Los otros tipos de violencia contra la mujer

La violencia contra la mujer se da por pasos y en escalada, desde la intimidación, pequeños insultos, hasta agresiones físicas o la muerte. Los feminicidios son sólo la “punta del iceberg’, en la cotidianidad que viven, de acuerdo a organizaciones que trabajan por los derechos y la erradicación de la violencia basada en género.

La violencia sexual, sicológica y patrimonial afectan la autoestima de la mujer, su desarrollo y autonomía

La violencia contra la mujer se da por pasos y en escalada, desde la intimidación, pequeños insultos, hasta agresiones físicas o la muerte. Los feminicidios son sólo la “punta del iceberg’, en la cotidianidad que viven, de acuerdo a organizaciones que trabajan por los derechos y la erradicación de la violencia basada en género.

Y es que además de la física, hay otros tipos de violencia, que repercute en la autoestima, el desarrollo y la autonomía económica de la mujer y que, en muchos casos, resulta en la muerte. La violencia sexual, psicológica y patrimonial, es otro tipo de agresión que afecta a las mujeres desde el nacimiento hasta la muerte.

“Pero lo que no se nombra no existe”, asegura la estudiosa del tema Nelly Chalas. “Cuando hablamos de violencia patrimonial o económica, hablamos de la negación de la manutención a un hijo, la vigilancia en cómo se usa el dinero, la negación de los bienes adquiridos durante la unión conyugal, ocultar bienes, retener documentos personales y de identificación como visas y pasaportes. Estas situaciones, generalmente vienen acompañadas de la amenaza de no dar dinero en la casa”, sostiene Chalas.

Este indicador, afirma Graciela de la Cruz, directora ejecutiva de Ce Mujer, está asociado a uno de los factores de riesgo más significativos cuando se analiza el fenómeno de la violencia contra las mujeres: la vulnerabilidad que desarrollan al tener que depender económicamente de sus potenciales agresores, aumentando así sus niveles de desamparo.

El caso de Vianela Santana de 53 años, es una muestra de ello.

“Mi esposo me amenaza con dejarme en la calle o quemar la casa que compartimos desde hace 30 años, para que ninguno de los dos la disfrute. Él siempre ha sido así, con mi dinero yo hago lo que me da la gana, siempre me decía. Que yo soy una come yuca, esa frase me dolió, pero me abrió los ojos”, narra Santana a elCaribe, durante una reunión de grupo de apoyo para mujeres, en el local del Centro de Solidaridad para el Desarrollo de la Mujer (Ce Mujer).

“Me inscribí escondidas de él en un curso de belleza. Ahí empezó mi camino para lograr mi independencia económica”, cuenta la mujer.

A poco tiempo, puso un pequeño salón en su casa. “Si él llega y ve una mujer sentada en el salón no deja ni para la comida.

Tenemos unos alquileres, él los cobra y no da nada para la casa.

Me dice que yo no puse un block en esa casa. El problema ahora es que él se buscó una menor y la mudó al lado. Y me quiere sacar para meterla ahí”.

Vianela tiene actualmente su caso en la justicia. Acudió, por recomendación de la Colectiva Mujeres Organizadas de Santo Domingo Norte, al Centro de Mediación de Familia, en Gascue.

“Tenemos una orden recíproca de alejamiento, pero él va todos los días a la casa y me vocifera que la casa no la vamos a disfrutar ninguno. Esta situación me tiene en una crisis nerviosa que se me cayó el pelo, pero yo no tengo miedo, él no me verá derrotada”.

Casos como estos son frecuentes en las organizaciones que trabajan con mujeres, que fungen como redes de apoyo y fomentan el empoderamiento femenino a través del desarrollo económico.

“El miedo y el acoso constituyen un obstáculo para la movilidad de la mujer, lo que impide tener una vida independiente y gozar de sus derechos plenos”, afirma Graciela de la Cruz.

Martina Cabrera, de 70 años, es una mujer que superó la barrera del miedo y se separó. “Hay violencia que hace más daño que un golpe que te den, te acaba y te arranca el alma, te mata, se trata de la violencia psicológica”.

Cabrera, de la Red de Mujeres Dominicanas, narra que sufrió la discriminación y el hostigamiento de su pareja porque “se puso vieja”.

“Nosotras cuando los maridos se ponen viejos, no los abandonamos y no los acusamos de que ya no sirven para nada. Ellos nos acusan de que pierden el deseo sexual y que necesitan una “jeva” que los estimule”.

“Imagínate tú cómo una se puede sentir, que te repitan que no sirves para nada, que estás vieja y acabá. ¡Lo que sigue es que te mates!” reflexiona.

De la Cruz considera que el impacto que tiene esta conducta en la mujer se manifiesta con una disminución de la autoestima, de la confianza.

“El debilitamiento emocional mina la capacidad de la mujer de funcionar con libertad, por eso es tan importante que las mujeres ante la primera muestra de hostigamiento acudan a un centro de apoyo para mujeres”, exhorta.

Mujeres jóvenes y de zonas rurales

Altagracia Maribel Peña, de la Colectiva de Mujeres Organizadas de Santo Domingo, habla desde su experiencia como “dula”, que son mujeres que acompañan antes, durante y después del embarazo. “Conocemos casos de mujeres que no quieren tener relaciones sexuales con su pareja y les rompen hasta la ropa interior con tal de lograrlo”. Asevera que el tema económico es usado por los hombres para conseguir sexo cuando su pareja está indispuesta. “Esto se ve con frecuencia mucho más en las mujeres más jóvenes, donde los hombres tienen mayor control sobre ellas y las mujeres son más dependientes económicamente de su pareja, igual que las mujeres de zonas rurales”. También de casos donde los maridos insultaban a su pareja porque diera a luz una niña en vez de niño.

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