de la evolución de la incidencia de la pobreza. En ese periodo, la actividad económica se expandió a una tasa promedio anual de más de 5%, un ritmo verdaderamente notable. En contraste, el porcentaje de población con ingresos de pobreza apenas cambió.

El libro contiene cinco valiosos artículos que exploran más allá de algunos elementos fundamentales que ayudan a explicar la débil relación que hay entre crecimiento económico y pobreza en el país. Sobre esos elementos hay consenso, pero apenas dibujan un cuadro general. El primero es que la dominicana es una economía fragmentada, con reducidas relaciones intersectoriales. Eso hace que el crecimiento de unos sectores no arrastre a otros de forma intensa. Los sectores económicos tienden a ser compartimentos estancos y el crecimiento de la producción en algunos de ellos se transmite con debilidad a otros sectores y no tiende a haber efectos de empleo significativos.

El segundo es que, por su pequeñez e ineficacia, el gasto público hace una contribución limitada en la reducción de la pobreza. El gasto social es muy bajo en el país, entre los más bajos de la región, de cerca de 8% del PIB. La contribución de los programas de transferencias monetarias, buque insignia de la política social dominicana de la última década, parece limitarse a reducir la profundidad de la pobreza, pero no el porcentaje de personas viviendo en esas condiciones, y los nuevos programas, que son prometedores como la atención a la primera infancia y Quisqueya Digna no muy recientes y no son suficientemente grandes todavía como para hacer la diferencia.

El tercero es que la evidencia de los últimos años apunta a que los sectores que han crecido de forma más intensa tienden a generar poco empleo o los empleos que generan son de baja productividad e ingresos, muchos de ellos informales. El cuarto y último es la debilidad sindical que ha influido en que los ajustes de los salarios mínimos, y con ello el de las remuneraciones laborales en general, hayan sido limitados.

Los trabajos que contiene el libro procuran responder al menos a cuatro preguntas.

¿Errores de medición?

La primera es si hay errores de medición que pudieran estar subestimando la disminución de la pobreza, en particular si los precios que se usan para medir el costo de la canasta de las personas de menores ingresos pudieran ser muy altos, exagerando las cifras de pobreza. El colega y amigo Jaime Aristy Escuder, en el trabajo que se incluye en el libro, ofrece una respuesta tranquilizadora. El sesgo que pudiera estar generando los precios usados es reducido.

No obstante, sugiere que se hagan mejoras para que las encuestas capturen mejor los datos relacionados con el aporte de los programas sociales y los ingresos agrícolas.

¿Especialización internacional “correcta”?

La segunda pregunta es si lo que el país exporta ayuda a crear oportunidades de empleo para las personas poco calificadas, o en realidad quienes se benefician más son los propietarios de las empresas exportadoras porque los productos y servicios que exporta el país usan más intensivamente capital que mano de obra.

La respuesta que Daniel Lederman y Shushanik Hakobyan dan en su artículo “Ventaja comparativa y demanda laboral” es que la República Dominicana tiene ventaja comparativa, está especializada y exporta las mercancías esperables, esto es, aquellas que usan intensivamente trabajo poco calificado. De allí que los resultados sociales no deseables del crecimiento, esto es, la rigidez de la pobreza y de los ingresos laborales, no es explicable por una especialización que no ayuda. El tema es simplemente insuficiente.

¿Cambio tecnológico empobrecedor?

La tercera pregunta es si lo que está pasando es que están ocurriendo cambios tecnológicos que están haciendo que la demanda de mano de obra se reduzca en términos relativos y con ello el peso de los salarios en el ingreso total. Esto podría explicar que ocurra un crecimiento sin empleos ni aumentos salariales, lo cual termina contribuyendo al estancamiento de la pobreza a largo plazo.

Javier Báez, Andrés García-Sauza y Liliana Sousa encontraron evidencias de que, efectivamente, a lo largo de la pasada década y media, en el país han ocurrido cambios tecnológicos que están reduciendo la importancia de los salarios en los ingresos totales, en especial en los sectores que muestran tasas de crecimiento más elevadas. En palabras sencillas, los sectores que más crecen, antes que incrementar los empleos y los salarios en términos relativos, los reducen porque han venido cambiando la forma de producir, introduciendo tecnologías que han hecho a las empresas más intensivas en capital. De allí que el crecimiento haya tendido a favorecer las ganancias antes que a los empleos y a los salarios.
La pregunta que surge entonces es ¿qué hacer para estimular a los sectores que más emplean?

¿Migración empobrecedora?

La cuarta pregunta es si la inmigración haitiana y la emigración de población dominicana al exterior tiene efectos relevantes en la pobreza. A pesar de que la poca disponibilidad de datos restringe la robustez de los resultados de las investigaciones cuantitativas, los dos trabajos que al respecto incluye el libro son reveladores, contribuye a derribar mitos e ideas simplistas que se han fijado en la opinión pública, frecuentemente alimentadas por el prejuicio, y muestra un panorama más complejo.

Un trabajo de Liliana Sousa, Diana Sánchez y Javier Báez sobre efectos de la inmigración haitiana sobre los salarios no encuentra evidencia de que la inmigración haitiana es empobrecedora o de que deprima los salarios. La razón es que, en lo fundamental, la mano de obra haitiana no compite con la dominicana debido a que tiene grados de calificación mucho más bajos y se concentra en actividades y en labores muy específicas. El trabajo tampoco encontró impactos en grupos específicos de población dominicana con características similares a la población migrante como el bajo grado de educación.

Sin embargo, otro trabajo de Zovanga Kone y Caglar Ozden muestra efectos más complejos de la inmigración. Encuentra evidencia que indica que podría afectar negativamente a los trabajadores poco calificados del sector informal, pero positivamente a los poco calificados del sector formal. Esto se debe a que la mayoría de los inmigrantes se insertan en actividades en condiciones de informalidad. Al mismo tiempo, en la medida en que los inmigrantes producen y crean riqueza, porque trabajan, su actividad derrama beneficios sobre otros como los trabajadores del sector formal, con los cuales no compite por puestos de trabajo.

Por su parte, encontraron evidencia que apunta a que la emigración ha contribuido a elevar los ingresos de los trabajadores calificados formales, probablemente porque los emigrantes tienden a ser relativamente calificados, y la emigración reduce la oferta de ese tipo de fuerza de trabajo.

En síntesis

La relativa rigidez de largo plazo de la pobreza en el país parece deberse poco a la migración, por lo menos en sentido general, y tampoco tiene que ver con el comercio internacional.

Más bien se trata de varios de otros elementos combinados. Primero, el aparato productivo dominicano es fragmentado antes que integrado, lo que hace que unos sectores no halen a los otros, y el crecimiento de unos no apoye el de otros y la creación de empleos. Segundo, el gasto público, por su mala calidad y por ser reducido, no hace la diferencia necesaria. Tercero, varios de los sectores que más han crecido no son grandes empleadores y su crecimiento no logra reducir el desempleo o la informalidad y la precariedad laboral. Y cuarto, han ocurrido cambios tecnológicos que están contribuyendo a contener los salarios y el empleo.

Cambiar esa débil relación entre crecimiento y pobreza de largo plazo debe ser de alta prioridad. El libro es un nuevo aporte que merece ser tomado en cuenta para hacer mejores políticas. l

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