Desde esta semana está en cartelera la primera película de ficción de René Fortunato, quien tiene en su haber como director y realizador unos 7 documentales de contenido histórico. Los que conocemos a René y su gran capacidad profesional, sabíamos que cuando se decidiera por hacer una producción cinematográfica que no fuera un documental histórico, los resultados serían también muy buenos. Y así ha sido.

Con la película “Patricia, el regreso del sueño” René logra hacer, de manera brillante, el crossover de la historia a la ficción, del documental al drama cinematográfico. Y lo hace sin perder la esencia de lo que ha sido todo su trabajo como director y realizador. El propio René afirma que el objetivo estratégico de su trabajo es “rescatar, preservar y difundir la memoria histórica del pueblo dominicano, para contribuir así a fortalecer los valores culturales de la nación dominicana”.

Y ese objetivo lo logra con creces en “Patricia, el retorno del sueño”. Esta película es una hermosa historia de amor a la patria y a la mujer dominicana. Es una historia de la relación, los sinsabores y las esperanzas de un dominicano que retorna de Nueva York y una mujer que le sirve de estímulo y apoyo. El guión articula de manera magistral, y con muchos destellos de humor muy bien tratados, los diversos momentos de una relación de amor bajo el manto hermoso de una zona colonial llena de belleza, y de un país dominicano que impacta con sus encantos naturales.

La dominicanidad, defendida con amor, con humor y con nostalgia, es el elemento central de “Patricia”. Ya sea con los hermosos flamboyanes naturales o trabajados en edición, en los momentos musicales que hacen llorar de recuerdos o con frases que parecen mensajes a la nación, la patria dominicana y el sentir de la dominicanidad se sienten grandes en todo el desarrollo de la película. Los dos actores principales, Amaury Pérez como Juan Carlos y Sthephany Liriano como Patricia, logran llenar su cometido y danzan al ritmo perfecto de una buena dirección de René. Los papeles secundarios en muchas ocasiones compiten en buena lid con los principales y logran impactar en el público de manera muy especial. Actores como Miguel Ángel Martínez, Mario Núñez, Geisha Montes de Oca, Raymundo Ortiz, Augusto Feria y muchos otros, encajan de manera brillante en la narración de una historia de la dominicanidad que necesita un poco de todo, tal y como somos los dominicanos. Desde mi humilde punto de vista, los lauros mayores están en la musicalización y la fotografía. Son sencillamente geniales. La música principal, creada por el joven Misael Mañón y grabada por la Camareta de Washington Heights bajo la dirección del maestro Caonex Peguero, le da una fuerza magistral al desarrollo de la película. Y los temas de merengue y bachata del pasado que se introducen, como la escena de Aramis Camilo bailando “El Motor”, le dan un sabor especial de recuerdo y de dominicanidad sentida y vivida. En cuanto a la fotografía, la profesionalidad es deslumbrante. Y no era para menos, ahí está el trabajo de Peyi Guzmán, un genio de la cámara y la imagen, unido al colorista William Esguerra, uno de los mejores de América Latina. Existen algunos elementos que le restan un poquito al desarrollo de la película, pero son los menos. Por ejemplo, algunas escenas muy largas, abuso de algunas malas palabras y forzar la participación de todos los artistas que cantaron algún tema. Pero en sentido general, es una muy buena producción, con un excelente mensaje de exaltación del valor de la patria, del amor y de la dominicanidad.

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