En el acuario del Gran Zoo, nada el Caribe.

Este animal marítimo y enigmático
tiene una cresta de cristal,
el lomo azul, la cola verde,
vientre de compacto coral,
grises aletas de ciclón.
En el acuario, esta inscripción:
«Cuidado: muerde». [1]

El caribe

“La diezmillonésima parte
de un tiburón
multiplicada diez millones de veces.
El Caribe es la distancia más corta
que hay del Río a la Muerte”. Andrés Eloy Blanco

Desde que los procesos de interacción, interconexión e interdependencia; aunados a la intensificación de las redes globales, y a la compresión del tiempo y el espacio; (también conocidos como Globalización), se fueron dando de manera más estable; las sociedades comenzaron a experimentar importantes cambios estructurales. En un principio, muchas de estas transformaciones fueron respuestas institucionales a las demandas del mercado y de los agentes del cambio, a modo de intento por adaptarse y desempeñar mejor sus funciones en un mundo en constante transformación. En general, una de las principales transformaciones globales que se dieron a finales del siglo XX y principios del XXI, fue el acaecimiento de la llamada “Sociedad del Conocimiento” (Giddens, Sassen) o “Sociedad de la Información” (Castells, García Canclini).

Independientemente del nombre que se le de a las sociedades actuales, la evidencia empírica muestra que estamos frente a una sociedad de expertos (Lamo de Espinoza). Es decir, que más y más las sociedades incorporan procesos de profundización de la formación académica de sus intelectuales, de manera tal que éstos puedan competir y cooperar en las arenas internacionales en la creación, gestión y aplicación del conocimiento. Es precisamente el acrecentamiento acelerado del acervo de conocimiento el objetivo número uno de estas sociedades. La idea es que el incremento del stock global de conocimiento le sirva a la tecnociencia para darle respuestas a los problemas que aquejan a la humanidad del presente y se aventure a prever posibles soluciones a los riesgos del futuro.

En el ámbito de la educación superior, los procesos de cambio han generado grandes transformaciones, tanto en la perspectiva filosófica de la Educación, como en su práctica en los salones de clase. Vale resaltar, a manera de ejemplo, tres de los principales cambios macroestructurales que se han dado en la concepción y práctica de la educación universitaria: 1) una profunda reestructuración curricular, 2) la integración de las tecnologías a los procesos de enseñanza-aprendizaje; y 3) la incorporación de las aulas virtuales a los salones de clase físicos o educación a distancia, gracias a los soportes en línea. Es de esperar que todos estos cambios hayan significado grandes retos, así como oportunidades extraordinarias para todos los centros involucrados. Para nuestra universidad, como referente en educación superior en la República Dominicana, capitalizar los procesos de cambio para generar conocimiento científico, alcanzar reconocimiento internacional y recaudar recursos para investigar y formar nuevos líderes sociales, debería ser su norte como institución líder en el siglo XXI; y para esto, debe instaurar programas doctorales en las distintas áreas del saber.

Para adecuarse a las exigencias de los nuevos tiempos, la formación académica que antes bastaba para desempeñar profesionalmente una carrera, hoy se muestra insuficiente. Es por esta razón que las principales universidades alrededor del mundo han optado por construir plataformas institucionales regidas por doctores en sus respectivas áreas, que incorporen la investigación como prioridad número uno; la docencia y la extensión quedan como consecuencias esperadas de su quehacer investigativo. No obstante, para lograr este tipo de plantel, hace falta un cuerpo docente con doctorados y postdoctorados que lidere el proceso. Es en este contexto que la propuesta de iniciar un Doctorado en Historia del Caribe se inserta para satisfacer una necesidad del país, en general, y de la institución, en particular.

El Doctorado en Historia del Caribe busca llenar varias necesidades de corto y mediano plazo, entre las cuales se destacan tres de suma importancia. En primer lugar, al formar un espacio institucional dotado de un grupo de doctores nacionales e internacionales, se crearán las condiciones para que actuales profesores de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra se preparen como intelectuales del más alto nivel académico y rigurosidad científica. Esto ayudará a que la institución cumpla su cometido de llegar a tener un cuerpo docente compuesto mayormente por doctores; meta que se encuentra dentro de sus objetivos a corto plazo. En segundo lugar, en el país también hay una imperiosa necesidad por hacer crecer el número de doctores en Historia, ya que los existentes en la nación no llegan a una docena. En tercer lugar, son pocos los historiadores dominicanos que se han especializado en la Historia del Caribe, a pesar de que, por supuesto, formamos parte de la región.

Dada la falta de académicos especializados en el Caribe, a nivel de doctorado en la República Dominicana, el programa ha sido desarrollado con diferentes ejes temáticos que involucran una amplia gama de posibilidades, tal y como aparece a continuación:

Historia económica del Caribe

Historia política del Caribe

Geopolítica del Caribe

Integración en el Caribe

República Dominicana: ¿caribeña o latinoamericana?

Cultura e identidad en el Caribe. Encuentros y desencuentros

Historia de las mentalidades en el Caribe

Migraciones en el Caribe

¿Gran Caribe o Caribe Insular?

Finalmente, este programa doctoral aspira a formar líderes intelectuales de la sociedad dominicana. Académicos que sean referentes científicos y pedagógicos en el área de la Historia del Caribe, así como en otras disciplinas afines; ciudadanos del mundo, universales y cosmopolitas, abiertos a los desafíos intelectuales, no sólo de la sociedad dominicana, sino también de la aldea global que es hoy el planeta; líderes comprometidos con el desarrollo educativo y democrático de la sociedad, con la difusión del conocimiento en todos los estratos de la población; con la articulación de políticas en favor de una mayor igualdad social; con la promoción de los derechos y la dignidad de todo ser humano.

Este programa, que ya cuenta con su primera cohorte, tiene por objetivo, formar investigadores del más alto nivel académico, capaces de realizar investigaciones históricas, con originalidad, relevancia, rigurosidad científica y carácter crítico e independiente. Ojalá que las autoridades del país nos ayuden. Las ciencias sociales están huérfanas. Necesitamos ayuda. Qué así sea!
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[1] Tomado de El gran zoo, en Obra poética 1920-1972, La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1972. l

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