Un arte que tiene a la bohemia como filosofía porque ve más allá que los políticos y los necios. Un arte muy propio

El pintor dominicano que más captó la idea de pintar de manera libre y rompiendo la academia ha sido Cestero. Pero cuidado, que eso no quiere decir que no tenga un dominio de técnicas necesarias en el quehacer artístico. Al verle trabajar, el lego piensa que Cestero está embarrando la tela, que él no toma en serio el arte y que se burla de todos. ¡Cuán alejado de la realidad! En el momento en que Jongkind, pintor neerlandés, y no primer ministro de Corea, realiza sus impresiones de Notre-Dame no le está dando el inicio al movimiento de los impresionistas, como tampoco lo hizo Monet, quien fue su alumno. El impresionismo viene de más atrás, como un proceso que va incrustándose, fruto del cansancio a hacer pinturas perfectas en el sentido fotográfico, sin que la cámara todavía ni pensaba aparecer.

El techo de la Iglesia San Antonio de Padua nos brinda un exquisito ejemplo del pincel suelto de Goya más próximo a los impresionistas que a los clásicos. Pero en Velásquez ya se advierten también pinceladas “duras” que no tienen nada que ver con el esfumado nítido de las escuelas organizadoras de los salones anuales de exposición. En Gustav Courbet, casi contemporáneo a Delacroix, podemos ver también ese avance en el arte.

El hecho de que Monet se destacara más tiene que ver con otros factores del momento: ser amigo de Clemenceaux, jefe de Gobierno francés, elaborar teoría que quería imponer el impresionismo como la única verdad del arte, y tener una producción regular y fecunda imposible de pasar inadvertida.

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