Cuando votar pone en peligro la democracia

La presente crisis política catalana tiene relevancia para todos los demócratas, pues está en cuestión el mecanismo legítimo para introducir cambios políticos en una democracia.

La presente crisis política catalana tiene relevancia para todos los demócratas, pues está en cuestión el mecanismo legítimo para introducir cambios políticos en una democracia. La posición de los independentistas catalanes se podría resumir de la manera siguiente: El pueblo catalán es una nación única y diferente de las demás partes que comprenden el conjunto de España y como tal, posee una soberanía propia para definir su futuro. Dicha soberanía, a su vez, sirve de fundamento para organizar unas votaciones con vistas a declararse independientes, ergo soberanos. Dado que votar es un ejercicio democrático, todo el que se oponga a dicho ejercicio es un anti-demócrata.

Dicho argumento está lleno de falacias. Debemos señalar que ciertamente los catalanes tienen una historia, tradiciones, y patrimonio cultural común que los une y los debe enorgullecer. Pero hay dos cosas que inquietan del nacionalismo catalán: un sustrato de superioridad mal disimulada, que le traerá pocos amigos, y un sentimiento de victimización, pues supuestamente el resto de España les deja la peor parte. Paradójicamente, estos sentimientos de superioridad y victimización son idénticos a los utilizados por Hitler para justificar el nacionalismo alemán, que detonó la tragedia de la segunda guerra mundial. Adicionalmente, el argumento a favor de las elecciones soberanistas es ridículamente circular: soy soberano, y por ende tengo el derecho de hacer unas elecciones, para declararme soberano. ¿ Pero si somos soberanos en primer lugar, para qué perder tiempo y dinero en unas elecciones para declararnos soberanos? ¿O, es que hay algo muy falso en todo esto, que obliga a realizar unas elecciones para dotar el proceso de una legitimidad aparente?

Y es que cuando los españoles se dieron una constitución para sentar las bases de su convivencia democrática, y superar un pasado de guerra civil y dictadura franquista, lo hicieron como sujetos iguales, dotados de los mismos derechos. Es ese pueblo español en su conjunto el soberano, y el único que legítimamente puede modificar la constitución. Pero los independentistas catalanes decidieron no apelar al conjunto del pueblo soberano, y tomaron el camino de brincarse la constitución, que es el ordenamiento de un estado democrático, para imponer su voluntad minoritaria.

Siendo así, con el argumento que es “democrático ir a votar,” los independentistas catalanes están azuzando los viejos demonios de la radicalización, el enfrentamiento, y la inestabilidad institucional que tanto dolores y sangre le ha costado a España. En fin, han decidido volarse una constitución que le ha garantizado a los españoles una convivencia pacífica ejemplar; unos derechos democráticos sin precedentes; una prosperidad económica y un fuerte estado de bienestar; y su pertenencia, como país importante, en la comunidad de las naciones democráticas. Vaya fanáticos!.

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