“El principal problema de ustedes es que llevo 30 años viniendo al país, viendo los mismos rostros, a los mismos dirigentes, y cualquiera que no se renueva, perece”.Habló Felipe González, entrañable amigo de José Francisco Peña Gómez, y uno de los más lúcidos y pragmáticos dirigentes políticos en la etapa en que nuestros pueblos dejaban atrás tiranías y dictaduras y ensayaban democracia.

Era junio de 2004, en un encuentro celebrado en el hotel El Embajador entre González y la dirigencia del PRD, cuya franja mayoritaria conforma hoy el PRM.

Ya Hatuey Decamps había sido expulsado del PRD, como parte de la fragmentación generada por el fallido intento reeleccionista del expresidente Hipólito Mejía en las elecciones celebradas el mes anterior, un ambiente de incertidumbre anidaba en los corazones de la dirigencia, y no se contaba con el liderazgo inspirador de Peña, fallecido seis años antes.

Han transcurrido más de 13 años de aquel encuentro, y desde entonces ni lo que hoy es la estructura dirigencial del PRM, ni los demás partidos han renovado sus liderazgos en los diferentes niveles.

En el caso del PRM el anquilosamiento se explica en que el partido es producto de una larga lucha intestina que dio poco respiro a la renovación estructural.

(No es la situación particularmente grave del PLD, con Danilo Medina y Leonel Fernández jugando a eternizarse en el liderazgo del partido, mientras desde el milenio pasado no se efectúan congresos o convenciones electoras, reflejos de una descomposición que trasciende al partido y ha pasado a ser origen de los grandes déficits institucionales que acusa hoy el país).

El PRM, en cambio, en camino a cumplir tres años de existencia, celebró una primera convención en 2015, para elegir su candidato presidencial a las pasadas elecciones y se encuentra ahora inmerso en su convención ordinaria para elegir autoridades.

La elección de los cargos de dirección se hace mediante candidaturas uninominales y afecta a los presidentes, vicepresidentes, secretarios generales y subsecretarios generales a todos los niveles de la estructura orgánica, se hace por voto universal, directo y secreto en el país y en las seccionales del exterior.

Precisamente ese proceso convencional del PRM es el ambiente que da oportunidad a la renovación partidaria, ratificando o renovando mediante libre elección a los dirigentes y futuros líderes del partido en toda la estructura orgánica.

El pasado martes el licenciado Luis Abinader, quien comparte el liderazgo del PRM con el expresidente Mejía, fue preguntado por periodistas si era cierta la existencia de un acuerdo para dejar en sus cargos a los principales directivos del partido. Abinader negó que existiera tal acuerdo y aseguró que habrá libre elección en todos los cargos, cual mandan los Estatutos.

En horas de la noche de ese mismo día, al comparecer al espacio Milagros desde la Z, que produce y conduce la exvicepresidenta Milagros Ortiz Bosch, el secretario general del PRM, Chú Vásquez, confirmó la declaración de Abinader, afirmando: “A la ciudadanía que tenga la seguridad de que en este partido habrá convención y elección democrática”.
Parece que así como ha tomado la delantera de los partidos en confeccionar el primer padrón diáfano y consistente, el PRM también se adelanta a responder aquella aprensión de Felipe González.

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