Perder la memoria, entregarse al olvido, uno de los más aberrantes símbolos de esta patria tan olvidadiza, arrastra, sin discriminación alguna, a todos los monitores del tiempo, y es la causa fundamental de nuestro fracaso como nación, según se ha dicho desde el 27 de febrero de 1844. Tan imperativo es el olvido, que no puede faltar en toda estrategia ominosa, ni en todo presupuesto de mal gobierno, ni en toda atrocidad calculada. (Aclaración pertinente: No podría ser yo una excepción en el largo memorial del olvido. Y lo digo porque hoy este espacio pudo haber sido un olvido).

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