La gran injuria

José Santos Chocano, nacido en 1875 y ejecutado en 1934, fue el más celebrado poeta peruano de su generación y un pésimo ser humano. Fue el “Cantor de América”, o así se le llamó, cantor algunas veces de los caballos y tropelías de los conquistadores, cantor de la conquista.

José Santos Chocano, nacido en 1875 y ejecutado en 1934, fue el más celebrado poeta peruano de su generación y un pésimo ser humano. Fue el “Cantor de América”, o así se le llamó, cantor algunas veces de los caballos y tropelías de los conquistadores, cantor de la conquista. En México sirvió al pundonoroso presidente Madero, a la revolución mexicana y al célebre Pancho Villa, del cual fue secretario. Pero en general estuvo al servicio de dictadores, tiranos y malandrines, fue un apasionado panegirista de las llamadas “dictaduras organizadoras” del continente, fue estafador, político, mujeriego, diplomático, homicida, y al final una víctima de puñaladas traperas.

Su carrera política, diplomática y de aventurero (después de un período de honorable encarcelamiento y una estadía en la selva) le permitió expandir su horizonte y su fama de poeta y viajar por Centroamérica, Colombia y España y engendrar con varias mujeres una respetable prole. En este último país, España, tuvo un tropiezo que le costó el cargo, la separación del servicio diplomático, al involucrarse en una estafa al banco de España.

El día 26 de julio del 1918, con motivo de su visita a bordo del Vapor Julia, procedente de La Habana, la ciudad de Santo Domingo se vistió de júbilo y celebró su llegada como un magno acontecimiento, casi una apoteosis. Las más brillantes lumbreras de la Ciudad Primada le hicieron un acto de reconocimiento, un homenaje, colmaron al “Cantor de América” de elogios tan merecidos como desproporcionados:

“El Casino de la Juventud galardonó y festejó al poeta que les cantó a ‘Los Caballos De Los Conquistadores’. Dicen las antañonas crónicas que todo fue con un acto solemne e imponente”.

En 1915 Santos Chocano tuvo la mala ocurrencia y mala suerte de establecerse en Guatemala. Allí se convirtió en colaborador muy cercano del prestigioso dictador, amigo de lo ajeno y matarife Manuel Estrada Cabrera…, hasta que ardió Troya.
“Estrada Cabrera estuvo en el poder desde el 8 de febrero de 1898 al 14 de abril de 1920. Tan pronto como se hizo cargo de la presidencia luego del asesinato del presidente José María Reina Barrios, no toleró ningún tipo de oposición y comenzaron a darse una serie de crímenes políticos, torturas en la Penitenciaría Central y fusilamientos de numerosos opositores. Durante su gobierno, la United Fruit Company (UFCO) se convirtió en la principal fuerza económica de Guatemala, con grandes concesiones otorgadas por el Gobierno, ya que Estrada Cabrera tenía acciones en la compañía y además estaba interesado en obtener el apoyo de Estados Unidos para evitar un posible ataque de la flota británica; por otra parte, tuvo que mantener al margen a los gobiernos de México, El Salvador y Nicaragua —opuestos a la política estadounidense—, que también pretendían influir de manera decisiva en Guatemala.

“Hacia el año 1918, la sociedad guatemalteca se encontraba al borde de la explosión, lo cual vino a ser alimentado por los terremotos que azotaron la ciudad capital. La devastación causada por la naturaleza fue ignorada por el dictador, lo cual ocasionó la furia del pueblo; luego de una intensa protesta, en 1920 el presidente Estrada fue destituido del cargo y fue puesto en prisión, donde falleció cuatro años más tarde”.

José Santos Chocano, su servidor y gran amigo, que lo acompañó en las horas más difíciles, estuvo con él en la misma celda y fue o iba a ser condenado a muerte. Pero su fama lo salvó. Es decir, su fama de poeta, la de “Cantor de América”, no la de sinvergüenza y vil cortezano.

A su favor intervinieron su santidad el papa, el preclaro rey Alfonso XIII de España, presidentes de Argentina, Perú, congresos de unos doce países, escritores de América y Europa y otras voces autorizadas.

En fin que, Chocano se salvó de la horca o el pelotón de fusilamiento y “retornó al Perú en diciembre de 1921, después de diecisiete años de ausencia. En Lima recibió el entusiasta aplauso de las multitudes, la prensa y la intelectualidad. Recibió el homenaje de la municipalidad limeña. Fue declarado ‘hijo predilecto de la ciudad de Lima’ y se le brindó una recepción en el Palacio de la Exposición, donde se le ciño la frente con una corona de laureles de oro, otorgándosele el título de ‘Poeta de América’”.

De acuerdo con una fuente cuya autenticidad no he podido verificar, José María Vargas Vila fue de los que abogó o se manifestó de alguna manera a favor de Santos Chocano. El entonces célebre y sicalíptico escritor Vargas Vila, era el polo opuesto de Chocano, era un periodista virulento y agitador que “se caracterizó por sus ideas liberales radicales y la consecuente crítica contra el clero, las ideas conservadoras y la política imperialista de Estados Unidos. Muchas de sus ideas son próximas al existencialismo y se fueron afirmando como libertarias, muy próximas al anarquismo, a tal punto que él mismo se declarara anarquista. Asimismo, defendió toda causa y personaje que favoreciera la libertad y la justicia de los pueblos, especialmente los latinoamericanos…”

Al igual que Mariátegui, Vargas Vila se contaba entre los mejores enemigos íntimos del cantor de los caballos de los conquistadores y a muchos sorprendió que se manifestara a favor del indulto o suspensión de sentencia que le otorgaron.

Cuando un periodista le preguntó (si acaso es cierto que le preguntaron) por tan insólita muestra de solidaridad, Vargas Vila dijo (o dicen que dijo) que Santos Chocano había deshonrado la poesía y él no quería que deshonrara el patíbulo.

La versión que ha trascendido es más elaborada, más elegante, más fina, más culta y se le atribuye al genio tenebroso de Borges y forma parte del último capítulo de “Historia de la eternidad”: “Arte de injuriar”.

Así lo cuenta Manuel Olea Franco:

“A este frustrado destino trágico (el de Chocano, pcs) se refiere Vargas Vila en las palabras recordadas con morosa delectación por Borges: ‘Los dioses no consintieron que Santo Chocano deshonrara el patíbulo muriendo en él. Ahí está vivo, después de haber fatigado la infamia”.

“Deshonrar el patíbulo. Fatigar la infamia. A fuerza de abstracciones ilustres, la fulminación descargada por Vargas Vila rehúsa cualquier trato con el paciente…”

Ahora bien, en opinión del mismo Manuel Olea Franco, “Deshonrar el patíbulo”. “Fatigar la infamia”, “No parecen frases originales del escritor anodino y prescindible que fue Vargas Vila, sino de un hábil prosista como Borges…”

Lo que se hace difícil determinar es cuál injuria es más fina y penetrante, si la que Borges atribuye a Vargas Vila o la que dirige Borges a Vargas Vila cuando lo encumbra, lo eleva a la más alta cima y lo deja caer de sopetón con toda su mala leche, lo celebra y lo denigra a la vez:

La de Vargas Vila -dice Borges- “es la injuria más espléndida que conozco: injuria tanto más singular si consideramos que es el único roce de su autor con la literatura”.

Posted in OpinionesEtiquetas

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas