Caos vs. ordenamiento territoral

Nuestras ciudades, con contadas excepciones, cada día se convierten en un caos mayor frente a la mirada indiferente de las autoridades municipales.

Nuestras ciudades, con contadas excepciones, cada día se convierten en un caos mayor frente a la mirada indiferente de las autoridades municipales. Gran parte del problema enorme del tránsito que vivimos es consecuencia de que no se respetan las normas municipales, se construyen grandes torres, sin estacionamientos suficientes ni para los propietarios, mucho menos para las visitas que los inquilinos de estas torres reciben.

Esto no se repite en un residencial específico ni en un ensanche determinado, es algo que va como la termita expandiéndose por toda la ciudad. Hace unos días, leíamos las protestas de los residentes de La Castellana, hemos oído de los problemas de la Urbanización Fernández, de Julieta, Los Cacicazgos y así de todos, como el irrespeto y la indiferencia van haciendo más difícil la convivencia pacífica.

Lo que en un momento se designa como zona industrial, de repente es invadida por viviendas, y estas protestan por las industrias, pero han sido los propios alcaldes, el Gobierno, quienes en un momento dado han designado las zonas.

Por igual, sucede con zonas designadas como residenciales, de repente frente a la mirada indiferente o cómplice de las salas capitulares y los propios alcaldes son invadidas por negocios. No hace mucho tiempo, recuerdo el drama de un amigo que tenía como vecino una oficina de un importante político con aspiraciones presidenciales.

Los correligionarios que acudían a la oficina política bloqueaban la entrada a las viviendas, y pobre del que se quejara, porque parecía que tenían patente de corso para hacer lo que le viniera en gana. La pregunta que cabe es… cuando esos lleguen al poder, si no son capaces antes de haber llegado de no respetar las leyes, ¿Qué harán, de llegar con las mismas leyes? No es difícil llegar a una conclusión.

Me cuentan que en otro ensanche, ya hace muchos años, por encima de la oposición de la comunidad se instaló un colegio; más luego, en otra residencia otro colegio, que para colmo está pared con pared con un lugar de expendio de bebidas; no sólo violando el derecho de uso de suelo, sino violando que escuelas y colegios tienen que estar quinientos metros de distancia de los locales que vendan bebidas alcohólicas. Todo esto frente a la indiferencia de las autoridades.

Otros munícipes del sector Julieta me cuentan que para complicar las cosas, ahora se ha instalado una iglesia frente al colegio, lo que hace imposible el tránsito, por lo que en su momento las autoridades designaron como zona residencial. Los vecinos han dirigido una carta al párroco, exponiendo el grave problema que significa y sugiriendo que durante el tiempo que dure la iglesia, no coincidan con las horas de entrada o salida del colegio, conforme lo había prometido.

La respuesta del párroco fue agresiva, diferente a la humildad que debe mostrar nuestra Iglesia, y sin duda muy diferente a la que muestran nuestras más altas autoridades eclesiásticas y su Santidad Francisco I

Ahora le ha tocado a Colinas del Oeste, donde un supermercado, que precisamente en los recibos de venta siempre tiene mensajes de la Biblia, ahora construye una entrada ilega, y que a pesar de las protestas de los residentes, el ayuntamiento a que pertenecen ha dado como respuesta el silencio.

Hace pocos días, desayunaba con un buen amigo, y hablábamos sobre el clima de inversión en nuestro país. Ambos reconocíamos que tenemos un país de grandes oportunidades, pero que la falta de institucionalidad es tan grave que muchos inversionistas extranjeros temen invertir o deben hacerlo de la mano de un empresario local, que conozca cómo desenvolverse en medio de este caos de incumplimiento de leyes.

Por eso, los municipios que se conducen apropiadamente son un ejemplo, pero son pocos, porque el problema principal es que se tiene como entendido que hacer lo correcto no es ser político, y es todo lo contrario, al final se aprecia al que lo hace correctamente.

Hace algunos meses que no voy por Santiago, pero he leído por la prensa cómo el alcalde actual ha limpiado las calles de negocios ilegales y lejos de oír críticas sobre su actuación, todo lo contario, me cuentan que esa gran ciudad está ordenada como hace mucho tiempo no lo estaba. Igual trabajo he visto en los alcaldes del Distrito Nacional y de Haina, y seguro muchos otros que no he tenido la oportunidad de ver.

En unas declaraciones muy interesantes del alcalde David Collado, decía que la basura no es un tema de partidos, es un problema de seguridad sanitaria y ambiental. De la misma forma, el ordenamiento y respeto a las normas municipales tampoco es un tema de partidos, es de respeto a las normas establecidas, la convivencia adecuada y evitar el caos al que cada día estamos condenados a vivir y resistir.

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